Renacer entre Ruinas
El tic-tac del reloj en la habitación del hospital resonaba como un recordatorio incesante de la fragilidad del tiempo. Las horas desde la cirugía de Finn se estiraban como una cuerda tensa a punto de romperse. Catra había estado sentada junto a la cama de su hija todo el tiempo, con las manos temblorosas y la mirada fija en el rostro adormecido de Finn. La pequeña respiraba de manera tranquila, casi ajena a la angustia que inundaba la habitación. Los monitores que vigilaban su estado eran el único sonido que rompía el silencio, junto con el murmullo ocasional del personal médico que pasaba por el pasillo.
Al otro lado de la habitación, Adora estaba sentada en una silla, su postura rígida y su mirada perdida en algún punto en el espacio. El brillo en sus ojos azules no era el de la guerrera invencible que el mundo conocía, sino el de una mujer rota, profundamente consumida por la culpa. Sus manos descansaban entrelazadas sobre su regazo, apretando con fuerza, como si ese simple gesto pudiera mantener juntas las piezas de su alma.
Habían pasado tantas cosas entre ellas, tantas palabras dichas con rabia, tanto dolor acumulado. Y ahora, aquí estaban, compartiendo el mismo espacio, pero separadas por una barrera invisible que parecía imposible de romper.
—Adora... —susurró Catra finalmente, incapaz de soportar el peso del silencio. Su voz era suave, casi vacilante, como si temiera que cualquier palabra pudiera derrumbar el delicado equilibrio que mantenía la paz en la habitación—. Gracias por lo que hiciste. Finn... no sé cómo hubiera sobrevivido sin ti.
Adora levantó la mirada lentamente, su expresión permaneció inescrutable por un momento, pero algo en sus ojos se suavizó al escuchar las palabras de Catra. Sabía que ese simple agradecimiento llevaba mucho más detrás. Había sido años de distancia, de peleas, de un resentimiento profundo que había crecido entre ambas como una grieta. Pero Finn era lo único que las mantenía conectadas, lo único que había traído a Adora de vuelta cuando más se necesitaba.
—No tienes que agradecerme, Catra. —respondió Adora en un susurro, su voz ronca por la falta de uso—. Ella también es mi hija... Aunque sé que he estado ausente. No puedo cambiar eso, pero estoy aquí ahora.
Catra cerró los ojos por un instante, luchando contra el torrente de emociones que comenzaba a surgir. La mención de Finn como su hija, el reconocimiento de ese vínculo, había sido algo que Adora siempre había negado, lo que había profundizado la herida entre ambas. Pero ahora, escuchar esas palabras era como un bálsamo, aunque las cicatrices aún estuvieran ahí, recordando el daño del pasado.
—¿Ahora? —replicó Catra, su tono más agudo, incapaz de controlar el resentimiento que burbujeaba en su interior—. ¿Qué me asegura que no volverás a irte? Lo has hecho antes, Adora. —Su voz temblaba, y finalmente, sus ojos se encontraron—. ¿Qué pasa si las cosas se complican otra vez?
Adora sostuvo la mirada de Catra, y por un momento, todo el dolor, la frustración y la culpa se reflejaron en sus ojos. Pero en lugar de retroceder, Adora se levantó de la silla y cruzó la pequeña habitación hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad que titilaban a lo lejos.
—No huiré. No esta vez. —dijo en voz baja, pero firme, casi para sí misma—. He aprendido de mis errores. He perdido tanto ya... no puedo perderte a ti ni a Finn. —Su tono fue ganando intensidad—. Prometo que voy a luchar por nosotras, por ti, por ella. Ya no más misiones, no más excusas.
El silencio llenó la habitación de nuevo, esta vez más denso, más lleno de emociones no expresadas. Catra miró a Adora, su espalda tensa mientras observaba la ciudad. Las palabras resonaban en su mente, pero también lo hacía el recuerdo del pasado, de las veces que Adora se había ido, dejándola sola con su dolor y las expectativas rotas.
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PERFIDIA.
FanfictionAU. ADAPTACIÓN. Tres años después de que Adora dejó de vivir con Catra por creer que le había sido infiel y que su hija no era suya, algo hizo que tuvieran la necesidad de reunirse: Habían secuestrado a Finn. Todos sabían que Adora era la única que...