21 - Conocer a la familia (Isabela x Bogo)

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Solían decir los viejos: Nunca te juntes con una mujer que tenga varios ex, porque siempre te comparará con ellos, pero a Bogo Márquez poco le importó para hallar el amor de Isabela Madrigal. Por otro lado, desde que Isabela se separó de Mariano Guzmán tuvo varios fracasos amorosos. A fin de cuentas, que no le gustara él, no significaba dejar de abrirse a las posibilidades. Quería encontrar a alguien que la quisiera tal y como era, con sus pétalos y sus espinas, una persona con la cual compartir libremente su arte, pero todos aquellos que se juntaban a su lado iban buscando a la perfecta Isabela y cuando no la encontraban se marchaban.

Ella conoció a Bogo un martes en la mañana. Él y su familia habían emigrado desde la capital de Colombia, huyendo de la violencia que reinaba en esos momentos. Encontraron en el Encanto un lugar dónde comenzar de cero, un sitio lleno de paz y buenas personas. Isabela, conociendo la tragedia de sus abuelos, sintió empatía hacia la situación de la familia Márquez y decidió apoyarlos de conjunto con el resto de los Madrigal.

Bogo e Isabela sintieron la llamada de Cupido cuando se conocieron. Ninguno de los dos supo el origen de aquellos sentimientos encontrados, pero decidieron aprovecharlos.

En las tardes de ocio, cuando en el Encanto reinaba un silencio de monte y las gentes caminaban de un lado a otro en su quehacer diario, ambos se reunían debajo del puente que daba camino a la casa Madrigal. Ahí hacían hermosas composiciones florales. Bogo era un artista, y le había hablado a Isabela sobre la psicología del color, el lenguaje de las flores y los mensajes que se podían transmitir con cada pieza. A ella le encantaba escucharlo, y con él había aprendido a perfeccionar su expresión artística. Podía convertir cada torrente de frustración en un hermoso cuadro lleno de cáctus, o hacer de la felicidad una obra repleta de girasoles.

Luego de varios encuentros, decidieron darse una oportunidad mutua, ser novios oficialmente. Escogieron una fecha para presentarse ante la familia Madrigal, y así fue. Un viernes al atardecer, la pareja entró por las puertas de Casita. Bogo se acomodó los lentes, tratando de no perderse ni un detalle. La casa era colorida y le encantaba su composición arquitectónica. Se maravilló al ver como cada ventana o ladrillo poseía tanta magia como la que le había demostrado poseer Isabela. Luego se paró en medio del piso central de la morada, miró hacia arriba y formó un cuadro con sus manos alrededor de la vela Madrigal. Alabó lo bien que se veía colocada en ese lugar, provocaba un efecto de punto de fuga que hacía que todas las miradas se dirigieran hasta allí.

Más tarde, todos se reunieron en el comedor. La abuela Alma miraba a la pareja con una sonrisa forzada. Dolores la escuchó murmurar "¡Tiene unos gustos tan extraños como los de su madre!". Julieta sabía lo que la matriarca pensaba, y se rió un poco. Bogo, con su entusiasmo y falta de suerte, era similar a Agustín en sus años mozos. Por otro lado, el padre de Isabela traía el ceño fruncido. Aquel chico era un desconocido que no había nacido en el Encanto, a diferencia de Mariano u otras ex parejas de su hija, no sabía qué esperar de él.

El tío Félix le dio un codazo, y le susurró al oído:
- Tú tampoco naciste en Encanto. Aún así te casaste con Julieta y hasta le diste tres hijas.
- Por eso me preocupo.
Dolores se acercó a ambos, e imitando el gesto de su padre Félix, le dio otro codazo a Agustín.
- La ibas a casar con Mariano, que quería cinco bebés.

Él se puso rojo. Mirabel llegó de la cocina y se quedó observando al novio de su hermana por un buen rato. Le pareció extraño que Isabela se fijara en él. Al lado del guapísimo Mariano Guzmán, Bogo parecía un extraño hombrecillo. Tenía por lo menos la mitad del tamaño de Isabela. Sus ojos saltones resaltaban tras sus lentes. Su bigote y su pequeña barba hacían relicir sus pómulos demacrados. Pero si Isabela lo había escogido, seguramente tenía algo especial.

Luego llegó el tío Bruno, el cual trataba de ocultar una predicción tras su espalda. La tía Pepa se la arrebató, y no formó un huracán sobre su cabeza porque se supo controlar. Bogo lo tomó, y se avergonzó un poco.
- Gracias, señor Bruno, esto es... ¿Un cuadro a relieve?
- ¡Es una visión del futuro!
- Parece que Isabela y yo nos casamos.

Isabela se sonrojó. Le pareció que aquella era una visión algo intensa, pero le alegraba saber que quizás Bogo fuera la persona indicada.
- Y... la señorita Pepa está haciendo un huracán en nuestra boda. - concluyó el chico, mientras terminaba de analizar la visión frente a él.
Todos en la mesa se rieron.

Amores singulares - FluffTober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora