CAPÍTULO 10

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Narra Nira

El camino al cenote que Jason quiere ir es algo largo, pero muy tranquilo. Las vistas del bosque hasta llegar a este son increíbles. La verdad es que no me quejo de nada. Además, me encanta estar en contacto con la naturaleza. Me da paz y siento que puedo conectar conmigo misma.

Y, bueno, ahora con Bimba y Jason.

—¿Cuánto nos queda para llegar? —cuestiono a la vez que intento ponerme al lado de Jason, puesto que iba un poco más atrás que él.

Me mira por encima del hombro.

—No nos queda nada. Estamos muy cerca —asiento.

Y Jason cumple su palabra. Cinco minutos después de preguntárselo, nos adentramos por un camino más estrecho lleno de vegetación que, al final del camino, me deja vislumbrar nuestro destino.

Mis ojos y mi boca se comienzan a abrir de manera simultánea al ver el paisaje que tengo delante. Y es que es digno de admirar.

—Esto es increíble.

—¿A que sí? Es igual a las fotos que yo vi.

—Increíble —repito.

Jason me guía con un movimiento de cabeza hacia una zona donde hay unas escaleras creadas con las piedras del lugar. Bajamos con cuidado y lentitud para evitar que nos resbalemos y caer rodando.

La verdad es que no me apetece ser una pelota rodante.

Bimba se mantiene unos escalones por delante que yo. Aunque cada vez que baja uno, se sienta y mira hacia atrás, esperando que me acerque de nuevo a ella.

—Estamos a punto de llegar —comenta Jason por delante de mí.

Asiento, pero sé que no ha visto el gesto, por lo que me limito a continuar bajando. Ya solo quedan cuatro escalones y podremos disfrutar de la tarde. Al menos hoy no soy tan torpe de lo normal.

Y, una vez más, como si el Universo me estuviera escuchando, no debería de haber pensado eso porque, segundos después y tras Jason haber llegado al final, Bimba da un empujón con un poco más de fuerza de lo normal para llegar al suelo, yo me resbalo hacia delante a causa de ello.

Es como si todo estuviera en cámara lenta y viera mi vida pasar con rapidez. No sé si grito el nombre de Jason, pero este se gira de golpe, justo para que sus manos envuelvan mi cintura y yo cierre los ojos del susto.

Mi cara no toca el suelo.

En cambio, cuando los vuelvo a abrir y miro hacia arriba me encuentro con el rostro de Jason a escasos centímetros de mí.

Mi respiración se entrecorta del susto y llevo la mano a su hombro para mantener el equilibrio de nuevo. Aunque ninguno de los dos aparta sus manos del otro. Sus ojos están fijos en los míos en todo momento. Aunque este pequeño momento se corta cuando Bimba empieza a ladrar y a subirse encima de mí. Creo que sabe muy bien lo que acaba de pasar.

Ambos nos terminamos apartando del otro y me agacho para quedar más o menos a la altura de mi perra. Le doy suaves caricias en la cabeza y ella se sube encima de mí para darme lametones en la cara.

—Tranquila. —Mi perra, como respuesta, vuelve a ladrar.

—¿Cómo te has resbalado? —cuestiona Jason detrás de mí.

Me vuelvo a incorporar, agarrando la correa de Bimba, y me giro para mirarlo.

—Bimba tiró de más, resbalé y me fui hacia delante.

El mapa de nuestros corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora