Pov Narradora
El aire en la plaza era espeso, cargado con un miedo palpable a la vez que excitación. Miles de ciudadanos se habían reunido en el patio principal perfectamente decorada para la ocasión: banderas doradas y rojas, símbolos de la realeza. La calle estaba perfectamente decorada con fogatas que llevaban hasta el puerto, dónde allí les esperaba una barca decorada con flores que llevaría a Ilona a las fauces del monstruo marino.
Esperaban el discurso de su reina, y más aún esperaban que aquello que les amenazaba pronto se extinguiera. Finalmente las puertas se abrieron, dejando relevar a Electra y su porte imponente. Llevaba puesto una túnica roja y dorada, con su cabello pelirrojo encanecido recogido en adornos de oro muy finos. Caminaba con calma y una expresión inescrutable en sus ojos rojos.
Detrás de ella apareció su hija, Ilona. Caminaba como si fuese una autómata con la cabeza agachada. Vestía completamente de blanco, como si se tratase de un fantasma. Su rostro era inexpresivo, como si la voluntad hubiera sido arrancada de su ser.Electra levantó las manos hacia el cielo, su voz resonando con autoridad y poder para dirigirse a los ciudadanos:
—¡Pueblo de Sarlone! —el murmullo calló de inmediato. —Durante siglos este reino ha prosperado bajo la protección y guía de la familia real. Pero como sabéis, la oscuridad ha vuelto.La multitud murmuró, algunos inclinando la cabeza en temor, otros mirando a aquella mujer cómo si fuese una auténtica diosa capaz de salvarlos.
—No ha sido una decisión fácil de tomar, las noches han sido largas debatiéndome realmente si debía hacerlo o no. —con su mano, indicó que su hija se pusiera a su lado, y Ilona obedeció con paso muerto. —Mi propia hija se ha ofrecido para ser la que regrese la paz a este reino, para corregir su pecado. Con su sacrificio, el reino de Sarlone y todos seremos salvados. Empecemos.
La multitud miraba a la mujer menor con atención empezar a caminar por la calle. Algunos murmullos se hicieron presentes., señalándola. Ilona nunca se había dejado ver en público desde el nacimiento de sus hijas, esta era la primera vez que muchos la veían. Se veía pálida y esquelética, sus ojos dejaban revelar que no parecía tener alma. Contrastaba con la imagen que los más antiguos del reino tenían de la mujer, quien siempre había sido una mujer vivaz, alegre y encantadora. Nunca llegaron a pensar que los ojos grises de Ilona, que siempre brillaban como diamantes, se verían apagados.
Electra miró a su hija con una mirada muy distinta, había en sus ojos una frialdad que sugería que este sacrificio no era por amor ni devoción, sino por algo más oscuro. Algo que solo ella sabía.
La marcha era fúnebre, llegando finalmente hasta la zona del puerto. Electra casi pasó su lengua por sus labios como si fuese una víbora degustando su victoria.
Pero justo en ese momento, una voz clara y firme se escuchó en el lugar, cortando el ambiente cómo si fuera una espada.—¡Deteneos ahora mismo, es una orden de vuestra princesa! —exigió.
La gente se miró entre si, hasta que finalmente señalaron uno de los tejados de una de las casas del lugar. Allí se encontraban las dos princesas, alzando la cabeza y dejando revelar su furia. Cyra estaba en los brazos de Reah, la cual saltó del tejado hasta el suelo y aterrizando con facilidad justo enfrente del camino, impidiendo la marcha.
Habían salido del templo pero el desfile les había impedido avanzar, así que, como buena cazadora que era, Reah cargó a Cyra y se la llevó de paseo por los tejados a lo más romántico estilo de Spiderman. Una vez en el suelo, dejó libre a su hermana.La multitud se volvió hacia ellas, confundida y alarmada por la interrupción. La imagen de sus dos princesas allí, hechas un desastre, dejó al lugar atónico.
La más inquieta era la propia Electra. Quién no se esperaba para nada que el ritual tomase este giro tan imprevisto. A estas alturas el asesino que ella misma había contratado habría terminado ya con su nieta mayor. Y la menor, Reah, se había marchado meses atrás.
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HUNTER X HUNTER (Killua x oc)
Fiksi PenggemarCondescendencia, cuanto odiaba esa palabra. ¿Porqué siempre tenían que tratarla como una delicada flor? Especialmente cuando sabía que de delicada tenía poco. Era fuerte, lo sabía de sobra, solo necesitaba probarlo. Por eso se marchó, para trazar su...