Capitulo 14 (Final): Mi Amor

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Las semanas pasaban lentamente para Claudia mientras permanecía en casa, siguiendo las indicaciones del doctor. Cada día se sentía más ansiosa por la llegada de su bebé, y aunque disfrutaba de la tranquilidad, la monotonía había comenzado a pesarle.

Una tarde, mientras miraba por la ventana y contemplaba el bullicio de la ciudad, una idea le cruzó la mente. Había pasado mucho tiempo desde que salió de compras y casi no había visto a sus compañeros de trabajo. Con un pequeño empujón de emoción, decidió que haría algo inesperado: visitaría su oficina. No podía dejar que la incertidumbre de su nueva vida la mantuviera atrapada.

Claudia se preparó rápidamente, asegurándose de que nadie en casa sospechara. Se puso un vestido cómodo y una chaqueta, y cuando estuvo lista, salió de casa con una mezcla de emoción y nerviosismo. El viaje al trabajo la llenó de recuerdos, risas compartidas con sus compañeros y la adrenalina de estar en su entorno familiar.

Al llegar a la oficina, fue recibida con abrazos y sonrisas. Sus colegas estaban felices de verla, y Claudia se sintió revitalizada al estar rodeada de energía positiva. Pasaron las horas hablando, riendo y compartiendo anécdotas. Pero a medida que el tiempo avanzaba, comenzó a sentir una incomodidad en su vientre.

Trató de ignorarlo al principio, pensando que era solo el nerviosismo de estar fuera de casa después de tanto tiempo. Sin embargo, la sensación fue aumentando. Entonces, de repente, sintió un líquido cálido deslizarse por sus piernas. Su corazón se detuvo al darse cuenta de lo que estaba sucediendo: había roto fuente.

—Oh no, no, no... —murmuró, tratando de calmarse, pero el pánico comenzó a invadirla.

Con el corazón latiendo con fuerza, Claudia supo que tenía que actuar rápidamente. No podía quedarse ahí; necesitaba a Jesús a su lado. Con manos temblorosas, buscó su teléfono y marcó su número. Esperaba que no se molestara por su decisión de salir sin decirle nada.

—Hola, Claudia, ¿dónde estás? —respondió Jesús al contestar, su voz llena de preocupación.

—Jesús, necesito que vengas a la oficina... —dijo, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba.

—¿Qué pasa? ¿Por qué? —preguntó él, notando su tono inusual.

—Rompí fuente —confesó, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar—. Lo siento mucho por haber salido sin avisar, pero... necesito que estés aquí.

Hubo un silencio breve al otro lado de la línea, y Claudia podía imaginar la expresión de sorpresa y preocupación en el rostro de Jesús.

—Voy para allá, Claudia. No te muevas. ¿Estás bien? —preguntó, su voz llena de urgencia.

—Sí, creo que sí... solo... estoy un poco asustada. —Claudia respondió, sintiendo que la ansiedad se apoderaba de ella.

—Está bien, calma. Llego en unos minutos, y todo estará bien. Mantén la respiración tranquila, ¿de acuerdo? —dijo Jesús, su voz suave y reconfortante.

Claudia asintió, aunque sabía que él no podía verla. Cerró los ojos por un momento, tratando de calmar su mente. El tiempo pasó lentamente mientras esperaba, y cada segundo parecía una eternidad. Sabía que debía prepararse para lo que vendría, pero la incertidumbre la llenaba de miedo.

Unos minutos después, la puerta de la oficina se abrió de golpe, y Jesús entró, con el rostro pálido pero decidido.

—Claudia, ¿dónde estás? —gritó, buscando con ansiedad.

Ella levantó la mano y él se apresuró hacia ella, tomándola por los hombros.

—¿Qué pasó? —preguntó, sus ojos escaneando su rostro y luego bajando hasta su vientre.

Caminos Paralelos: El Amor y la Búsqueda de Claudia y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora