SEUNGHO
El sol se colaba a través de las cortinas, iluminando el espacio con una suave luz matutina. El calor que sentía en mi pecho no provenía del sol, sino del cuerpo dormido que descansaba sobre mí. Nakyum, con su respiración tranquila, tenía la cabeza apoyada en mi hombro y su brazo envuelto alrededor de mi cintura. Mi mano descansaba en su espalda, trazando círculos perezosos sobre su piel.
Miré al techo, con la mente en blanco, pero consciente de todo a mi alrededor. No había grandes palabras entre nosotros, y eso estaba bien. El silencio entre Nakyum y yo siempre había sido más elocuente que cualquier conversación.
Recuerdo la primera vez que lo vi. Tenía ese aire distraído, siempre inmerso en sus propios pensamientos, como si el mundo que lo rodeaba no pudiera alcanzarlo del todo. Y, sin embargo, algo en él me llamó la atención. Quizás fueron esos ojos, grandes y expresivos, que decían muchísimas cosas.
Durante mucho tiempo, mantuve mi distancia, observando. Era más fácil así. Yo no era el tipo de persona que se involucraba fácilmente con otros, no después de años levantando barreras que me protegieran del exterior. Pero con Nakyum, algo fue distinto desde el principio. No sé en qué momento exactamente, pero fue a partir de aquella fiesta de la universidad que lentamente comenzó a derribar esas defensas.
Las noches que pasamos juntos se convirtieron en un escape para ambos. Yo, con mis propias cargas y pensamientos que me asfixiaban, y él, con sus inseguridades y miedos. Era como si, cuando estábamos solos, el mundo dejara de existir por un rato. Todo lo demás desaparecía, y solo quedábamos nosotros dos. A veces ni siquiera hablábamos, pero no hacía falta. En su compañía, encontraba una calma que no sabía que necesitaba.
Lo que sentía por él no era algo que pudiera explicarse fácilmente. Al principio, lo negué. Me repetía que solo era una conexión pasajera, algo físico, una distracción de la rutina diaria. Pero cuanto más tiempo pasaba con él, más me daba cuenta de que Nakyum no era solo una distracción. Era algo más.
Lo miré mientras dormía. Su rostro, relajado, sin esas preocupaciones que a menudo veía en él cuando estaba despierto. Me preguntaba si sabía lo importante que se había vuelto para mí, lo mucho que lo necesitaba, aunque nunca lo dijera en voz alta.
Recordé algunas veces que habíamos compartido en público, como en la cafetería de la universidad, donde tratábamos de ser discretos, pero la conexión entre nosotros era innegable. No necesitábamos grandes gestos de afecto para que fuera evidente que algo había entre nosotros. Y aunque no lo dijéramos, las pequeñas cosas lo demostraban. Las miradas, los roces sutiles, entre otras cosas.
Sabía que nuestros amigos sospechaban algo. Era difícil no darse cuenta. Chanwoo siempre hacía algún comentario burlón, y Jaekyung no se quedaba atrás. Jooha también nos miraba curioso, esperando a que confirmaramos sus sospechas. Pero en el fondo, no me importaba lo que ellos pensaran. Nakyum y yo teníamos nuestro propio ritmo, nuestras propias reglas. No necesitábamos las etiquetas que otros nos imponían.
A veces, sin embargo, me preguntaba qué era exactamente lo que teníamos. No éramos solo amigos. Pero ¿podía llamarlo amor? La palabra siempre me había parecido una trampa, algo que te envolvía para luego dejarte caer desde lo más alto. Había visto cómo relaciones destruían a personas, cómo las expectativas podían arruinar lo que una vez había sido puro.
Pero con Nakyum, era diferente. Lo sabía. No necesitaba llamarlo amor para entender lo que significaba tenerlo a mi lado. Lo sentía en los momentos más sencillos, como cuando me sonreía tímidamente, cuando se acurrucaba contra mí buscando calor, o cuando se sonrojaba ante un cumplido que, probablemente, no esperaba de mí.
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Un Refugio En Tí •|ᴘᴇᴀʀʟ ʙᴏʏ|•
Fanfic"Hay amores que solo pueden existir en tu corazón, no en tu vida" • Está historia no sigue la línea temporal del manhwa de Pearl Boy. • Aparición de personajes de otros manhwa, como Jinx, Pintor Nocturno y Bj Alex.