Era tonto. O así realmente se sentía Cristian.
En su familia había una pequeña creencia, algo tan poderoso que podía desbocar un caos total. El precio a pagar era bastante elevado, pero su resultado era el mejor. Los pactos a la luna.
Su abuelo solía contarle como alguna vez creó un pacto con la luna, uno tan poderoso que por quién había pedido, terminó en el otro lado terrenal junto a la muerte. Aquel hombre tan importante, un soberano de corazón noble y gran espíritu, relataba que cada vez que la luna se llenaba, su poder era inmenso, perfecto para sellar un pacto.
Cristian solía pensar que todo era una simple historia, y que nada era verdad, hasta que por primera vez contempló la luna llena y hermosa alumbrando todo el lugar.
No muy lejos, hay un pequeño risco al cual ha llegado. Estaciona el auto mientras observaba como Valentino duerme en los asientos traseros, así que deja las ventanas lo suficientemente abiertas para que entre oxígeno, de todos modos no se alejaría. Baja de este tarareando una de la miles canciones que conoce, hasta que de nuevo su atención se detiene en el inmenso satélite.
Le dirían que estaba totalmente demente si hablaba del tema, pero por primera vez en su vida sentía la necesidad de sellar algo que quería que durara toda la vida. Tener a Son siempre a su lado.
Quería seguir conociéndolo, seguir escuchando su risa, o seguir viendo sus hermosos ojos brillar, tal vez seguir notando los nervios del asiático cuando se acercaba, o el cariño tan inmenso que le tenía a su hijo.
Quería un futuro con Son. Eso no lo dudaba, nunca lo haría. Pero lastimosamente aún no era el momento. Tenía miedo que su egoísmo y avaricia terminara en algo como lo que había sucedido con la pareja de su abuelo, así que se resigno y suspira arreglando un poco su cabello.
—La cordura se está yendo de mi ser —susurra en medio de una risa leve.
La brisa es tan fría como el vacío que lo acompaña, es tan helada como un ser sin corazón, porque al final solía describirse así en un comienzo. No va a retroceder y mucho menos si tal vez ya tiene una oportunidad con una persona a la cual aprecia. No lo va a hacer.
Pasan algunos segundos en silencio, hasta que se dispone a irse de una vez allí y sube al auto. Nota que Valentino se ha levantado sobando sus ojos suavemente.
—¿Pasa algo pa? —la pregunta del menor hace que lo vea a través del retrovisor.
—No campeón, volvé a dormir, ya vamos a llegar a casa —el nene asiente no sin antes decirle un simple "me llamas cuando lleguemos pa". Romero solo enciende el auto y regresa en unos cuantos minutos a casa.
Sería una semana dura. O tal vez un año duro.
Ni siquiera ha estado muy consciente gracias al cansancio en su cuerpo, cuánto tiempo ha pasado cuando el sol se mezcla en las cortinas y entra a su habitación. La alarma comienza a sonar, así que se levanta y llama a su hijo quien está listo en menos de nada, esperando abajo mientras desayuna.
—¿Llevas todo? —toma su maletín mientras acomoda su corbata.
—Si pa.
Los dos salen de la vivienda. Cristian aún está un poco perdido en sus pensamientos sin darse de cuenta que Valentino lo ha notado.
—Deja que se dé pa, el abuelo siempre tuvo la razón con pactos poderosos —el nene acomoda la maleta en sus piernas antes de que el auto se encienda—. Cuando sea el momento —observa a su hijo con incredulidad. El nene solo ríe.
Cuando llega al instituto nota como todos entran, así que sin mucho tiempo a su favor deja a Valentino despidiendose a lo lejos de Son. Las clases han de comenzar.
En el lugar, el nene garabatea como siempre en algunas hojas ya sucias mientras golpea con su dedo índice suavemente la madera de la mesa. Son ha notado el silencio de Valentino.
—¿Todo está bien?
Están a cinco minutos de que el timbre suene para el receso. Valentino asiente guardando todas sus pertenencias. Son no está convencido.
—Vale —la desconfianza domina su ser, así que vuelve a su escritorio hasta que los minutos pasan y tal como todos los días de la semana, el horrible sonido del timbre se pronuncia.
No tiene ganas de ir a la sala, no tiene ganas de estar rodeado de personas que lo único que hacen es hablar de trabajo, aunque era lógico, está un poco afligido. Los recuerdos del día anterior vuelven a su mente tan fugazmente que siente estar allí de nuevo, pero entonces se encuentra de nuevo en el aula mientras Valentino lo observa antes de salir.
Las tres últimas horas pasan lentamente. Mientras dicta historia, limpia sus gafas y las vuelve a colocar en el escritorio para que el cristal seque un poco gracias al líquido.
—Profe —la mano de una de los menores indica que ha pedido la palabra para hablar, Son le indica que puede seguir—. ¿La luna es un satélite? —están en historia, pero ni importa, todos tenemos preguntas en algún punto de nuestra vida.
—Sí Olivia, puesto a que no tiene brillo propio —la pequeña queda satisfecha ante la respuesta y la clase sigue con normalidad.
Cuando todo acaba, Son acompaña a Valentino mientras esperan al morocho, hasta que un pequeño deja vu se instala en su cuerpo. Viene vestido exactamente como la primera vez que se conocieron, y esta vez trae un ramo de rosas en mano.
Saluda al nene antes de entregarle el ramo. Son siente sus mejillas tornarse de un carmesí, Cristian suele ponerlo muy nervioso.
—Gracias —su voz sale en un susurro mientras abraza al morocho.
Todos los días mejoraban, de eso estaba seguro.
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Me cuestiono si estoy metiendo mucho relleno, es q yo siento q no sé, en fin
Lo d la luna es lit real, no jodan q si, pero bueno, doble actu (tal vez triple), pq la inspo llegó. En estos días POR FIN, voy a estar más activa, chauuuu
(Perdón si hay errores, hay cosas q yo escribo con un ojo cerrado y el otro abierto del sueño lol)
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Gafas | Cutison
FanfictionSon ha sido asignado como un nuevo profesor suplente. Mientras que Valentino ha quedado encantado con las gafas de animalitos del contrario contándole cada mínima cosa del nuevo profesor a Cristian, su padre.