Antes de comenzar el capítulo quiero aclarar lo siguiente. Vamos a dejar que Claudia y Jesús tiene 40 años para que podamos seguir con la historia, se que suena raro pero es para que se den una idea.
Era una tarde tranquila de enero, justo un año después de que Claudia y Jesús decidieron empezar su relación. El viento fresco de invierno recorría las calles de la Ciudad de México, mientras las luces suaves del atardecer comenzaban a teñir el cielo de un tono anaranjado. Claudia y Jesús estaban en el departamento de ella, disfrutando de un momento de calma después de un día agitado. Habían cocinado juntos, como solían hacer cuando querían desconectar del mundo exterior y simplemente disfrutar de la compañía del otro.
Estaban sentados en el sofá, con las piernas entrelazadas y las tazas de té calientes en las manos. El silencio entre ellos no era incómodo, sino una expresión de la profunda conexión que habían construido en esos doce meses. Cada uno estaba sumido en sus pensamientos, pero las miradas cómplices y las sonrisas furtivas decían más de lo que las palabras podían expresar.
Claudia dejó su taza sobre la mesa de café y se recostó contra el pecho de Jesús, sintiendo la calidez y la familiaridad de su abrazo. Él acariciaba suavemente su cabello, disfrutando del simple hecho de tenerla cerca.
—Un año —murmuró ella, con una sonrisa suave en los labios—. ¿Puedes creerlo? Parece que fue ayer cuando empezamos a andar, pero al mismo tiempo, siento que hemos vivido tanto en este tiempo.
Jesús sonrió, asintiendo mientras la mantenía cerca.
—Ha sido un año increíble, a su manera. —Su voz era baja y cálida—. Hemos pasado por tantas cosas, pero aquí estamos, juntos. No puedo imaginarme haberlo hecho con otra persona.
Claudia levantó la vista hacia él, encontrando en sus ojos la misma tranquilidad que sentía. Habían logrado un equilibrio entre sus exigentes vidas laborales y su relación, un desafío que no era fácil, pero que ambos habían abrazado con compromiso y paciencia.
—Tampoco yo —dijo ella, su tono sincero—. Ha sido un año lleno de altibajos, pero siento que lo que hemos construido es fuerte.
Se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la serenidad que compartían. Pero como solía suceder cuando la calma se asentaba entre ellos, la conversación comenzó a profundizarse de manera natural.
—¿Alguna vez te has preguntado cómo sería si…? —comenzó a decir Claudia, sin terminar la frase.
Jesús levantó una ceja, curioso.
—¿Si qué?
Claudia se rió suavemente.
—No sé, si hubiéramos tomado decisiones diferentes en nuestras vidas. Si hubiéramos empezado a salir antes… o si hubiéramos decidido formar una familia antes de que nuestras carreras tomaran tanto protagonismo.
Jesús la miró, pensativo. Era una conversación que nunca habían tenido de manera directa, pero que siempre parecía estar presente, flotando en el aire cuando hablaban sobre el futuro. Sus carreras habían sido una parte importante de sus vidas, y ambos sabían que la política y la ciencia demandaban tiempo y atención. Sin embargo, con el paso del tiempo, habían comenzado a preguntarse si habría espacio para algo más.
—Sí, lo he pensado —admitió él después de un momento—. A veces me pregunto cómo habría sido si hubiéramos tenido hijos antes de que nuestras vidas se volvieran tan complicadas. Pero nunca es tarde para pensar en eso, ¿verdad?
Claudia lo miró, notando la seriedad en su voz.
—¿Lo dices en serio? —preguntó, sintiendo que algo importante estaba a punto de suceder.
Jesús asintió, tomando su mano entre las suyas. El contacto era cálido, firme, y lo que dijo a continuación la tomó por sorpresa.
—Claudia, he estado pensando mucho en esto —comenzó a decir, sus palabras cuidadosas pero llenas de convicción—. Nos hemos dedicado tanto a nuestras carreras, y creo que ambos estamos en un punto donde hemos logrado mucho de lo que nos propusimos. Pero también siento que tal vez es momento de pensar en algo más. En nosotros, en nuestro futuro juntos… en tener un hijo.
El silencio que siguió a sus palabras fue intenso, pero no incómodo. Claudia lo miraba con una mezcla de sorpresa y emoción, procesando lo que él acababa de decir. Jesús, quien siempre había sido más reservado en este tipo de temas, estaba hablando de formar una familia, de dar un paso más allá en su relación.
—¿Un hijo? —preguntó ella suavemente, como si aún no terminara de asimilarlo.
Jesús asintió, su mirada fija en la de ella.
—Sí. Quiero que pensemos en ello. Sé que no es una decisión fácil, y que nuestras vidas son complicadas, pero también creo que si realmente lo queremos, podemos hacerlo funcionar.
Claudia sintió una oleada de emociones cruzar por su mente. Nunca había descartado la idea de tener hijos, pero siempre lo había postergado, pensando que no era el momento adecuado. Y ahora, aquí estaba Jesús, proponiéndole algo que podría cambiar sus vidas para siempre.
—No sé qué decir —admitió ella, con una sonrisa nerviosa—. No esperaba que me dijeras esto hoy, pero… también lo he pensado. —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Siempre me he enfocado tanto en mi carrera que a veces olvidaba que había otras cosas que también quería. Pero ahora, contigo, todo parece posible.
Jesús le devolvió la sonrisa, sus ojos llenos de ternura.
—No tienes que decidir nada ahora —dijo suavemente—. Solo quería que lo consideráramos. Creo que estamos en un buen lugar, y si realmente lo deseamos, podemos hacerlo.
Claudia dejó que sus palabras se asentaran en su mente. La idea de tener un hijo, de formar una familia con Jesús, era algo que nunca había explorado de manera tan concreta hasta ese momento. Habían construido una relación sólida, basada en la comprensión, el respeto y el cariño, y si bien la vida pública de ambos podía ser complicada, había algo en esa propuesta que resonaba profundamente en ella.
—¿Sabes? —dijo finalmente, con una sonrisa que poco a poco se fue ampliando—. Creo que tienes razón. Quizá sea el momento de intentarlo. No sé cómo lo haremos funcionar con todo lo que tenemos en nuestras vidas, pero si es contigo, creo que podemos encontrar la manera.
Jesús la miró, visiblemente emocionado por su respuesta. Sabía que no era una decisión que tomaran a la ligera, pero el hecho de que Claudia estuviera dispuesta a considerarlo lo llenaba de esperanza.
—Lo haremos juntos —dijo él, tomando su rostro entre sus manos y mirándola con una mezcla de amor y determinación—. Sea como sea, encontraremos la manera.
Claudia se inclinó hacia él y lo besó suavemente, sellando en ese gesto una promesa compartida. No era solo la idea de tener un hijo lo que la emocionaba, sino el hecho de que ambos estuvieran dispuestos a enfrentar el desafío juntos, como siempre lo habían hecho.
—Entonces, intentémoslo —dijo ella, sonriendo contra sus labios—. Si lo hacemos, lo haremos juntos, como todo lo demás.
Jesús la abrazó con fuerza, como si en ese momento no hubiera nada más en el mundo que ellos dos. Y en ese instante, sentados en el sofá, bajo la luz cálida del atardecer, empezaron a imaginar un futuro que antes solo había sido una posibilidad lejana. Un futuro en el que no solo serían dos, sino que, tal vez, algún día, serían tres.
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Caminos Paralelos: El Amor y la Búsqueda de Claudia y Jesús
De TodoClaudia Sheinbaum y Jesús María Tarriba, dos estudiantes de física que se conocen en la Facultad de Ciencias de la UNAM en la década de los 70. A lo largo de un año y medio, su relación florece mientras comparten su pasión por la ciencia y sus sueño...