Capitulo 7: "El precio del poder"

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Reissende sentía la oscuridad, latente y peligrosa, como una sombra que amenazaba con tragárselo entero. Pero no tenía miedo. Había venido preparado para esto, sabiendo que la confrontación era inevitable.

-Sabes, muchacho -dijo Bredraguer, con voz calmada casi antinatural- los Arv siempre han sido tan... predecibles. Su orgullo es lo que los lleva a la ruina, una y otra vez. ¿Es que no lo vez?- Esbozó una sonrisa torcida, cargada de malicia contenida.

Reissende apretó los dientes, desenvainando su espada con un movimiento rápido, reflejando las pocas luces de la sala a través del frío acero.
No se iba a permitir ceder ante los juegos mentales de Bredraguer. Sabía lo que estaba en juego y no tenía tiempo para caer en provocaciones.

-La Xenotima -repitió Reissende, su voz era firme-. Dámela o te la quitaré.

Bredraguer soltó una carcajada baja, retumbante, como si hubiera estado esperando esas palabras.

-¿Y qué harías con ese poder, Reissende?-preguntó en tono curioso, casi burlón-.¿Crees que controlarlo te hará diferente a mí? La roca no responde a la voluntad del débil. Ni siquiera te conoces a ti mismo por completo, ¿cómo crees que vas a reaccionar cuando te muestre eso que existe dentro de ti pero que no quieres ver?

Antes de que Reissende pudiera replicar palabra siquiera, el aire en la sala cambió. Algo no se sentía normal; el aire comenzó a arremolinarse a su alrededor, levantando el polvo del suelo. Al mismo tiempo, Bredraguer levantaba una mano. En esta yacía una esfera de poder palpitante, casi como si toda la energía de su cuerpo estuviese concentrada en ella. Era visible, palpable, tangible, y Reissende sabía con toda certeza que de ese ataque no podía escapar: debía pensar rápido.

-El poder de la Xenotima no es lo que crees -la voz de Bredraguer era más baja ahora, pero seguía cargada de amenaza-. No vas a soportar lo que viene, no tienes idea. Como yo no puedo hacer uso de ella, ella no tiene poder sobre mí. Lo que ves es lo que soy. Pero tú, en cambio, dices ser diferente a los demás, pero ambos sabemos que eso es una falacia. Somos más parecidos de lo que crees, y si aún así te niegas a verlo, te lo voy a demostrar.

Reissende no vaciló. Con un paso firme, se lanzó hacia adelante, con su espada en alto. El acero pareció cortar el aire, directo hacia el anciano. Pero en un parpadeo, la figura de Bredraguer se desvaneció, dejando tras de sí solo una sombra borrosa. Reissende frenó su golpe a tiempo, girando sobre sus talones para buscar a su oponente, que ahora se materializaba detrás de él.

-Eres demasiado lento -murmuró Bredraguer, al tiempo que lanzaba un golpe de energía directo hacia Reissende.

Reissende apenas pudo seguir el ritmo de la batalla cuando ya le habían golpeado el brazo. El frío de toda esa energía recorrió su parte izquierda; apenas logró percibir algo. Se entumeció, pero no le importó. Reissende no podía permitirse sentir dolor. No ahora. Su espada había desviado algo del impacto, pero el golpe que recibió lo hizo retroceder un par de pasos.

Bredraguer avanzaba con calma, sus movimientos eran bien calculados. Era evidente que había peleado muchas batallas, y que ninguna había sido sencilla. Reissende lo sabía, y eso solo lo impulsaba a no dar tregua. Con un enorme esfuerzo, arremetió de nuevo, esta vez más rápido, buscando cualquier
abertura.

Chocaron, su espada contra la energía que desprendía Bredraguer, en un estruendo que sacudió las paredes de la sala. Reissende sentía la presión creciente sobre su arma,pero no cedió terreno. La mirada desafiante de Bredraguer encontró la suya, y por un breve momento, algo pasó entre ellos, un reconocimiento mutuo de sus fuerzas y convicciones. Ambos estaban casi al mismo nivel de poder en batalla, era indiscutible.

El legado de Solveigh; Entre runas y sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora