Recuperación

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Adeline abandonó el castillo con un reciente sentimiento en su pecho. Al menos estaba confiada de que no tendría problemas afuera, pues Blackwell le aseguró que compraron el silencio de todos quienes estuvieron presentes el día del ataque.

Lo que significa, que el rendido nunca existió.

Eso en una parte le quitaba un peso de encima, pero en otra, la atormentaba.

Todas las noches desde que dejó el palacio no salió de su casa. Si iba al mercado, iba únicamente a comprar lo que necesitase y retornaba. Sin la presencia de los doctores, su mente se daba la libertad de recrear el ataque una y otra vez. Unos temblores frecuentes le impidieron volver al circo, por lo que se hallaba completamente encerrada.

Días después de aquellos episodios decidió volver a la realidad. Caminar por el gran cúmulo de gente jamás la hizo sentir incómoda, pero esta vez sí, era escalofriante. Todos los comerciantes parecían mirarla. Si alguien dirigía su vista hacia ella, aunque fuera por unos pocos segundos la hacía sentir expuesta, analizada, criticada.

A su alrededor no había personas, sino ojos y susurros, al igual que aquella vez.

"¿Está muerta?", "Mírale los brazos", "El rendido se abalanzó sobre ella..." "Jamás había visto uno, creí que eran mitos" "Fue aterrador"

Los gritos combinados con el silencio se volvieron a oír y mientras Adeline caminaba, más acelerado se escuchaba su corazón. Por un momento se mareó, pero antes de que cayera Jacob la sostuvo, preocupado.

-¡Adeline! ¿Qué pasa?

Ella no respondió, pero sus manos empezaron a temblar.

-Ven, salgamos de aquí. – La llevó de vuelta a su casa. Pues, aunque ella sintió que recorrió medio mercado fueron tan solo unas calles. La sentó en una silla y le hizo tomar un poco de agua. Estaba transpirada a pesar de que no hacía calor y llevaba poca ropa. – No te veía hace semanas y supe que ni siquiera has peleado o actuado en el circo. Quise venir a ver qué rayos está pasando y te encuentro en estas condiciones. – Jacob estaba intranquilo. – ¿Qué sucede?

-Creo que solo fue un ataque de nervios.

-No mientas. Los ataques nerviosos los resuelves entrenando. ¡Esto es diferente! – se enojó. - ¿Tuviste problemas con un guardia? ¿Te encerraron de nuevo? – se acercó y notó una sutil marca en su cuello además de las de sus brazos. – Adeline... ¿Alguien te hizo algo?

-No seas tonto.

-¿Entonces...?

-Escucha, solo confía en que ya terminó. – respondió seca.

Jacob miró a Adeline enojado para que luego se le llenasen los ojos de lágrimas.

-¿Estás llorando?

Él se pasó el brazo por debajo de la nariz.

-Escúchame bien, Adeline. Puede que a ti no te importe lo que te pase o te da igual simplemente desaparecer, pero a mí sí. – su voz se rompió. – Crees estar sola y por eso puedes hacer lo que te venga en gana. ¡Pues así no funciona el mundo! Tu eres parte de mi familia y me va a doler si algo te pasa.

-Jacob...

-Desde que te conocí lo único que has hecho es creerte inmortal. Haces estupidez tras estupidez. Hace un tiempo casi te ejecutan junto con Cefora y ahora desapareces por más de tres semanas. ¿Sabes cuántas veces he creído que te encontraré muerta? Pero después todo siempre queda en el olvido, como un chiste.

-Jacob...

-Ni siquiera me hablas o intentas contarme lo que sucede. Adeline, eres prácticamente mi hermana.

-Apareció un rendido.

Jacob guardó silencio.

-¿Qué acabas de decir? Esto no es una puta broma.

-Hace tres semanas un rendido salió del bosque y me atacó. No saben la razón del porqué, ni cómo salió, pero lo hizo. El reino borró todas las pistas y les pagó a los testigos para que no hablarán. Hicieron que todo desapareciera, Jacob, como si nunca hubiera pasado.

-Ade...

-Estuve en el palacio desde el ataque. Fui interrogada, me hicieron análisis de sangre, me curaron y sanaron mis heridas. Cuello y brazos. Se encargaron de todo. – él parecía estar escuchando a la lejanía. – Y me cuesta salir porque siento que, si lo hago, el rendido me atacará de nuevo. Lo gracioso es que ni siquiera sé si sigue vivo o si aún existe. – lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas. – No dijeron nada, pero tengo un mal presentimiento de todo esto y tengo miedo, Jacob. El rey cuando habló conmigo se veía asustado... Lucía aterrado.

Jacob sin dudar un segundo más abrazó a su amiga, conteniendo todo lo que ella no podía. – Cada vez te vuelves más y más famosa. Primero conoces al príncipe y luego al rey.

Adeline se carcajeó. – Jacob, Confió en ti, así que no le digas esto a nadie. ¿Entendiste?

-Pero...

-¿Puedo estar tranquila en que no le dirás a nadie?

-Por supuesto. Confía en mí.

-Bien. Lo que pasó fue tan solo un ataque de pánico. Nada más.

-Solo un ataque de pánico. – repitió y se aseguró de no comentar nada acerca de aquel tema nuevamente.

Jacob, inseguro del bienestar de su amiga, empezó a acompañarla todos los días a salir un poco más. Poco tiempo después los temblores cesaron y también las pesadillas. La compañía permanente le ayudó a mejorar y eventualmente volvió al circo.

En una función estelar, Adeline estaba más preparada que nunca, se dedicó y pulió un show en el que ella y sus dos amigos trapecistas habían estado trabajando. La galería estaba repleta y se escuchaba la emoción de la gente.

Tres bailarinas salieron a dar la bienvenida al público, entre ellas estaba Adeline con un traje blanco. Las mujeres extendían sus brazos y piernas de manera ondulada, las luces en el lugar estaban tenues y la música suave. El mundo alrededor, atento a cada uno de los movimientos de las bailarinas, esperando lo siguiente.

Tras ellas los hermanos trapecistas salieron escupiendo fuego. La música escaló al igual que la danza de las mujeres.

Otros individuos aportaron al show con malabares, animales, flexibilidad y colores.

Adeline se separó del grupo y se posicionó en una esquina, la música se detuvo al igual que todos, corrió al centro del lugar y un hombre anormalmente alto le dio impulso para elevarse en los aires.

Uno de los hermanos la tomó en el aire y la lanzó hacia el otro lado con ventaja del trapecio

El trío tenía toda la atención del público. Las acrobacias en el aire se veían peligrosas, pero fueron ejecutadas exitosamente. Luego de un rato uno de los hermanos la lanzó más arriba de donde se balanceaban ellos. Las personas se asustaron, pero lo que le esperaba a Adeline era un aro del que se sostuvo en el centro del escenario y dio inició a su solo.

Entre el público, unos ojos curiosos y fascinados la observaban.

El príncipe se hallaba sin máscara y aplaudía oculto entre el público.

Ecos de TelikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora