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Era una noche tranquila en la mansión Wayne, pero el ambiente en el cuarto de Emmily estaba lejos de ser pacífico. Los sollozos de la pequeña resonaban por toda la habitación, rompiendo el silencio de la casa. Bruce, exhausto tras un largo día, estaba sentado junto a su hija, intentando calmarla.
─ Emmily, cariño, ya es hora de dormir ─dijo Bruce con voz suave mientras acariciaba su cabello oscuro.
La niña, sin embargo, no parecía dispuesta a cooperar. Apretaba su pequeña manta contra su pecho, sus ojos llenos de lágrimas y una expresión de total negación.
─ No quiero dormir, papá ─gimió Emmily entre sollozos, su voz temblorosa por el llanto.
Bruce suspiró, intentando no perder la paciencia. Sabía que Emmily estaba pasando por una fase complicada, especialmente después del incidente con el Joker. Las pesadillas y el miedo la mantenían despierta casi todas las noches, y ninguna cantidad de canciones de cuna o historias lograba consolarla.
─ No va a pasar nada, estoy aquí contigo, Emm ─intentó nuevamente, con un tono calmado, mientras la arropaba un poco más.
Emmily se incorporó un poco, aún con lágrimas en las mejillas, y negó con la cabeza, aferrándose a su padre como si no quisiera soltarlo nunca.
─ ¿Y si vuelve el payaso? ─susurró entre lágrimas, escondiendo su rostro contra el pecho de Bruce.
El corazón de Bruce se encogió al escuchar la mención del payaso. Sabía que su hija no debía cargar con esos miedos, pero el daño ya estaba hecho. Él la abrazó más fuerte, deseando poder borrar todos esos temores.
─ No va a volver, te lo prometo. Estás segura aquí, siempre lo estarás. Nadie te va a hacer daño ─aseguró, intentando infundirle seguridad.
Emmily no estaba convencida, sus sollozos no disminuían. Bruce, sin saber qué más hacer, se levantó de la cama y la tomó en brazos.
─ ¿Qué te parece si damos una vuelta por la casa antes de dormir? ─propuso, esperando que distraerla la ayudara a relajarse.
La niña asintió débilmente, aún aferrada a su padre. Mientras caminaban por los pasillos oscuros de la mansión, Bruce le hablaba en voz baja, señalándole las estrellas que se veían por las ventanas o recordándole las historias que le contaba antes de dormir cuando era más pequeña.
─ Todas las estrellas que ves están vigilando tus sueños, ¿lo sabías? ─dijo Bruce, con una leve sonrisa.
Emmily lo miró, todavía con los ojos vidriosos, pero algo más tranquila. Después de un rato, sus párpados comenzaron a pesarle, y Bruce supo que estaba ganando la batalla contra el insomnio.
─ Vamos, pequeña, es hora de volver a la cama ─murmuró, caminando de regreso a su habitación.
Al acostarla nuevamente en su cama, Bruce le dio un beso en la frente, asegurándose de que estuviera bien arropada. Emmily ya no lloraba, pero sus pequeñas manos seguían agarradas a su manta con fuerza. Bruce se sentó a su lado hasta que, finalmente, los ojos de Emmily se cerraron, y sus respiraciones se hicieron más lentas y profundas.
