IX

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El llanto se volvió cada vez más acompasado hasta que se hizo nulo

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El llanto se volvió cada vez más acompasado hasta que se hizo nulo. César lloraba acurrucado a su lado, aferrándola, no le importaba si esos bebés morían, fue su culpa que su madre se encontrara en ese estado. Acomodó su cabeza sobre su pecho y la apreciaba mientras jugaba con su cabello. Adeline tembló ante la cercanía y su hijo se sobresaltó, en busca de signos por todo su cuerpo. Su respiración y sus latidos eran apenas perceptibles, así que había esperanza. Quitó a los bebés para acercar a su madre al río y la arrastró hasta la orilla, le quitó las telas, con algo de esfuerzo la bañó y reposó sobre la hierba para que durmiera. Bufó al ver a los bebés buscando a su madre, sin pensarlo se dibujó una mueca de asco, ahora debía compartirla con ellos.

Atrajo primero a las niñas, sabiendo lo importante que sería para su madre luego de la pérdida de su primera hija, Stewart. Al parecer el contacto ayudaba porque ya no lloraban, sino que disfrutaron del baño y esperaron a estar vuelta junto a la Regina para dormir. Adeline parecía muerta en vida por lo pálida que se había puesto en los últimos tiempos, ambas manos yacían sobre su pecho hacía que se viera más apacible, los velos acomodados a su lado para depositar a los pequeños gorilas a su lado, todos durmiendo y sin perturbarla, los niños debían entender que su madre debía descansar para recuperar su salud. Ahora sería imposible. Intentó y a cazar un par de pescados para él y su madre.

Encendió una fogata y fue una odisea lograr que los niños no se quemaran. Quitaba a uno y se acercaban dos, parecía que lo brillante les llamaba la atención, en cambio, Livia y Drusila lograron sentarse y ver cómo el mayor batallaba con los otros cuatro. Adeline se quejó en su sitio, así que ignoró a todos para ayudarla a beber un poco y volver a acostarla. La madre atrajo primero a las niñas para amamantarlas, Drusila jalaba y Ady trataba de no llorar, en tanto Livia fue más calmada. Augusto se negaba a despegarse de su madre, así que César dejó de luchar. La madre se enderezó y se apoyó en su hijo, este la envolvió con su brazo y se vieron a los ojos. Ella lo besó con esfuerzo y se recargó en él disfrutando del abrazo.

—Eres aquel que mejor me defiende.

—Tú también eres muy fuerte.

—Sólo lo dices para no hacerme sentir mal— arrastraba las palabras.

—Mi Regina.

—Mi querido hijo... verte siempre me hacen pensar en nuestras idas y venidas del departamento, del parque... tiempos remotos... tiempos mejores... ¿Quién pudiera revivirlos?

—Nada como la gloria que has alcanzado...

—Hemos, querido Rey.

—Nos costó perder a Will...

—Nos costó tu fuerza— acarició su rostro apenas curado—. El paso del tiempo no te ha sido amable.

—No, hijo mío, esta vida fue un regalo... Enfermarás si no descansas.

—Usted es mi mejor regalo...

—No deberías preocuparte por nuestro pueblo...

—Tampoco tú deberías hacerlo.

—César... nos queda tan poco tiempo.

—No te atrevas a decirlo.

—Durante todo el día que llevo dormida, he llamado a Will... pensando en todo lo bueno y lo malo que me regaló mi hermano... Algunas de estas telas me las regaló él, la belleza y suavidad, la idea de verme bien con ellas... No recuerdo si aún conservo fotografías...— sus ojos derramaban lágrimas silenciosas y, sin proponérselo, su hijo también lloró al oírla—. Quisiera que... nada de esta belleza se perdiera, no importa si falto el día de mañana llego a faltar, que mi legado no se pierda aquí y que me recuerdes cuando las veas.

—No necesito todo esto para recordarte, para saber que eres bella, inteligente, impones a donde vas y nada podría frenarte jamás.

—Otro deseo tengo... sé que podría ser difícil...

—Por supuesto que lo haré.

—Quisiera descansar junto a Will— pronunciadas esas últimas palabras, su rostro y su voz se rompieron, César quitó a Augusto de sus brazos para aferrarla más a sí—, pero quiero reposar donde tú lo hagas.

—Y todo quedará dispuesto— besó a su madre, ella lo sostuvo de las mejillas, ahora César estaba apoyando la cabeza en el pecho de su madre—. Caminaremos juntos hasta el final.

—De todo lo que la vida me ha dado... tú eres mi mayor regalo.

Réquiem [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora