Un viaje, siete personas, locura ilimitada y una enciclopedia.
Lia tiene amnesia neurológica luego de un accidente que sufrió.
Acepta un viaje con seis personas que no conoce de nada: Axel, Amanda, Rain, Willow, Klein y Masson, para ir a un conciert...
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AXEL.
Me va a descubrir, va a saberlo, va a matarme, va a odiarme.
Y eso es lo único que no me podría perdonar.
—Tercer día de viaje, tengo sueño, huelo a jabón para autos y Axel a mi lado tiene una cara de culo muy contagiosa por el golpe que se dio gracias a la mala conducción de Rain, ¿Te sigue doliendo, Axel? —me pregunta Amanda enfocándome con su cámara directamente a la cara.
—Y nunca dejará de doler —murmuro decaído.
Y el golpe tampoco.
Me dejo caer en la pequeña cama que hay en el camper, miro al techo con la esperanza de que me caiga encima. Mi vista se centra en Lili, esta riendo con Willow mientras lee mi libro. Recuerdo cuando yo era capaz de hacerla reír así.
¿Habrá notado la similitud de sus tatuajes con los de la portada del libro?
¿Sospechará?
—¿Y ahora que tiene? —escucho a Amanda.
—Volvió a disociarse —me señala Klein.
La Lia que viene conmigo en este viaje no es la misma Lia de la que me enamoré, pero esa Lia puede volver si ella comienza a recordar. Aunque, da igual si me recuerda o no, yo no podré estar con ella.
El padre de Lia estuvo dispuesto a acabar con la misma Lia, su hija.
No imagino lo que me haría a mí si me vuelve a ver cerca de ella, podría sufrir yo, podría sufrir ella. Y preferiría mil veces que me tocara todo el dolor a mí.
Aún no borro los recuerdos de ella llegando al hospital en una camilla llena de sangre.
—¿Se puede saber porque parece que tienes cálculos biliares? —duda Lili acercándose.
Se deja caer a mi lado, observo su perfil con media sonrisa. A pesar de haber olvidado la mayoría de su vida, ella sigue teniendo el mismo sentido del humor que mezcla con la medicina. Eso siempre fue su pasión, aunque lo haya olvidado.
—Que linda manera de decir que mi cara da asco —murmuro.
—¿Por qué asco? A mi me gusta mucho —admite sonriéndome.
Y normalmente me sonríe, pero ahora lo hace mientras me mira con súplica. Reconozco esa mirada por su parte, pero no encaja con la situación ahora mismo.
—¿Qué quieres que haga? —pregunto.
—¿Podrías convencer a Rain de hacer una parada en una feria que hay a unos kilómetros adelante? —toma mis manos.