ASLAN

10 3 0
                                    

KARINA

Me senté en el salón, intentando procesar lo que había pasado. Aslan se había ido, pero su presencia aún resonaba en mi mente.

No podía dejar de pensar en él, en su porte y elegancia. Su rostro tallado, sus ojos fríos y penetrantes, su sonrisa cruel. Era un hombre que exudaba confianza y poder.

Pero también era un hombre que me hacía sentir escalofríos. Un hombre que me había reclamado como suya sin siquiera conocerme.

Me levanté y comencé a caminar por la habitación, intentando sacudir la sensación de inquietud que me invadía.

¿Por qué mi familia había hecho una promesa así? ¿Por qué habían vendido mi futuro a un hombre que no conocía?

Y sin embargo, a pesar de la rabia y la frustración que sentía, no podía dejar de pensar en Aslan. En su mirada intensa, en su voz baja y segura.

Me sentí confundida. ¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Por qué sentía una atracción hacia un hombre que me había reclamado como suya sin mi consentimiento?

Me detuve frente a la ventana y miré hacia fuera. La noche era oscura y silenciosa, pero mi mente estaba llena de preguntas y dudas.

No sabía qué hacer. No sabía cómo escapar de esta situación.

Pero sí sabía una cosa: no iba a rendirme sin luchar.

Mi madre se acercó a mí, su presencia silenciosa como siempre.

—Karina, hija mía... —dijo, su voz suave y preocupada.

Me volví hacia ella, sorprendida por su llegada.

—Mamá... —dije, intentando sonreír.

Mi madre se sentó a mi lado, su mirada intensa.

—¿Estás bien? —preguntó—. Estás muy distraída desde que Aslan se fue.

Suspiré, sintiendo una mezcla de emociones.

—No sé, mamá —dije—. Estoy confundida. No entiendo por qué mi abuelo hizo esa promesa.

Mi madre tomó mi mano, su tacto cálido y reconfortante.

—Nosotros tampoco sabemos que lo llevo a tomar esa decisión, Karina —dijo—. Dese que supimos de esta estúpida promesa no hemos tenido un minuto de paz, hija.

—Pero ¿a qué costo? —pregunté, mi voz llena de frustración—. Mi libertad, mi futuro....

Mi madre suspiró.

—Lo sé, hija mía —dijo—. Pero no hay otra opción. Aslan no es un hombre que se rinda fácilmente.

Me sentí atrapada, sin salida.

—¿Y si no quiero casarme con él? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Mi madre me miró con tristeza.

—No hay elección, Karina —dijo—. La promesa ya está hecha.

Me sentí un golpe en el pecho, la realidad de mi situación pesando sobre mí.

—Entiendo —dije, mi voz vacía.

Mi madre me abrazó, su calor y amor un pequeño consuelo en medio de la oscuridad que me rodeaba.

Subí a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Me senté en la cama, rodeada de la tranquilidad y el silencio de mi espacio personal.

Pero mi mente no estaba tranquila. Seguía pensando en Aslan, en su mirada intensa y su sonrisa cruel.

¿Por qué mi familia había hecho una promesa así? ¿Por qué habían vendido mi futuro a un hombre que no conocía?

Me levanté y comencé a caminar por la habitación, intentando sacudir la sensación de inquietud que me invadía.

Pensé en mi infancia, en la libertad y la felicidad que había conocido. ¿Dónde había ido todo eso?

Me detuve frente al espejo y me miré. ¿Quién era yo ahora? ¿Una mujer prometida a un hombre que no amaba?

No podía aceptarlo. No podía rendirme sin luchar.

Comencé a pensar en planes, en formas de escapar de esta situación. Pero cada idea que se me ocurría parecía imposible.

Me senté en la cama de nuevo, agotada y frustrada.

De repente, recordé las palabras de mi madre: "Aslan no es un hombre que se rinda fácilmente."

Me estremecí. ¿Qué significaba eso? ¿Qué era capaz de hacer para asegurarse de que cumpliera con mi promesa?

La oscuridad de mi habitación pareció cerrarse sobre mí, y me sentí atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.

Sin tan sólo yo hubiera sabido lo que pasaría jamás hubiera regresado.

La Obsesión Que Nunca Quise +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora