REGRESO ,SORPRESAS Y DESEPCIÓN

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KARINA

Salí corriendo de la oficina del coronel, el documento de baja en la mano, y sin aliento. No podía contener mi emoción.

—¡Carmen! —grité, entrando en la sala de operaciones donde mi amiga estaba trabajando.

Carmen se sorprendió y se levantó de su silla.

—¿Qué pasa, Karina? —preguntó, preocupada.

—¡Me van a dar de baja! —exclamé, agitando el documento en el aire—. ¡Voy a regresar a mi familia!

Carmen se iluminó con una sonrisa.

—¡Oh, Karina! —gritó, abrazándome—. ¡Estoy tan feliz por ti!

Ambas nos reímos y lloramos al mismo tiempo, mientras las demás personas en la sala nos miraban con curiosidad.

—¡Después de tanto tiempo! —dije, aún sin creerlo—. ¡Voy a volver a ver a mis padres y hermanos!

Carmen me sacudió los hombros.

—¡Y vas a conocer a conocer a tus nietos! —dijo, riendo.

—¡ Carmen no digas eso no fue tanto— digo riéndome siguiéndole la corriente

Me sentí un torrente de emociones: alegría, gratitud, alivio. Había pasado tanto tiempo lejos de mi familia, y ahora podría volver a estar con ellos.

—¿Qué vas a hacer primero? —preguntó Carmen.

—¡Abrazar a mi familia! —dije, sin dudar—. ¡Y nunca volverlos a soltar!

Carmen sonrió.

—¡Te mereces esto, Karina! —dijo—. ¡Eres una heroína!

Me sentí orgullosa, sabiendo que había cumplido mi misión y ahora podría disfrutar de mi vida.

—¡Vamos a celebrar! —dije, agarrando a Carmen del brazo—. ¡Vamos a festejar!

Y salimos de la sala, riendo y llorando, listas para comenzar una nueva etapa en nuestras vidas.

NARRADOR OMNISCIENTE

La mansión Rosenberg estaba envuelta en una atmósfera de expectación esa tarde. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando los rincones de la opulenta decoración, pero no lograba disipar la sensación de inquietud que flotaba en el aire.

La señora Rosenberg, sentada en el salón, miraba fijamente la puerta principal, como si esperara a alguien. Su rostro estaba tenso, y sus manos estaban entrelazadas en su regazo.

Su esposo, el señor Rosenberg, entró en la habitación, notando la tensión en el ambiente.

—¿Qué pasa, querida? —preguntó, acercándose a ella.

La señora Rosenberg se levantó y se dirigió a la ventana.

—No sé —dijo—. Solo siento que algo va a pasar. Algo que cambiará todo.

El señor Rosenberg la rodeó con sus brazos.

—No te preocupes —dijo—. Estamos seguros aquí. Nada malo puede pasar.

Pero la señora Rosenberg no parecía convencida.

—Es como si el destino estuviera llamando a nuestra puerta —dijo—. Y no sé si estamos preparados para lo que viene.

En ese momento, se escuchó el sonido de un coche que se acercaba a la mansión. La señora Rosenberg se volvió hacia la puerta.

—¿Quién puede ser? —preguntó.

La Obsesión Que Nunca Quise +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora