Volumen 6: Gran fínale Acto 2

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Hace mucho, mucho tiempo atrás...

Dentro del vacío los Preceptos para convertirse en una deidad son muchos y muy variados, pero en esencia el requisito común es superar notablemente la media del poder de su reino de origen.

En el pasado dioses y mortales rara vez interactuaban entre sí, pues a los ojos de las deidades los mortales no importaban, los trataban como existencias de clase baja completamente prescindibles, hasta cierto evento...

En las profundidades de un oscuro mar una diosa de ojos dorados abre los ojos, el oxígeno empieza a faltarle mientras rápidamente nada hacia la superficie, lamentablemente, ante ella el cadáver de una deidad la empuja hacia abajo.

Al intentar librarse de él, más cadáveres se hacen presentes oscureciendo las aguas y alejándola cada vez más de la luz...

Desesperada la diosa hace un último esfuerzo abriéndose paso entre los incontables cuerpos de sus camaradas hasta finalmente llegar a la superficie, evidenciando una escena de terror.

Un cielo carmesí eclipsado por un sol negro, mientras que hasta donde puede llegar el horizonte, los cuerpos muertos de incontables deidades flotan en esas aguas, y de pie en medio de estos, yace una persona.

Un hombre medianamente alto envuelto en una capucha harapienta...

Cuando la figura se volvió hacia atrás la diosa rápidamente se escondió debajo de los cadáveres, no obstante, antes de llegar a hacer algo, del cielo un destello dorado se hace presente.

Ante esa escena junto al hombre una pila de huesos envuelta en un manto negro se hace presente, seguidas de otras sombras quienes se posan sobre los cuerpos de los dioses como si fuesen grava.

—Refuerzos del palco divino... —Clama la entidad de los huesos.

—¿Acaso estos tipos nunca se cansan...? —Reclama una de las sombras, una joven mujer de tez pálida ojos dicromáticos azul y violeta quien se aferra a un almohadón...

—Velvet, despertaste en el momento correcto... —Señala un hombre de cabello oscuro y ojos dorados en uniforme militar.

—Werner no eres gracioso, ¿ya nos podemos ir a casa? — pregunta Velvet

—Oye, también tengo sentimientos ¿sabes...?

—Los datos indican que careces de moral, empatía, decencia, piedad, amabilidad o un buen gusto con las mujeres, en conclusión, un bastardo... —Exclama un autómata semi humanoide lleno de armas.

—NORN tiene razón, pero igual te soportamos... —Señala un hombre en habito negro con una espada carmesí envainada.

—No hables como si fuéramos amigos, eres el único que vive en esa fantasía Cheong —Reclama.

—Mis niños, por favor no es el momento ni el lugar para esto... —Clama un hombre joven de tez oscura con una capucha negra y una mirada gentil,

—¡Cállate, Salim! —Reclaman Werner y Cheong al unísono.

—A mí me gustaría tener más amigos... —Murmura una monja con una soga alrededor del cuello.

—Yo solo decía... —espeta Salim bajando la mirada.

—Yo me voy a dormir... —Clama Velvet.

Conforme aquellas personas hablaban de forma ocasional, entre los cadáveres Aziria pudo verlos, salvo por la deidad de los huesos, todos y cada uno eran mortales, aun así, entre todos habían masacrado a un incontable número de dioses.

El Coleccionista de lo Perturbador (Hana no Zenchō 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora