El día avanzaba de manera lenta, arrastrando consigo el peso de la pérdida de Laura y las alianzas traicioneras que habían emergido en la arena. Mientras nos adentrábamos más en el bosque, el ambiente estaba cargado de una tensión que ninguno de nosotros podía ignorar. Juanjo caminaba en silencio, con el rostro endurecido por el dolor. Yo permanecía a su lado, queriendo ayudarlo, pero sin saber cómo.
—No te preocupes —me dijo finalmente Ruslana, con su tono siempre pragmático—. Lo superará. Todos lo haremos. O moriremos.
Su dureza me recordaba lo frágil que era todo en esta arena. Nadie estaba realmente a salvo. Ni siquiera de aquellos en quienes confiabas.
A media mañana, mientras avanzábamos en busca de agua, oímos unos pasos ligeros detrás de unos árboles. Bea fue la primera en alzar la vista, y su voz fue un susurro bajo.
—Hay alguien ahí.
Nos tensamos al instante. Juanjo y yo nos adelantamos con cautela, nuestras manos listas para atacar si era necesario. Cuando nos acercamos más, vimos dos figuras que emergían de entre las sombras. Reconocí sus caras al instante: Cris, del Distrito 10, y Violeta, su compañera. Ambos seguían juntos, un hecho poco común a estas alturas del juego.
Nos miramos en silencio, sin saber si la situación era amistosa o no. Cris levantó una mano, en un gesto de paz.
—No queremos problemas —dijo con una media sonrisa—. Solo estamos buscando algo de comida. Hemos estado solos desde que nos separamos del grupo principal.
Violeta asintió, aunque su mirada estaba llena de miedo, como si cada segundo en nuestra presencia la aterrorizara.
Ruslana se mantuvo en silencio, con su habitual frialdad. Sabía que no confiaba en nadie, y su mano nunca se alejaba de la empuñadura de su cuchillo. Pero por ahora, la tensión parecía contenida.
—Nosotros también estamos sobreviviendo como podemos —respondí, tratando de mantener la calma en mi voz—. No buscamos pelea.
Cris asintió, acercándose un poco más, su mirada pasando rápidamente de mí a Juanjo y luego a Ruslana.
—Quizá deberíamos quedarnos juntos un tiempo, ¿no creeis? La arena está cada vez más peligrosa, y aquí fuera... la mayoría no sobrevivirá mucho más. Las aalianzas son lo único que tenemos.
El silencio se instaló entre nosotros. Sabía que Juanjo estaba evaluando la propuesta, pero después de lo que habíamos visto, especialmente con lo ocurrido entre Ángela y Denna, la idea de confiar en alguien nuevo me hacía sentir incómodo.
—Preferimos ir por nuestra cuenta —dijo Ruslana finalmente, rompiendo la quietud—. Nada personal, Cris, pero no podemos confiar en nadie ahora.
Cris frunció el ceño, pero asintió con una sonrisa forzada.
—Lo entiendo. Pero si cambian de opinión, ya sabeis dónde encontrarnos.
Con eso, comenzamos a alejarnos lentamente. Juanjo me dio un leve toque en el brazo, indicando que debíamos seguir adelante, y justo cuando estábamos a punto de girar por un sendero más denso, sentí un dolor agudo en la espalda, tan intenso que me cortó la respiración.
—¡Ah! —grité, tropezando hacia adelante, mi cuerpo tambaleándose mientras el dolor se extendía por todo mi torso. Miré hacia abajo y vi el filo de un cuchillo sobresaliendo de mi costado. Cris me había apuñalado por la espalda.
—¡Martin! —gritó Juanjo con desesperación, y en un movimiento rápido, se abalanzó sobre Cris, empujándolo con fuerza hacia atrás.
Todo sucedió en segundos. Ruslana, siempre rápida, sacó su cuchillo y lo lanzó hacia Cris. El filo penetró en su pecho, y su rostro se torció de dolor antes de caer al suelo. Violeta, al ver la brutal escena, gritó de horror y salió corriendo en dirección opuesta, desapareciendo entre los árboles.
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The great war
General FictionEn el Distrito 12, la vida de Martin Urrutia ha estado marcada por la pobreza, el hambre y la responsabilidad de cuidar a su hermana menor, Sandra, desde la trágica muerte de su padre. Cuando llega la temida Cosecha, su mundo da un vuelco al escucha...