Capitulo 11: "El camino hacia el equilibrio"

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Reissende se detuvo frente al pasillo del antiguo templo. Las paredes de piedra, cubiertas por musgo y raíces centenarias, incluso en aquella inhóspita área parecían estar impregnadas de la misma energía dormida que mantenía erguido este templo.  El aire ya no parecía denso, se encontraba ligero al igual que la magia en aquel lugar. Sabía que el circón, una de las piedras más poderosas extraídas de Yggdrasil, estaba escondido allí, debía estar cerca. Pero los rumores advertían que el templo estaba lleno de trampas y acertijos que pocos habían logrado superar, por eso es que se consideraba tan peligroso. Pero no había otra opción: necesitaba esa piedra para sellar las grietas y detener la corrupción que asolaba el mundo. Si la característica del circon era real, el canalizar todo el poder que le había brindado la Xenotima, el de la naturaleza que recién había aprendido a utilizar y el suyo mismo, podría abrir una enorme brecha entre ganar la batalla o perder.

Reissende observaba el templo con el ceño fruncido, sintiendo una presión en el pecho. El viento frío del valle acariciaba su piel, pero no era eso lo que lo inquietaba. Con un último vistazo al cielo nublado, apretó los puños, tratando de estabilizar su respiración.

"No hay marcha atrás", pensó, inhalando profundamente. Su pecho subía y bajaba, cada vez más calmado. Su mano derecha tocó el borde de la capa, ajustándola como si quisiera asegurarse de que todo estaba en su sitio, mientras su mente seguía martilleando. "Control... necesitas control."

Al dar unos pasos, sintió una extraña vibración bajo sus pies, y una piedra se movió bajo su peso, cerrando la entrada tras él. Ahora no había vuelta atrás. Frente a él, una puerta de bronce adornada con inscripciones rúnicas brillaba en la penumbra. Al acercarse, las runas comenzaron a moverse, y una voz profunda resonó en la cámara:

"Solo aquel que acepta su sombra puede atravesar este umbral. ¿Quién eres tú sin tus fracasos?"

Reissende sintió una punzada en el pecho. Imágenes de su pasado comenzaron a proyectarse en las paredes de la cámara: momentos en los que había fallado a sus compañeros, cuando su orgullo lo cegó o su miedo lo paralizó, cada error que había cometido y le había costado vidas. Todo lo que intentaba enterrar aparecía de nuevo ante él.

Sus manos temblaron al principio, pero luego recordó las enseñanzas de los Arv. El pasado no podía cambiarse, pero podía aprender de él. Reissende se arrodilló ante las imágenes y murmuró: "Soy el eco de mis errores y la sombra de mi duda, pero también soy quien ha aprendido de ellos. Soy luz y oscuridad, debilidad y fortaleza. Soy lo que ves, y lo que no. Soy aprendiz del mundo y de mis elecciones"

Las imágenes desaparecieron y la puerta de bronce se abrió, permitiéndole continuar. Había dado el primer paso, aceptando su pasado sin permitir que lo definiera. El largo pasillo continuaba y este lo llevó hacia una sala. Era un amplio corredor lleno de trampas, con el suelo cubierto de azulejos que reaccionaban al más mínimo movimiento. Rayos de luz se colaban por pequeños agujeros en las paredes, creando patrones entrecruzados de luz y sombra.

Al avanzar, Reissende notó que su cuerpo respondía de forma diferente. La Xenotima entremezclada con la magia de aquel lugar le proporcionaban reflejos eran más rápidos, sus movimientos eran más precisos. Las nuevas habilidades que había desarrollado en su misión comenzaban a manifestarse.

Al principio, intentó cruzar el corredor con la misma  estrategia que había utilizado antes: calculando cada paso, analizando cada patrón. Pero pronto se dio cuenta de que las trampas eran demasiado rápidas y complejas. Si no confiaba en su instinto, no lograría atravesarlas. Cerró los ojos por un momento, respiró profundamente y comenzó a moverse.

Sus pies se deslizaron con agilidad por los azulejos, esquivando los rayos de luz y las trampas ocultas. Saltaba, giraba y se agachaba con una precisión que antes no había conocido. Era como si su cuerpo y su mente estuvieran alineados de una manera nueva, poderosa.

Cuando llegó al otro lado, sintió que había dominado por completo estas nuevas habilidades. Se tomó un momento para reflexionar: lo que antes lo asustaba ahora era parte de él.

La última sala del templo era la más grande y majestuosa. Columnas doradas se alzaban en cada esquina, y el suelo estaba cubierto de símbolos élficos brillando tenuemente. En el centro de la sala había una balanza rúnica de piedra, y a su alrededor, estatuas de antiguos elfos, cada una sosteniendo un objeto distinto: una espada, una hoja de árbol, una piedra luminosa, y una pluma azul.

Reissende caminó hacia la balanza, sabiendo que este era el último acertijo. Debía equilibrar los objetos correctamente, y cada uno representaba un aspecto de su ser: la espada, su deber hacia los Arv; la hoja, su conexión con la naturaleza e Yggdrasil; la piedra luminosa, su búsqueda de la verdad; y la pluma azul, su miedo y sacrificios.

Con sumo cuidado, colocó cada objeto en los platos de la balanza, ajustando su peso simbólico. Si ponía demasiado énfasis en uno, el equilibrio se rompería. Así que después de varios intentos y momentos de profunda reflexión, Reissende se dio cuenta de que solo cuando aceptara tanto su fuerza como su miedo, su deber como su sacrificio, la balanza se equilibraría. Es así que lo hizo, colocó la pluma y la espada, la piedra y la hoja y solo así abrió el camino.

El suelo bajo sus pies vibró, y la sala se iluminó con una luz dorada. De la grieta en el suelo emergió una cámara oculta, revelando el cuerpo de un antiguo elfo recubierto de oro, y en su pecho, incrustado entre las costillas, brillaba el circón. El cadáver yacía en paz, como si estuviera protegiendo el objeto incluso en la muerte. Reissende se acercó lentamente, sabiendo que este no era solo un tesoro, sino una reliquia sagrada.

Para extraer el circón, tuvo que usar la magia que había aprendido recientemente y controlar la energía que fluía dentro de él. Las raíces que envolvían al cadáver intentaron atraparlo, como si no quisieran que perturbara el reposo del elfo. Sin embargo, con calma y precisión, Reissende utilizó sus habilidades para liberar el circón sin dañar las raíces ni al cuerpo.

Justo cuando lo tomó entre sus manos, una sensación abrumadora lo invadió. Una conexión. Como si el circón contuviera algo más que poder: contenía un alma, un recuerdo. De repente, el templo se llenó de una luz cegadora, y por un instante, pudo ver a Solveig. No era una visión difusa ni un eco. Ella estaba allí, luchando con una sombra gigantesca dentro de Yggdrasil. Sus miradas se cruzaron.

Solveig no habló con palabras, pero Reissende sintió lo que ella transmitía: no estaba sola en esa lucha, y él tampoco lo estaría.

El circón brilló aún más intensamente, y la visión de Solveig desapareció, dejando a Reissende solo en el templo. Pero ya no sentía soledad. Sabía que ahora estaban conectados de alguna manera, y que el destino de ambos, así como el de Yggdrasil, dependía de lo que hiciera a continuación.

Ahora, con el circón en su poder, Reissende abandonó el templo, listo para enfrentar la siguiente etapa de su misión.

El legado de Solveigh; Entre runas y sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora