Celoso

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-¿Lo llamó loco?!

-No solo eso. – vociferó el príncipe, colérico. - También demente, desquiciado, me interrumpió dos o tres veces, ya ni recuerdo y para rematar, decidió ignorarme. Esa mujer no se despidió, ni siquiera fui reverenciado. ¡Nada!

-¿Dónde está? – Adara desenvainó su sable. - Hay que rebanarla, cortarla en pedazos. – encorvó su espalda con rabia. – Es una salvaje atrevida. Aquella pueblerina no debería seguir respirando. – Antes de que cortara el mismo viento con movimientos de su arma, Blackwell la detuvo con su propia mano sin cortarse.

-Solo yo puedo llamarla así, amigo. – El príncipe cubrió su boca cuando una sonrisa comenzó a relucir. – Aunque si es una salvaje, ¿verdad? - Blackwell comenzó de repente a reír, y a la vez, inició a liberar cierta cantidad de poder al filo del sable.

-Mi señor...

-Esa mujer me saca de quicio. – se empezó a reír tan fuerte que por cada carcajada el arma se partía un poco más. Llegó un punto donde las grietas rechinaron y los metales salieron detonados en partes por toda la habitación. – Me encanta.

-Acaba de destruir mi arma favorita...

-Cualquier otra persona ya estaría muerta ahora mismo, pero ella, – miró con profundidad a los ojos de su amigo. – es una en un millón.

Adara sin sorprenderse ya, desenvolvió el velo cruzado de su uniforme y posteriormente se arrancó su máscara de guardián, frustrado.

-Le daré la razón a Adeline, usted si está loco.

-Ella está loca si cree que no será mi esposa.

Adara río. - ¿Ah sí? ¿No fue usted quien dijo que no la obligaría a nada?

Blackwell detuvo su caminata en círculos. – Dije eso porque pensé que no me rechazaría. Pero a la vista de que las condiciones cambiaron, mi opinión respecto al tema también.

-La secuestrará, ¿no es así? Porque si ella no desea aceptar su propuesta, ese matrimonio no se realizará. No tendría más opción que eso.

-Si ha de ser necesario. - respondió serenamente ante el sarcástico comentario del peliverde.

Antes de que su amigo replicara, el teléfono sonó y ambos dirigieron su mirada al escritorio.

El príncipe borró su sonrisa cuando al otro lado de la línea, el rey Kow habló.

-Si, mi rey. De inmediato.

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-¿Cómo va lo de tu madre? - Kow con la cabeza baja, timbraba documentos con rapidez.

-Todo va en marcha, los equipos están completos y trabajando, y los herederos de los otros cinco reinos pronto estarán recibiendo las invitaciones.

-Me parece bien. Aunque... pienso que deberías haber ido personalmente al reino de Eresia para entregar la invitación. La princesa Indira creo que aún conserva ese interés amoroso hacia tu persona. Ve cómo nos beneficia eso.

-Ella es mayor que yo por cuatro años y únicamente ha mostrado aprecio a nuestro reino. Pero le daré un trato preferencial cuando arribe en nuestro reino si su majestad lo desea.

El rey le devolvió una mirada seria. – Ya no la evites, antes de los treinta debes de desposar a alguien y ya no te queda mucho tiempo. Acércate a ella. Esas son mis palabras.

Blackwell asintió y se retiró.

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