LA ESCENA PERFECTA

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Lentamente el sol se ocultó por el occidente y Stephen continuó en una esquina acostado con el cuadro de Vincent Van Gogh a su lado.

-Eres lo único que me entendió, eres lo único que me comprendió.


Stephen giró su cuerpo hacia la derecha dandole la espalda al retrato, cerró los ojos y quedó dormido del cansancio.

Todo a mí alrededor es blanco, no hay nada, ni una sola sombra. Caminé por un rato por el espacio que al pasar el tiempo comenzaba a tomar diferentes tonos hasta que todo era de una forma fija.

En un campo completo de girasoles, amarillos y brillantes incluso en la oscuridad de la noche donde el cielo toma la forma de "la noche estrellada", con sus luces y pinceladas cobradas realidad, entre la mitad del campo sobresale una alta silla donde se postra Vincent Van Gogh mientras mira el cielo. Su creación.

Camine y me senté a su lado en el suelo. De su bolsillo saco una caja de Gauloises.

-¿Quieres?

Abrió con una mano la cajetilla y me la acerco hacia la mano.

-Gracias...

Agarre uno de los 3 qué quedaban; sin agarrar el que se encontraba al revés.

-¿Fuego?

Agarro la cajetilla y él saco el último cigarro que se encontraba en su posición habitual dejando solamente el diferente a los demás.

-Si...

De su otro bolsillo saco un fósforo que se encendió enseguida con el contacto con el aire, como por arte de magia, lo acercó a mi boca donde estaba el cigarro y pego la llama a las hojas de tabaco.

Con mis manos cree una clase de vacuna para que el viento no apagará la llama del fósforo y lo acerque a la escena.

Ambos miramos el cielo, los girasoles, el humo que se exaltaba por encima de nosotros.

-En verdad te necesito...

-Tu te necesitas a tí. Yo solo soy producto de tí.

Volví a meter el cigarro en mi boca y en un par de segundos bote una bocanada de humo.

-¿Cómo vas con tu obra?

-No he hecho nada con ella. Sigue en el escritorio.

-¿Enserio?

Desperté y quedé sentado en el suelo, gire mi cabeza y ví el cuadro.

Stephen se levantó y coloco el cuadro en la pared, camino hasta el escritorio y busco la gran cantidad de hojas agrupadas de engrapadas. El libro como tal.

Ah si, ahí está. Le dejé sobre la mesa y me acoste en la cama para volver a dormir.

-Volviste...

-¿Cómo que eres producto de mí? Quien te creo fue Isabella.

-Ella hizo el cuadro y tu me diste vida, o algo por el estilo.

-O sea... Estoy loco.

-Probablemente, tal vez tengas esquizofrenia con un poco de depresión y una gota de estrés postraumático.

-Necesito despertar ahora.

Stephen se volvió a despertar de golpe y se levantó de una, camino hasta el escritorio y se sento en su silla de madera alta. Agarro el guión y al mirar el título se dió cuenta de que ese no era suyo.

VINO TINTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora