Claudia se quedó unos minutos más en el baño, sosteniendo la prueba positiva entre sus manos, todavía incrédula. Las lágrimas que habían comenzado a rodar por sus mejillas ahora se habían detenido, reemplazadas por una mezcla de emociones que oscilaban entre el asombro y la felicidad. Sabía que este momento llegaría algún día, o al menos lo había deseado con todas sus fuerzas, pero enfrentarse a la realidad de que ahora estaba embarazada era una sensación completamente diferente.
Se dirigió hacia la sala de estar, aún sintiendo una extraña mezcla de nervios y emoción. Sabía que Jesús llegaría pronto, y en su mente empezaba a correr la pregunta: ¿Cómo voy a decirle? Era un momento tan importante, tan cargado de significado, que quería encontrar una manera especial de hacerlo, algo que reflejara todo lo que habían vivido juntos en esos últimos meses, todo el amor y la paciencia que habían cultivado.
Se dejó caer en el sofá y, por unos segundos, cerró los ojos. Podía sentir su corazón latir con fuerza, pero poco a poco, una idea comenzó a tomar forma en su mente. No quería simplemente soltarle la noticia de forma apresurada o sin preparación; quería que el momento fuera memorable, algo que ambos pudieran recordar siempre como el instante en que sus vidas cambiaron para siempre.
Primero pensó en algo sencillo: simplemente esperar a que Jesús llegara y mostrarle la prueba. Pero rápidamente descartó la idea. Jesús era una persona que apreciaba los gestos con significado, y Claudia quería que este momento fuera especial, algo que encapsulara todo lo que habían construido juntos. Se levantó del sofá y comenzó a caminar por la sala, sus pensamientos acelerándose mientras evaluaba distintas posibilidades.
Finalmente, sonrió. La idea le llegó como una revelación: algo personal, íntimo, y lleno de significado para ambos. Decidió que le contaría a Jesús de una forma que reflejara no solo el amor que compartían, sino también el camino que habían recorrido para llegar hasta allí. Claudia se dirigió al cuarto que compartían, abriendo su armario en busca de algo especial.
Allí, en un estante alto, encontró la caja donde guardaba recuerdos importantes: pequeñas notas que se habían escrito en momentos especiales, entradas de cine de citas importantes, y, entre esos objetos, estaba el primer regalo que Jesús le había hecho cuando comenzaron a salir: un pequeño peluche de un conejito blanco, algo que en su momento le había parecido simple, pero que con el tiempo se convirtió en un símbolo de su cariño. Lo tomó con cuidado y sonrió al recordarlo. Aquella noche, Jesús había bromeado diciendo que el conejito representaba "la buena suerte" que tendrían juntos.
Con el peluche en las manos, supo que era perfecto. Decidió colocar la prueba positiva dentro de la pequeña caja de recuerdos, justo al lado del conejito. Cuando Jesús abriera la caja, encontraría el símbolo de su pasado y el mensaje de su futuro, todo junto en un solo momento.
Sonriendo, colocó la caja sobre la mesa del comedor y se sentó de nuevo, su corazón ahora palpitando con una mezcla de emoción y anticipación. Revisó el reloj; faltaban unos 20 minutos para que Jesús llegara. El tiempo parecía moverse más lento de lo normal, pero Claudia usó esos minutos para calmarse y centrarse. Sabía que, por mucho que hubiera planificado el momento, el impacto emocional sería grande para ambos.
El sonido de la puerta la sacó de sus pensamientos. Jesús estaba en casa.
Claudia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando escuchó las llaves girar en la cerradura. Se levantó rápidamente, arreglando inconscientemente su ropa y tratando de no mostrar lo nerviosa que estaba.
Jesús entró con su habitual sonrisa tranquila, pero su mirada cambió al instante al ver a Claudia parada en medio de la sala, mirándolo con ojos brillantes.
—¿Estás bien? —preguntó con preocupación al recordar su mensaje anterior sobre los mareos—. ¿Qué pasó?
Claudia sintió que se le formaba un nudo en la garganta. Pero en lugar de responder directamente, se acercó a él, lo tomó de la mano y lo condujo hacia la mesa del comedor donde había dejado la caja.
—Hay algo que quiero que veas primero —dijo suavemente, sin soltar su mano.
Jesús la miró con curiosidad, pero también con un leve nerviosismo. Algo en su expresión le decía que lo que estaba por suceder era importante, mucho más de lo que podía imaginar. Claudia lo guió hasta la silla y lo invitó a sentarse. Luego, con un leve temblor en sus manos, le pasó la caja de recuerdos que había preparado.
—¿Te acuerdas de esto? —preguntó mientras él tomaba la caja entre sus manos.
Jesús frunció el ceño con una sonrisa, reconociendo la caja al instante. La había visto muchas veces antes, pero no entendía por qué ahora era importante.
—Claro que me acuerdo —respondió, abriendo la tapa con curiosidad—. Es la caja donde guardas todos nuestros…
Su voz se desvaneció al ver el contenido de la caja. El conejito estaba allí, como siempre, pero algo más capturó su atención de inmediato: la prueba de embarazo, con dos líneas marcadas claramente.
Jesús se quedó en silencio, mirando la prueba con incredulidad. Levantó la vista hacia Claudia, quien lo observaba con lágrimas en los ojos, pero con una sonrisa radiante.
—¿Estás…? —Jesús no podía completar la frase. Su voz se rompió por la emoción contenida.
Claudia asintió, apenas pudiendo contener sus propias lágrimas. Se arrodilló frente a él, tomando sus manos entre las suyas.
—Sí, Jesús. Estoy embarazada.
Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Jesús parpadeó varias veces, como si estuviera procesando lo que acababa de escuchar. Y luego, sin previo aviso, una sonrisa enorme iluminó su rostro, una mezcla de alivio, alegría y puro asombro. Las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos mientras se inclinaba hacia adelante, abrazando a Claudia con fuerza.
—No lo puedo creer —murmuró, su voz rota por la emoción—. ¿Es real? ¿De verdad?
—Es real —respondió ella en voz baja, acariciando su cabello—. Después de todo, lo logramos.
Jesús la abrazó aún más fuerte, como si temiera que, si la soltaba, el momento desaparecería. Ambos se quedaron así, en silencio, dejando que la magnitud de la noticia se asentara en sus corazones. Las dudas, la incertidumbre, los meses de intentos fallidos… todo quedó atrás en ese momento. Estaban allí, juntos, y la promesa de un nuevo capítulo en sus vidas había comenzado.
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Caminos Paralelos: El Amor y la Búsqueda de Claudia y Jesús
RandomClaudia Sheinbaum y Jesús María Tarriba, dos estudiantes de física que se conocen en la Facultad de Ciencias de la UNAM en la década de los 70. A lo largo de un año y medio, su relación florece mientras comparten su pasión por la ciencia y sus sueño...