Vino de arroz

101 15 19
                                    


Adeline a paso continuo advertía como alguien la seguía, observaba los reflejos, los sonidos, las sombras. Sea quien sea, llevaba un rato haciéndolo, tal vez desde el mismo circo. Sin alertar, siguió con su caminata rutinaria.

Blackwell, siendo tal sujeto acosador, recorría la figura de la pelinegra de pies a cabeza, intentando sonar precavido y no asustarla, mantuvo su distancia. Lo que no previó fue que al doblar por una esquina la bella joven ya no se encontraba. Un sonido arriba de él lo alarmó, pero antes de actuar, fue derribado y una reluciente daga le presionó el cuello.

- ¿Estás buscando algo?

Él escondió su rostro entre la misma capucha y con cuidado de no le viera, situó tan reconocida máscara en su lugar.

-Mi príncipe. – Adeline se alejó inmediatamente y lo reverenció de rodillas. - Perdóneme.

-La buscaba a usted. – Musitó con un rostro blanco de porcelana y ojos oscuros. – Luego de saber lo adiestrada que es con los cuchillos, debería dejar de subestimarla.

- ¿Por qué me sigue? Pudo perfectamente hablar de manera directa.

-Esperaba alejarnos un poco de la multitud. Además, parecía no sospechar que la estaba siguiendo.

-Una mujer nunca exhibe ese tipo de cosas, de esa manera se protege.

-Lo tomaré en cuenta. Adeline, ¿recuerda la propuesta que le comenté en nuestra primera cena juntos? – La levantó del suelo. – Como le dije la otra vez, buscaba asegurarme de que fuera buena en el circo y así continuar con mi propuesta. Me convenció. Quisiera que usted esté presente en la función. Al igual que sus compañeros trapecistas. Los tres parecen poseer una habilidad combinada. Lo que vi, me agradó.

Con una sonrisa embelesada asintió repetidamente. – Será un placer, mi señor.

-Me estaré comunicando entonces, ya que aún estoy detallando la infraestructura del lugar. Me gustaría algo similar a lo que vi hoy, así que yo le hablaré.

-Mi príncipe...

-Blackwell.

Él observó con atención los labios de ella luego de corregirla.

-Blackwell... ¿Quiere ir a mi casa?

Pasmado ante la atrevida invitación, el príncipe se quedó sin palabras.

-Si.

Blackwell conocía a la perfección aquella casa. Esa vez, cuando fue a buscar la caja musical, no dejó una sola esquina sin revisar. Era una estructura pobre, demasiado simple para su gusto, sin embargo la joven la mantenía limpia y organizada. La madera y la flora exterior otorgaba un aroma más fresco, de hecho, mucho más agradable que el del palacio, el cual era uno metálico perfumado.

Al llegar Adeline le invitó a sentarse mientras ella lavaba sus manos. Trozó unos pasteles a la vez que Blackwell la miraba desde su silla. Su cabello tan oscuro como la noche seguía amarrado con unas trenzas cruzadas. Él pensaba en lo lindo que era su pelo libremente desatado. - ¿Le gusta el chocolate? - preguntó ella.

-Si, me gusta. Me gusta el chocolate.

-Estos pasteles son muy buenos acompañados de leche.

Adeline estaba a punto de sacar un vaso de la estantería cuando sintió al príncipe detrás.

-¿Pasa algo, su alteza?

Él inhaló profundamente el aroma de la mujer. - Muchas cosas. - Apenas un susurro de él llenó toda la casa. Rozó con las yemas de sus dedos los brazos de Adeline y ella inconscientemente cerró sus ojos. – Permítame ayudarle con la leche. – sacó dos vasos y llevó una botella de líquido blanco a la mesa.

Ecos de TelikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora