CAPITULO 4 : Una Nueva Vida

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La expectación había ido en aumento durante meses y por fin había llegado el momento.

Suzune se había puesto de parto a última hora de la tarde, y el camino hasta el hospital había sido un torbellino de nervios y excitación.

Kiyotaka había sido un pilar de calma, aunque su corazón latía con fuerza por el peso de lo que estaba a punto de ocurrir. Ahora estaban en la sala de partos y el ambiente estaba cargado de una mezcla de tensión y alegría.


Suzune agarraba con fuerza la mano de Kiyotaka y respiraba entrecortadamente a medida que las contracciones se hacían más fuertes. A pesar del dolor, sus ojos estaban concentrados, decididos.


Siempre había tenido un carácter fuerte, y ahora no era diferente. Kiyotaka permaneció a su lado, con su presencia firme y tranquilizadora, ofreciéndole todo el apoyo que podía.



"Esfuérzate un poco más, Suzune"


animó la doctora, con voz tranquila pero firme.



"Lo estás haciendo muy bien".




Suzune asintió, con el rostro bañado en sudor, y con un último y decidido empujón, un grito agudo llenó la habitación. El sonido de la primera respiración de su bebé fue como música para sus oídos. A Kiyotaka se le encogió el corazón al contemplar la diminuta figura que sostenía la enfermera.



"Es un niño"


anunció la doctora con una sonrisa, mientras le entregaba el bebé a Suzune.


Un torrente de emociones inundó a Suzune cuando sostuvo a su hijo en brazos por primera vez. Era tan pequeño, su piel sonrojada y cálida, sus ojos cerrados mientras seguía llorando.



Pero para Suzune era lo más hermoso que había visto en su vida. Se le llenaron los ojos de lágrimas y miró a Kiyotaka, que contemplaba a su hijo con expresión de asombro.



"Kiyotaka"



susurró Suzune, con voz temblorosa.



"Mírale... es perfecto".



Kiyotaka se quedó mudo, con los ojos clavados en el pequeño bebé acunado en los brazos de Suzune.



Extendió la mano, que temblaba ligeramente, y tocó con suavidad la suave mejilla de su hijo.



El llanto del bebé se calmó y su manita rodeó instintivamente el dedo de Kiyotaka. Fue un gesto tan sencillo, pero abrió algo dentro de Kiyotaka, y antes de que se diera cuenta, las lágrimas corrían por su rostro.



"Es... es precioso"


se atragantó Kiyotaka, con la voz cargada de emoción. Nunca había imaginado que pudiera sentir tantas cosas a la vez: amor, orgullo, alegría y un profundo sentido de la responsabilidad. Aquel pequeño ser humano era su hijo, su familia, y la idea le sobrecogió de la mejor manera posible.



Suzune vio llorar a Kiyotaka, y sus lágrimas fluyeron libremente. Siempre había sabido que Kiyotaka era fuerte, pero verle tan vulnerable, tan abiertamente emocional, le hacía quererle aún más.



Extendió la mano que tenía libre y le secó las lágrimas de las mejillas.



"Gracias, Kiyotaka"


La vida Después del instituto (Kiyotaka x Suzune)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora