Parte 25: son sólo niños

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TN

Me sentía horrible pidiendo dinero prestado, pero no me quedó de otra. Invertí el dinero que me quedaba ahorrado para algunos gastos y las fisioterapias, pero Chicote me apoyó. Conseguí trabajo entrenando a un equipo de futbol de una secundaria, así podría suplir bien mis necesidades y le pagaba poco a poco a mi hermano, a pesar de que intentara negarse a recibir mi dinero.

El primer día que me presenté a trabajar, ahora sí llegué temprano. No me sentía preocupada, ya que supuse que serían buenos jugando. Llegué al lugar y la mayoría ya me estaban esperando porque, al enterarse que tendrían entrenadora nueva, les interesaba verse responsables. Eran un grupo de niños bastante peculiar.

Noté que comenzaron a cuchichear cuando me miraron acercarme. A lo que les dirigí una mirada seria y se callaron.

Me presenté con normalidad, como si fuera una persona cualquiera, a pesar de que sabía que algunos de esos niños ya me conocían.

-¿Usted no era futbolista? Mi hermano miraba sus partidos  -dijo un niño chaparrito y moreno.

-No, esa era mi gemela malvada -bromeé, aunque sin quitar mi gesto algo serio.

-Qué raro, se me hace conocida -dijo otro niño que como que no había escuchado los últimos dos comentarios por estar tan concentrado en recordar dónde me había visto.

-Es que vendía naranjas en el semáforo de enfrente, pero quise cambiar de empleo -seguí bromeando, aunque creo que los niños no se dieron cuenta.

Los puse a calentar, después los dividí en dos equipos para que comenzaran a jugar y pudiera ver sus habilidades en la chancha. La respuesta llegó con tan solo un par de minutos mirándolos: eran malísimos. Se la pasaban pateando al aire, porque ni le atinaban a la pelota; le pegaban bastante mal al balón; no tenían buena condición, se bofeaban muy rápido; eran demasiado agresivos, se la pasaban a puros empujones y jalones.

Entiendo completamente que no puedo compararlos con un equipo profesional, porque son sólo niños, pero de verdad eran muy malos. No sabía qué haría con ellos. Comenzaba a valorar más que nunca el empleo que tenía con el club femenil de Tigres.

La hora que nos habían dado para entrenar se terminó, así que salí de la escuela para irme al departamento que compartía con Joana, pero me interrumpió una mano que sujetó la mía. Volteé y era Sebastián.

-Hola, hermosa. ¿Cómo te fue en tu primer día? -preguntó mi novio.

-Bien, pero nunca había visto a nadie jugar tan mal -confesé algo afligida.

Sebastián rio.

-No digas eso, apenas son niños -los defendió el güerito oxigenado.

-Debes defenderme a mí, Córdova, por eso te cuento mis penas -exageré riendo.

Sebastián rodó los ojos divertido y luego me dio un corto beso.

-Vamos a cenar para que me sigas contando -propuso Córdova con una sonrisa.

Llegamos a comprar comida, después fuimos al departamento de Sebastián para comer ahí. Me sorprendía lo acomodada que Sebastián tenía su casa, a pesar de que se la pasara entrenando o viajando por los partidos.

-¿A ti cómo te fue, Córdova? -pregunté antes de comenzar a comer.

-Bien, pero más ahora que te veo, Calderón -dijo mi novio sonriéndome.

Me puse poquito roja y luego le devolví la sonrisa. No sabía porqué había cambiado tanto mi reacción ante circunstancias como esa, ya que cuando Brian o mis otros novios me decían algo así, yo les respondía: ¨ay, cállate, no seas mentiroso¨. Claro que no lo hacía enojada ni con mala actitud, lo hacía riendo, pero eso no quita que no era muy afectuosa que digamos y tampoco me gustaba mucho recibir esa clase de tratos. Pero es que Sebastián era diferente... Él me hacía sentir algo especial.

-¿Qué días vas a ir a trabajar? Ojalá que tengamos días de descanso en común -dijo Córdova llevando su vaso a su boca para tomar un poco de lo que tenía ahí.

-De lunes a viernes. Normalmente sería nada más dos días a la semana, pero se acerca un torneo -conté con normalidad.

Seguimos comiendo y platicando un rato. Me sentía tan relajada, para mí dejó de existir todo lo que no fuéramos Sebastián y yo.

-¿Cómo te has sentido con las fisioterapias? 

-Bien, ya estoy mejor, hoy me tocó ir a una.

-Qué bueno, linda. ¿Quieres ir a entrenar un día de estos? 

-Nooo, está bien, gracias. Tú ya entrenas con tus compañeros, vas a acabar muy cansado y harto de jugar -dije convencida.

Sebastián negó con la cabeza y luego colocó su mano sobre la mía.

-Quiero entrenar contigo, guapa.

-Ay, Sebas... De por sí los entrenamientos son cansados, ahora ir conmigo después de los tuyos.

-Tengo que ir, ¿qué tal si te asaltan? -preguntó bromeando.

Lo miré mal, luego reí.

-Ay, mi amor. En este punto es más probable que yo los asalte a ellos -bromeé ahora yo.

Sebastián rodó los ojos divertido y luego me abrazó por los hombros para besar mi mejilla, después recargó su cabeza sobre mi hombro.

Encendimos la tele para ponernos a ver una película. Se me fue la noción del tiempo, porque me quedé hasta que se terminara lo que estábamos viendo y ya eran como las once de la noche. 

-Corazón, ya se me hizo tarde -dije triste-. Mejor ya me voy.

-¿No te quieres quedar? -preguntó Córdova con una sonrisa muy dulce.

Me daba pena cualquiera de las opciones, porque si decía que sí, Sebastián se ofrecería a llevarme y ya era demasiado tarde para que anduviera solo, pero si me quedaba, me sentiría como una molestia, sobre todo porque no sería la primera vez que me quedara en su casa.

Finalmente, accedí a quedarme ahí.

-Mejor te voy a pagar la renta a ti en vez de a Joana, creo que paso más tiempo aquí que en mi departamento -dije riendo.

Córdova también rio y dejó un beso en mi frente.

-Puedes quedarte cuando quieras, no necesitas pagarme. Tenerte conmigo es suficiente recompensa -dijo mi novio abrazándome por la cintura.

Sentí mi corazón latir muy rápido y una inmensa tentación de besarlo en ese momento, así que no me resistí; coloqué mis manos en sus mejillas y acerqué nuestros rostros para besarlo. Era realmente satisfactorio sentir sus suaves labios moverse sobre los míos mientras sus manos se aferraban a mi cintura.

-Te amo demasiado, oxigenado -dije una vez que nos habíamos separado, dándole un beso en el cachete.

-Yo más, cholita.



Contando ovejas (Sebastián Córdova)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora