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Bruce Wayne caminaba por el oscuro callejón que lo llevaba a la discreta puerta trasera de uno de los restaurantes más exclusivos de Gotham. No era común que tuviera citas, mucho menos en una noche que se sentía tan propensa a la acción, con una tormenta inminente y la ciudad vibrando con tensión. Pero esta vez no había podido negarse. No era una cita romántica, sino una reunión con una mujer que había surgido de su pasado, alguien que había insistido en verlo.
La lluvia comenzó a caer suavemente cuando llegó al restaurante. El lugar era lujoso, con grandes ventanales que mostraban la ciudad iluminada, pero Bruce no podía concentrarse en el paisaje. Se sentía inquieto. ¿Quién era esta mujer que había contactado a Alfred? La voz en el mensaje había sido serena, pero había algo en su tono que lo había hecho detenerse y aceptar.
Bruce entró al salón reservado, oscuro y con apenas una tenue luz iluminando la mesa. Ya había alguien sentado allí. La reconoció de inmediato.
─Sophie ─dijo Bruce, sorprendido de verla después de tantos años─. No pensé que volvería a verte.
Sophie levantó la vista lentamente. Su rostro mostraba el cansancio de una vida dura. A pesar de la tenue luz, se notaba el desgaste en su piel y en la ropa que llevaba. Un vestido gastado y viejo, que claramente había visto mejores días. Pero lo que más llamó la atención de Bruce no fue Sophie, sino la pequeña niña que sostenía de la mano.
La niña, de cabello oscuro y ojos penetrantes, lo miraba con curiosidad. Bruce sintió una punzada en el pecho. Era como mirarse a sí mismo en un espejo más joven. La niña tenía un aire innegable a él.
─¿Quién es ella? ─preguntó Bruce, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.
Sophie respiró hondo antes de hablar.
─Se llama Emmily ─respondió, mientras la niña se refugiaba un poco más detrás de ella─. Tiene cuatro años... y es tu hija.
El silencio que siguió fue abrumador. Bruce la miró incrédulo. No era un hombre fácil de sorprender, pero esto lo había golpeado de una manera que no esperaba. Su mente comenzó a procesar rápidamente la información, recordando su breve aventura con Sophie. Había sido una relación fugaz, nada serio, y ambos lo sabían. Pero esto... una hija...
─¿Por qué vienes ahora? ─preguntó finalmente Bruce, con el ceño fruncido─. Han pasado años, Sophie. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Sophie apretó los labios, mirando a su hija antes de contestar.
─No tenía derecho a pedirte nada, Bruce. Lo sabes. Nuestra relación... nunca fue algo más que una aventura, y tú tenías tu vida, tus responsabilidades. Pero las cosas han cambiado. Yo... no puedo mantenerla como se merece. No tengo el dinero, ni los medios. Vine porque no me queda otra opción.
Bruce la observó detenidamente. Era obvio que estaba desesperada. La ropa de Sophie y la pequeña Emmily eran prueba suficiente de que las cosas no le habían ido bien.
