Desde el momento en que nacemos, los Arv llevamos una marca: una runa que dicta nuestro destino. Para algunos, es una bendición, un signo de favor divino, pues no todos los descendientes directos de Solveig reciben este llamado. Pero para otros, la marca es una condena. Tener que separarse de sus hijos a tan temprana edad es un sacrificio amargo, solo para entregarlos a un propósito que pocos comprenden. Porque aunque compartimos la misma sangre, los secretos más profundos solo son revelados a unos pocos, mientras que el resto es apartado por su seguridad. Arv no es simplemente un nombre, es el peso de un legado. Aquellos elegidos son entregados a los ancianos, antiguos guardianes de las palabras y leyendas olvidadas. Son ellos quienes reparten el conocimiento, que ha sido fragmentado a propósito entre nosotros para proteger un secreto mayor: la entrada al corazón que todos resguardamos.
El sacrificio de Solveig no solo preservó el legado, también selló nuestro destino. Cada uno de nosotros está atado por su decisión, y aún vivimos bajo su sombra. Ningún perteneciente a Arv posee el conocimiento absoluto. El poder está dividido entre todos, como piezas de un rompecabezas imposible de armar. Solo cuando el consejo se reúna, cuando cada guardián entregue su parte del saber, podremos reconstruir el mapa hacia la verdad. Pero eso nunca ha ocurrido, y nunca ocurrirá. Mientras tanto, permanecemos vigilantes, preparados para nuestra misión. Porque el tiempo, inevitablemente, corrompe y a medida que el mundo envejece, la avaricia y el ansia de poder continua creciendo en los corazones de los hombres.
Reissende pensaba en todo esto mientras observaba la montaña que se encontraba ante él analizando todo lo que lo había conducido a estar ahí. Los rebeldes habían causado problemas, sí, pero... ¿eran ellos la verdadera amenaza? ¿O solo piezas en un juego mucho más grande? Si los rebeldes eran peones, ¿quién movía las cuerdas? ¿Quien o qué estaba detrás de todo esto? Día con día, estas preguntas lo atormentaban, privándolo del descanso. El peso de su propósito se hacía denso, más turbio con cada paso que avanzaba, porque en un mundo que se desmoronaba en corrupción, ¿serían capaces de proteger aquello por lo que habían luchado tanto?
Mientras leía la bitácora, Reissende encontró algo que le llamó la atención, tanto que se paralizó. Las hojas ya amortiguadas y envejecidas decían lo siguiente:
"Creo que estoy agotado. Lo único que veo son grietas insignificantes, casi invisibles. A veces, el viento me engaña, y escucho palabras que no logro entender. Me esfuerzo por ignorarlo. Deben ser solo signos de fatiga."
Continuó leyendo. Se percató que algunas semanas después de aquel señalamiento, la escritura de Den cambió. La tinta parecía derramada, la letra apretada, y sus palabras cargadas de urgencia:
"Las grietas han cubierto la montaña rápidamente. Pensaba que eran insignificantes, pero ahora son imposibles de ignorar. No creo que sean naturales... siento una inquietud que me carcome. No creo que pertenezcan aquí. No creo que sean producto de causas geológicas. Algo más grande está ocurriendo, algo que no logro comprender"
Las manos de Reissende temblaron. Podía sentir una vibración, algo leve, casi imperceptible. Pero entonces, el suelo bajo él comenzó a latir, era casi como un pulso, como si algo intentara liberarse.
Se detuvo de nuevo en las notas, encontrando nuevamente palabras encriptadas que apenas lograba entender. Sin embargo, llegó a descifrar algunas, se sentían como piezas de un rompecabezas que estaba incompleto.
"... sonidos desde el interior de la montaña... murmullos... no deberían existir... imposible ignorar..."
Si esto era así, significaba que algo había estado luchando por escapar de su confinamiento en Kjeragbolten, algo estaba rompiendo el corazón mismo de la montaña. Eso también implicaba que todos se habían equivocado con Den, que Reissende siempre tuvo razón. Nunca hubo traición, ni pérdida de cordura, ni fue el alcohol lo que nubló su juicio... Todo encajaba ahora.
De repente, la verdad lo golpeó: tenía que recoger sus cosas lo más rápido posible. No había tiempo para reflexionar. Si las grietas, los murmullos, y las vibraciones descritas en aquellos escritos eran reales —y él acababa de sentirlas—, entonces lo que le ocurrió a Den también podría ocurrirle a él. Y aunque se alejara lo más posible de todo esto, ¿hasta dónde llegaba la influencia de esta fuerza sobre él?
Un escalofrío lo recorrió. El aire de la montaña se volvió pesado, cargado de una humedad que casi podía oler. Ya habría tiempo para analizarlo más adelante. Su preocupación inmediata era que, fuera lo que fuera que estaba atrapado en las profundidades, ahora estaba listo para emerger.
Empezó a sospechar, con razón, que lo que le sucedió a Den no había sido una coincidencia. Algo desde el interior lo había manipulado, pero ¿qué? ¿Los demás ancianos sabían algo al respecto o el pobre Den ni siquiera tuvo la oportunidad de consultarles? Arv no podía permitir, de ninguna manera, que ese portal se abriera. Ambas dimensiones no podían coexistir nuevamente. Debían protegerlo a toda costa.
El único problema era que, sin pruebas reales, no podría lograr nada. La única persona capaz de ayudarlo era la anciana. Pero si ella había estado allí después de que Den hiciera su último sacrificio, ¿acaso no estaría ya al tanto de todos los fenómenos que estaban ocurriendo? Reissende no podía pensar con claridad mientras huía lo más lejos posible de aquel lugar. Si sus observaciones eran correctas y la anciana estaba al tanto de lo que ocurría, eso solo podía significar dos cosas.
En primer lugar, que realmente había un traidor dentro de Arv, lo que significaba que ni siquiera podían confiar en sus propios aliados. Pero si no era traición, entonces la anciana podría estar siendo manipulada por aquello que intentaba liberarse. Y en segundo lugar, si Arv ya tenía conocimiento de estos fenómenos, ¿por qué no había ningún registro de ellos en los archivos? ¿Acaso nuestra organización está también corrompida?
El alivio y la felicidad infinitas que había sentido al estar en la cima de Kjerag se borraron al instante en que dio el primer paso para marcharse. Ahora tenía un solo propósito en mente: protegerse a toda costa y escapar de allí. Pero, mientras corría, una extraña debilidad se apoderó de él. Sintió cómo su fuerza lo abandonaba repentinamente, hasta que sus piernas ya no pudieron sostenerlo. Cayó al suelo y quedó inconsciente.
En ese estado, Reissende sintió como si su cuerpo flotara en el espacio. Todo estaba en calma, una quietud que contrastaba con el caos que había experimentado momentos antes. Aunque la oscuridad lo envolvía, no sentía peligro, al menos no como antes. Asombrado, se dio vuelta, pero allí no había nada, solo él y el sonido de su respiración, ahora tranquila.
—Veo que eres más fuerte— escuchó una voz en la oscuridad.
Reissende se quedó inmóvil, sin poder reconocer quién hablaba. Se preguntó dónde estaba, y qué clase de lugar era aquel.
—Aunque, si llegaste aquí, no lo eres tanto —continuó la voz, con un tono burlón—. Listo, quizás sí. Pero no fuerte.
La burla en la voz lo desorientó aún más. Estaba confundido, aturdido, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo. ¿Era acaso un sueño o algo más?
—Cuando despiertes, recuerda que estoy aquí. No sabes quién soy, pero yo sé muy bien quién eres —la voz se desvaneció.
Antes de que pudiera entender el significado de esas palabras, o siquiera formular respuesta alguna, todo se volvió aún más oscuro. La calma se desvaneció, y el miedo volvió a invadirlo. Reissende comprendió que lo que estaba por enfrentar, tanto fisicamente como en el plano de lo desconocido, estaba más allá de lo que un día pudo haber imaginado.
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El legado de Solveigh; Entre runas y sombras
AvontuurSi te apasionan las historias épicas llenas de misterio, sacrificio y mitología, El legado de Solveig: entre runas y sombras es una lectura que no te puedes perder. Sigue la travesía de Solveig, una guerrera marcada por el destino, mientras lucha po...