En el consultorio de la Dra. Park Rose, un lugar de calma en el ajetreo de la ciudad, cada día traía una nueva historia. Sin embargo, cuando Lisa Manoban, una joven con una mezcla de tristeza y determinación en sus ojos, entró por primera vez, algo...
La noche estaba en silencio, pero dentro de mí, todo era caos. Lisa había salido después de nuestra última pelea, y una parte de mí se debatía entre dejarla ir o salir a buscarla. El miedo, el dolor, y el vacío que sentía por su ausencia me empujaron a tomar mi abrigo y salir a encontrarla. Sabía que algo no estaba bien, que algo estaba terriblemente mal.
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Las calles, desiertas bajo el frío aire nocturno, parecían interminables. Mi mente, nublada por pensamientos oscuros, me llevó a un solo lugar: la casa de Jennie. Sabía que Lisa no estaría con nadie más. Jennie había vuelto para meterse entre nosotras, llenando la mente de Lisa de dudas, jugando con sus emociones, haciéndola cuestionarse todo.
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Al llegar, vi las luces encendidas. Mi corazón se aceleró. Sabía que estaba a punto de presenciar algo que cambiaría todo, pero aun así, caminé hacia la ventana, temblando de pies a cabeza.
Al asomarme, vi lo que más temía.
Lisa estaba en el sofá junto a Jennie, demasiado cerca. Jennie hablaba en un tono suave, y Lisa la miraba con una expresión que no reconocía. Estaba confundida, vulnerable. El brillo en sus ojos, uno que yo conocía tan bien, ya no estaba dirigido hacia mí. Cada palabra que Jennie decía parecía calar más hondo en Lisa, hasta que, finalmente, Jennie hizo su jugada.
Jennie: susurrando-"Te extraño, Lisa. Nadie te entiende como yo."
Mi corazón se detuvo.
Jennie se inclinó hacia Lisa, lenta pero decidida, y le dio un beso. Un beso que nunca debió ocurrir. Un beso que destrozó todo en ese momento. Pero lo que más me rompió fue que, después de un segundo de duda, Lisa le correspondió. Cerró los ojos y devolvió el beso, como si una parte de ella aún estuviera conectada con su pasado.
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