Parte 17: ¿la has visto?

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SEBASTIÁN CÓRDOVA

No comprendía lo repentino de su pregunta, tampoco lo que le ocurría ese día, porque lucía mucho más triste que los demás.

-Claro, Tn -respondí con una sonrisa.

Ella me miró atentamente, luego dijo algo entre dientes y se levantó. Limpió sus lágrimas con algo de brusquedad, después comenzó a alejarse de mí, pero se lo impedí tomando su brazo.

-Déjame, yo me puedo ir sola, corazón -dijo acercándose para dejar un beso en mi mejilla, aunque fue más por compromiso que por gusto.

-¿Qué pasa? ¿No era esa respuesta la que esperabas? -pregunté riendo, aunque no comprendía su decepción.

-No lo dices porque lo sientes, sino porque te da lástima verme borracha... Es la misma razón por la que me quieres llevar a mi depa... Pero no necesito tu lástima, Córdova. Yo puedo sola -dijo con dificultad, comenzando a tambalearse un poco intentando caminar.

Volví a tomar su brazo y me acerqué a ella.

-Tn, no es porque estés borracha, siempre te llevo a tu departamento -dije riendo, luego dejé un beso en su frente.

-Bueno... -hizo una pausa, pensando-. Eso es cierto, pero ahora es diferente.

Sonreí y ella me miró mal.

-Ya deja de burlarte, Córdova -dijo molesta, después se soltó de mi agarre y se puso a caminar hacia afuera.

Fui detrás de ella hasta la salida del lugar, luego tomé su mano y la llevé hasta mi carro, ella apenas se dio cuenta hasta que llegamos.

-¡Oye! ¡No! ¡Suéltame, Sebastián! -dijo mirándome feo.

 TN

Sebastián suspiró.

-Tn -me llamó Sebas.

-¿Sí? -pregunté tallándome los ojos

-No te lo digo por compromiso ni por lástima... En serio quiero estar siempre contigo -dijo acercándose para darme un beso en la mejilla.

Lo abracé y me recargué en su pecho, comenzaba a darme algo de sueño.

-Y te llevo a tu casa porque quiero asegurarme de que llegues bien, linda.

Me separé un poco de él para poder verlo a los ojos.

-Sebas, ¿puedo decirte algo sin que me dejes de hablar? 

Córdova rio y luego asintió con la cabeza.

-Te amo, güerito teñido.  

-Y yo a ti, cholita.

Me acerqué a darle un beso, el cual correspondió sin dudarlo, a pesar de que probablemente sabía mucho a alcohol. Luego de eso, me abrió la puerta de su carro y me subí. Hice lo posible por no dormirme de camino a mi departamento, lo cual logré con bastante esfuerzo.

-Bye, Córdova -dije abriendo la puerta.

-Te acompaño, no te vayas a caer en las escaleras -bromeó bajándose él también.

-¡Oyeeee! ¡No me voy a caer, no es necesario que me acompañes! -dije con seguridad.

-Igual te quiero acompañar, linda.

SEBASTIÁN CÓRDOVA

La llevé hasta la puerta de su departamento, donde nos despedimos con un beso. 

El día siguiente llegué al entrenamiento y no la miré. Se me hizo extraño, mas no me preocupé porque supuse que se habría ido en cuanto terminó el entrenamiento de las chicas o había tenido cosas que hacer. Pero pasaron los días y seguía sin saber nada de ella.

-Oye, Córdova. ¿Y tu cholita? Ya no la he visto -me dijo Láinez con curiosidad.

-No sé, yo tampoco la he visto.

Ese día nos tocaba entrenar con las del femenil. Comenzamos el entrenamiento y todo parecía normal, a excepción de que no estaba Tn mirando jugar a las chicas, también la entrenadora parecía algo molesta, pero nadie se atrevió a preguntar.

Iba camino a mi auto para irme cuando miro a una de las doctoras del club, estaba algo impaciente, como esperando a alguien.

-Córdova -me llamó de la nada.

-Mande -respondí deteniéndome junto a ella.

-¿No has visto a la señorita Calderón? Los he visto muy unidos y en el club no hemos tenido noticias de ella.

Me quedé sorprendido, no sabía qué decirle.

-Lo siento, yo tampoco he hablado con ella desde hace varios días.

-Entiendo... ¿No sabes si ha acudido a fisioterapias por otro lado? Porque las necesita con urgencia. Había aceptado acudir a una en el club ayer, pero no se presentó a trabajar ni al tratamiento.

-Lo lamento, pero no sé.

Me avergonzaba bastante estar ahí, me hacía darme cuenta de lo realmente poco que sabía de ella, a pesar de todo el tiempo que habíamos pasado juntos desde que llegó a Monterrey. Quizá aún no la conocía tan bien como yo creía.

Luego de eso me fui a mi casa, pensando dónde podría estar. Pasaron un par de días más y decidí preguntarle a la hermana de Marcelo si se había enterado de algo.

-Ella nada más nos dijo que se iría por un tiempo... Pero no comentó nada más -fue lo que me respondió Tatiana.

Después de varios días, noté algo en el suelo de mi carro, era como una pequeña cajita dorada. Me incliné para tomarla y noté que no era eso, era un encendedor. Rápidamente identifiqué que era de Tn, tenía grabado en negro su apellido. Decidí que lo guardaría para dárselo la próxima vez que la viera, aunque no tenía la certeza de que eso fuera a ocurrir, porque cada vez pasaba más tiempo y teníamos menos indicios de ella, pero quería permanecer con esperanza.

Contando ovejas (Sebastián Córdova)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora