Duquesa de Durham

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Atención: estamos hablando de una época entre 1700 o 1800, no se especifica el año en concreto. Bajo este contexto las relaciones entre personas del mismo género estaban bien vistas, la homofobia en esa historia no existe o no por lo menos como conventualmente se conoce. 

... 

El día de Chiara empezaba estrictamente a las 05 de la mañana, ella trabajaba desde los siete en una mina, anteriormente era la que se encargaba de extraer carbón pero ahora que era más grande tenía que estar atenta de otras tareas. 

No desayunaba nada más que un café, bastante aguado, y una rebanada de pan de centeno que solía darles el vecino de al lado a cambio de ayuda en su granja. La vida a comienzos de la revolución industrial era difícil, los días siempre eran nublados pues por la ceniza el sol era invisible, los niños eran adultos en miniatura sin hora de recreo, y los adultos iban estresados de un lugar a otro. 

Violeta comenzaba su día a las 09 de la mañana, su dama de compañía le despertaba y ayudaba a ponerse su atuendo, que siempre consistía en un vestido bastante voluminoso de telas importadas de Francia, su desayuno parecía más bien un banquete, huevos duros, café italiano, carnes de todo tipo y frutas frescas de temporada. 

Su padre era el dueño de varias minas a lo largo del país, se habían ganado el título de duques de Durham y ya tendrían un colchón seguro de por vida. 

- Violeta querida - dijo su padre - ahora después iremos al pueblo para que Cayetana se pruebe vestidos para su fiesta, te gustaría acompañarnos - preguntó Juan Carlos

- No quiero ir a ver vestidos papá - dijo quejándose - ¿no puedo ir a pasear mientras estáis ocupados?

- Está bien - se resignó - vendrás al pueblo pero no te podrás separar de Denna - quien era su dama de compañía - ¿está claro?

Violeta simplemente asintió, ella había nacido noble de cuna, aunque siempre hubiera estado expuesta a este tipo de gustos o privilegios solía soñar con ser simplemente una trabajadora más, tener completa libertad para hacer lo que quisiera. 

Para ir al pueblo debería de ponerse algo mucho más discreto, pues siempre que pisaba la ciudad solía tener miradas de todo el mundo, sobre todo miradas de envidia. 

En las afueras de la ciudad estaba Chiara, quien ya tenía las manos y uñas negras de trabajar cavando, llevaba en esa misma labor desde hacía 14 años y aunque estaba cansada no podía quejarse, pues su madre y padre habían caído en una fiebre, las epidemias en los slums eran frecuentes y ella era la mayor de tres hermanos, tenía que ser fuerte. 

- Venga Martin, te tienes que meter ya, eres el siguiente - dijo Chiara mientras dejaba la pala a un lado. Ella misma sabía lo que era meterse dentro de esas minas, donde no se veía nada y donde a los niños los amenazaban con el monstruo de la mina - sino Albert se va a enfadar - le advirtió, Albert era el capataz de la mina, un señor de la aristocracia aunque no gozaba de los lujos de la mayoría tenía aquel privilegio jurídico. 

- No quiero - se quejó el chico que no tendría más de 4 años - me da miedo - dijo abrazándose a Chiara

- No va a pasar nada, el monstruo de la mina y yo somos amigos, me hice amiga de él, no te va a pasar nada - le mintió para que la situación fuera más llevadera

- De verdad - quiso saber

- Te lo juro, cuando salgas le pides una pala a Bea y te pones a cavar conmigo vale? - dijo para animarle

- Deja de entretener a los niños - dijo Albert detrás de ellos

- No le estaba entreteniendo, simplemente estábamos hablando - dijo Chiara en su defensa

KIVI -one shotsWhere stories live. Discover now