II

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César buscó entre las medicinas de su madre un poco de algo, pues no conocía los nombres, pero sabía que, con verla, era la medicina indicada para su madre

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César buscó entre las medicinas de su madre un poco de algo, pues no conocía los nombres, pero sabía que, con verla, era la medicina indicada para su madre. Ella se negó al principio y él insistió en dársela, pues debía descansar. Le dio un poco de antibiótico y sedante y, por fin dopada, durmió durante doce horas seguidas, cosa sorprendente para él, pues desde que llegó a vivir con ellos no lo había logrado. Diciendo todo el tiempo cuán difícil era conciliarlo, todos los demonios que la perseguían en sus mejores sueños y su hijo sin entender del todo lo que vivía dentro de su cabeza. Adeline sonrió a su hijo antes de consagrarse a los dioses custodios del sueño y el descanso, César se dedicó a revisar entre sus cosas, quería cambiarla, tirar las telas y velos mancillados por Koba y casi una semana de tortura. Apreció mejor las pertenencias de su amada madre, sonrió con tristeza, con nostalgia, sabiendo que, si solo se hubiera quedado en la aldea humana, si se hubiera atrincherado en su departamento o casa... sólo le quedaba el hubiera de todo lo que sería mejor en la vida de Adeline si su padre no hubiera muerto tan pronto, porque nadie mejor que él para protegerla.

Había telas rojas, negras, blancas, azules, pero sólo usaba las beige o color arena porque se confundían con su piel, porque eran una extensión de ella y, cuando las usaba para abrazar a alguien más, solo suavizaba más el tacto de sus manos. Maurice llegó con agua, con toallas, incluso ropa humana, porque pasaron por un par de cosas, por orden del Rey, para la Regina, ella no estaba consciente en el momento del descanso, incluso en los días posteriores de lo mal que había quedado por el altercado. Maurice y César la desvistieron y bañaron. Aún después de los cuidados de Luca y los que la propia Adeline se había hecho, pues aún el agua se llenaba de un rojo que impregnaba al olfato de la peor forma posible. Pusieron cremas por todo su cuerpo, Maurice con mejor ojo clínico y un poco más de experiencia en el ámbito, revisó las heridas que la humana cosió y la sabia retocó.

—Se ve bien.

—No lo está.

—Es normal dado lo que pasó.

Réquiem [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora