Réquiem [3]

VIII

Luca daba todos los cuidados necesarios para que el parto llegara a buen puerto. Como ya habían comentado, era el tercero que perdían y ambos sabían que no sobrevivirían otra desilusión. Adeline no subía a dormir a su pieza, sino que se quedaba con Luca y el resto de consejo, así el gorila cuidaba mejor de la Regina. En ocasiones, Ady lloraba por no volver a entablar conversación con su hijo, pareciera que el orgullo fuera lo único en el corazón del Rey, ella no lo había criado así. Aun en contra de su compañero, se iba de cacería con Rocket y seguía dando las lecciones a los niños, todos tratando de llevar la vida normal, sin la amenaza de afuera.

—Debes tener más cuidado.

—El agua no le hace daño al feto.

—Casi te lleva la corriente.

—Nada como un poco de adrenalina...

—A Luca no le va a gustar.

—Si pregunta, sólo me di un baño.

—No me va a creer.

—Vamos, Rocket, no se dará cuenta si no le dices.

—No me va a creer porque está ahí.

Adeline palideció y dio vuelta para comprobar que, efectivamente, ahí estaba Luca viendo cómo le pedía a su amigo mentir por él. Rio nerviosa y eso desconcertó más al gorila. Fue hasta ella y se la echó al hombro para llevarla de vuelta a la colonia, Ady sabía que no debía luchar contra él porque lo hacía por su bien, al contrario, se acomodó para ir en su espalda, aferrada a su pelaje y acompasando su respiración y sus latidos a los de él. Al llegar allá, la depositó con cuidado para que se durmiera otro rato en lo que terminaban de hacer la comida. Fue personalmente a buscarla, no dejó que las simias ni el consejo se acercaran, él cuidaría de ella.

—¿Cómo está?

—Bien, no ha tenido problema alguno.

—¿Puedo pasar a verla?