9 - Flores (Nine x Cream)

6 2 0
                                    

Atravesar los multiversos no era tarea sencilla, pero Nine se sentía lo suficientemente capaz. Sonic no había aceptado a acompañarlo, ¡Tonto que era! Igualmente no pensaba rendirse en su búsqueda de un nuevo universo donde habitar, uno sin el Consejo del Caos, sin vidas patéticas y miserables.

Las estrellas y nebulosas formaban un patrón infinito, que se repetían sin cesar a través de la galaxia. Un sonido de alarma que provenía de la nave captó la atención de Nine. Al parecer la energía del fragmento del Prisma Paradoja que le permitía viajar entre los universos, había sido demasiado fuerte para el sistema. Algunas piezas se habían dañado y podían hacer que la nave se detuviera en algún lugar del vacío.

Nine decidió aterrizar en el universo más cercano, donde podría, con más calma, reparar la nave. Haló una palanca, un portal colorido se abrió y le permitió pasar. Había subestimado un poco el daño del vehículo. Al pasar por el portal, la nave perdió equilibrio, y cayó al suelo de aquel lugar desconocido, haciendo un ruido espantoso de chirridos metálicos.

Nine perdió la conciencia. Horas más tarde, escuchó una voz algo chillona que lo despertó. Al abrir los ojos, presenció un cielo azul repleto de nubes blancas, algo tan raro en New Yoke City.

Se incorporó. Vió entonces a una conejita con un pequeño vestido rosa repletos de lazos. Sus ojos eran enormes, y su pelaje de color crema. Tenía un pequeño bolso de tela.
– ¡Sigues vivo! – exclamó ella.

Algo confundido aún, le preguntó qué lugar era aquel.
– ¡Es mi planeta!, ¡El planeta de las flores!

Nine miró a su alrededor. Para ser un planeta "de flores" no vió ni una sola en todo el basto campo. La conejita se presentó, su nombre era Cream. Ella explicó que las flores desaparecían en otoño, y reaparecían en el primavera.
Ya el zorro sabía eso, no era tonto, pero no contó con que en aquel universo nuevo, ya estuviera adelantado el tiempo primaveral.

– Cuando llega el equinoccio de primavera hacemos un festival, donde elegimos a una princesa de las flores, ella hace la ceremonia de la flora.
– Ajá...

Nine, volteó a su nave, y contempló que estaba hecha un desastre. Se pasó una mano por la cara, mientras analizaba cuánto tiempo le llevaría repararla. Cream mostró interés en su vehículo.
– ¿Está roto?
El zorro asintió.
– Eso no es un problema, puedes usar una flor para eso.
– A ver, conejita, no todo se soluciona con florecillas.
– Aquí sí. En este planeta son mágicas.

Abrió su bolsa, y sacó un frasco. Adentro había una flor seca y marchita. Ella la sacó, y la hizo polvo en sus manos. La sopló, entonces se formó en el aire una auténtica nube de lluvia, que soltó sobre ambos una ligera llovizna. Nine quedó sorprendido. Aquella era una cosa científicamente imposible, pero la había visto con sus propios ojos.

– Hay una flor que puede reparar cualquier cosa. Es muy usada, siempre es la primera que se acaba.
– ¿Y cómo consigo una?
– En la ceremonia de la flora, cuando todas las flores abran sus pétalos, podrás buscar una.
El zorro pensó un poco en aquello. Decidió que era la mejor idea, así podría ahorrarse las piezas de mantenimiento que tenía guardadas, por si la nave se volvía a romper durante el resto del trayecto. Agarró su caja de herramientas por si acaso.

Acompañó a Cream hasta su pueblo, donde los habitantes estaban preparando las decoraciones para la celebración primaveral. Habían flores de papel, flores en los vestidos, flores de merengue, flores, flores y más flores por todas partes.

Ella lo llevó frente a una dulcería. Allí había una coneja más grande. Cream la saludó con un beso en la mejilla, y le enseñó al recién llegado, aunque, en su descuido, no le había preguntado su nombre.
– Soy Nine.
– Debe ser por tus colas, ¡Tienes nueve!
– Ajá, sí, me alegra que sepas contar.

La coneja más adulta se presentó como la madre de Cream, Vainilla. Le ofreció unas galletas a Nine pero se negó. El zorro prefería no consumir mucha azúcar.

Vainilla le explicó que si quería tomar una flor después de la ceremonia, debía ayudar con los preparativos, al igual que el resto de los habitantes. Ella les dejó a ambos un par de bandejas con galletas en forma de flor, que debían llevar hasta una mesa con dulces que había en el centro de la plaza.

Resignado, Nine acompañó a Cream a realizar esa misión. Llegaron a la susodicha plaza, donde el sol brillaba, haciendo resaltar los colores vivos de las cadenetas. Dejaron sus bandejas sobre una mesa repleta de dulces.
Al zorro le parecía que lo único que veía eran flores por todas partes, y ya comenzaban a marearle.

Un estruendo se oyó en la plaza. Una especie de alter ego de Big the Cat, sobre una escalera de dudosa fortaleza, había intentado alcanzar una ventana para decorarla. La escalera se había derrengadl, y como medio de salvación, el gato se había agarrado del marco de la ventana, la cual se desprendió ante la gran masa de Big.

Nine y Cream se acercaron. El zorro, con su caja de herramientas en mano, le hizo unos ajustes a la escalera.
– Ahora es mucho más resistente.
Big agradeció, pero él sólo se quedó callado. Volvió a colocar la escalera y se subió por los escalones. Pidió al gato que le alcanzara la ventana desprendida, y tras unos ajustes, la dejó en su lugar.

Se acercaron varios habitantes del planeta florido y aplaudieron a Nine. Él, con una expresión de sorpresa, se limitó a volver a bajar. Nunca se había visto así de elogiado por nadie, sólo por Sonic. Cuando el resto se fue, notó como Cream lo observaba con un brillo de admiración.
– ¡Eres tan inteligente!, ¿Cómo sabes hacer todo eso?
– Llevo años reparando cosas.
– Genial, ¿Sabes? Hay algo que me gustaría que repararas.

Tras esas palabras salió corriendo. Regresó casi diez minutos después. Ya Nine se había hecho la idea de que ella no iba a regresar, pero resultó ser falso. La conejita traía una cajita de música. La abrió, pero la bailarina de su interior parecía congelada, y ninguna música sonó.
– Es un regalo de mi mamá, lamentablemente, se rompió. Estuve esperando a la ceremonia para ver si encontraba una flor para arreglarla. Pero si tú lo puedes hacer, ¡Mejor!

El zorro la examinó. Se sentó en el suelo y comenzó a desarmarla. Solo había un par de piezas sueltas. Volvió a ensamblar el mecanismo. Al abrir la caja, la melodía de una canción infantil resonó en el aire, mientras la bailarina la danzaba.

Los ojos de Cream se llenaron de mucho más brillo. Tenía una sonrisa radiante en su rostro. Le dió un beso a Nine en la mejilla, haciéndolo sonrojarse.

Continuaron ayudando en los preparativos. Al llegar la noche, la plaza se había llenado de gente. Una especie de alter ego de Rosa Oxidada se paró frente a todos.
– Planeta de las flores, bienvenidos una vez más a la ceremonia de la flora. Soy su líder Amy Rose.
Se escucharon varios aplausos y chiflidos.
– Recuerden que días anteriores hicimos las votaciones para decidir a nuestra princesa de la primavera de este año, y la afortunada es... ¡Cream The Rabbit!

La conejita saltó de alegría.
– ¡Soy yo!, ¡Soy yo!
– Felicidades. – dijo Nine, con especial indiferencia. Ella lo agarró del brazo. – ¿Espera qué haces?

Fue arrastrado hasta el lado de Amy Rose, fue humillante.
– Felicidades, Cream, ¿Podrías decirnos quién es él?
– Es Nine, es mi amigo. Es el más inteligente que conozco y la primera flor que crearé como princesa será para él.
– Ya, ya. Esto es vergonzoso.

Amy le entregó una varita a Cream. La conejita la tomó y la sacudió en el aire. Lo que sucedió después fue extraño. Comenzaron a crecer brotes de flores por toda la plaza: por los techos, por las ventanas, por las paredes, por los suelos de concreto. Nine vió crecer un pequeño brote crecer cerca de él, el cual fue el primero en florecer. Tras esa, todas las demás flores abrieron sus pétalos. Fue como una explosión de colores y formas por todo el lugar. Rosas, claveles, tulipanes, amapolas y una eternidad más de variedades.

El zorro tomó la que tenía cerca. Miró a Cream a los ojos, notando su emoción. Ella se acercó a él.
– ¿Ya te vas?
– Sí, muchas gracias por todo.
– Por favor, ven a visitarme alguna vez. – agregó la conejita con un tono de anhelo. – Siento que te voy a extrañar.
Nine asintió y le dió la espalda. Aquella imagen se le quedó grabada en la mente durante mucho rato.

Amores singulares - FluffTober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora