CAPÍTULO 12

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Narra Nira

El día comienza con una hora de viaje hacia nuestro siguiente destino en Yucatán: El Chichén Itzá. Jason, al volante de la autocaravana, tararea una melodía mientras que yo observo por la ventana el paisaje que se transforma lentamente. Bimba descansa tranquilamente en la parte trasera, su hocico apoyado en una de las patas delanteras.

—No puedo creer que estemos tan cerca —exclamo, sus ojos brillando de emoción—. Siempre quise visitar Chichén Itzá.

Cuando le miro, Jason me dedica una sonrisa cómplice.

—Yo también, la verdad.

Sonrío.

Al llegar al estacionamiento, el calor húmedo de la selva nos envuelve. Los tres terminamos saliendo de la autocaravana y nos dirigimos hacia la entrada del sitio arqueológico. Bimba, excitada por el nuevo ambiente, tira de la correa, ansiosa por explorar. La mantengo a mi lado ya que no quiero que me llamen la atención o que le prohiban la entrada.

—Es impresionante —murmuro, contemplando la inmensidad de la pirámide de Kukulcán—. Es como si el tiempo se hubiera detenido aquí.

Jason asiente al instante, colocándose a mi izquierda.

—Es increíble pensar que esta estructura fue construida hace más de mil años. Y aún así, sigue siendo tan poderosa.

Es cierto. Solo con verla hace como si retrocedieras hasta la época de su construcción. Lo admiro, maravillada.

En frente de nosotros, me percato de que hay un grupo de personas rodeando a un hombre. Debe de ser el guía local. No tardamos en reunirnos a ellos.Nos reunimos alrededor del guía local, un hombre de mediana edad con un sombrero de ala ancha y una sonrisa amable. Su voz resuena con entusiasmo mientras señala hacia el imponente Castillo de Kukulcán.

—Bienvenidos a Chichén Itzá, una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno. Este lugar sagrado fue el centro político y religioso de la civilización maya durante siglos. Y este, señoras y señores, es el Castillo de Kukulcán, también conocido como El Castillo de Chichén Itzá. ¿Saben por qué es tan famoso? —comienza el guía local.

Miro brevemente a Jason antes de hablar:

—Sí, he leído que durante los equinoccios, la sombra de Kukulcán, la serpiente emplumada, desciende por la escalinata! —alzo la voz.

Jason se gira para mirarme con sorpresa. Sonrío y me encojo de hombros.

—¡Exactamente! Es un fenómeno astronómico impresionante que los antiguos mayas utilizaban para marcar el paso del tiempo y honrar a sus dioses. Pero hay mucho más que eso. Observen las cuatro escalinatas que conducen a la cima. Cada una tiene 91 escalones, y si sumamos los cuatro lados y agregamos la plataforma superior, obtenemos 365 escalones, ¡exactamente como los días del año! Los mayas eran unos astrónomos y matemáticos extraordinarios.

—¿Y qué hay de las figuras talladas en las paredes? —pregunta una mujer que se encuentra a mi derecha.

—Esas figuras representan a los guerreros jaguares, símbolos de poder y ferocidad. Los mayas eran grandes guerreros y realizaban sacrificios humanos en honor a sus dioses. Pero no todo era violencia. También eran grandes artistas y constructores, como pueden apreciar en la belleza de este templo.

El guía continúa su recorrido, llevándonos a través de diferentes estructuras: el Juego de Pelota, el Templo de los Guerreros, el Observatorio... En cada parada, narra historias fascinantes sobre la vida cotidiana de los mayas, sus creencias y sus conocimientos astronómicos.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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