La casa estaba silenciosa, pero no de una forma pacífica. El silencio que llenaba cada rincón del hogar era denso, sofocante. Adora había pasado los últimos días sumida en un vacío emocional que parecía no tener fin. Desde la discusión en terapia, las cosas entre ella y Catra solo se habían vuelto más tensas. Apenas se hablaban, y cuando lo hacían, las palabras estaban llenas de amargura o resentimiento.
Catra intentaba darle espacio, pero su propio dolor la consumía, y ver a Adora distanciada y fría no hacía más que profundizar la herida. Aunque compartían el mismo techo, cada una parecía vivir en un mundo separado, incapaces de cruzar el abismo que se había abierto entre ellas.
Pero mientras Catra encontraba algo de consuelo en hablar con Scorpia, Adora estaba atrapada en una oscuridad cada vez más profunda. No había alivio para ella. No había palabras, ni distracciones, ni sueños. Todo en su vida estaba teñido de ese vacío absoluto. Cyra se había ido, y con ella, todo sentido de esperanza. Y el resentimiento que sentía hacia Catra, aunque irracional, la consumía por dentro. ¿Cómo podía seguir adelante cuando sentía que el mundo había perdido todo su color?
Adora se sentó en el borde de la cama, sus dedos jugando con una pequeña navaja que había encontrado en uno de los cajones del baño. No recordaba cuándo la había encontrado, pero desde que la sostuvo por primera vez, había sentido algo oscuro y tentador dentro de sí misma. Al principio, solo la había sostenido, curiosa. Pero ahora, en este momento, no podía detenerse.
La desesperación dentro de ella se había transformado en un dolor físico. Su corazón dolía tanto que necesitaba encontrar una manera de aliviarlo, aunque fuera de la peor forma posible. Sin pensarlo demasiado, Adora presionó la hoja contra la piel de su brazo, justo por debajo de la muñeca. Un corte superficial, nada profundo, pero lo suficiente para sentir el dolor.
El dolor físico era real, tangible. Era algo que podía controlar, algo que la distraía, aunque fuera solo por un momento, del tormento emocional que la ahogaba. Mientras la sangre comenzaba a brotar del pequeño corte, una sensación extraña de alivio la recorrió. Pero no duró mucho. La culpa volvió a llenar su mente, mezclada con una oleada de desesperación.
Se inclinó hacia adelante, mirando el corte en su brazo. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas sin control. Sabía que esto estaba mal, sabía que lo que estaba haciendo no iba a solucionar nada. Pero no podía detenerse. El vacío era demasiado grande, y ella se sentía insignificante frente a él.
En ese momento, la puerta del cuarto se abrió y Catra apareció en el umbral. Su rostro cambió al instante cuando vio lo que Adora estaba haciendo. Catra corrió hacia ella, sus ojos llenos de pánico y dolor.
—¡Adora!— exclamó, arrebatándole la navaja de las manos con fuerza, tirándola al suelo. —¿Qué estás haciendo?—.
Adora no dijo nada. Solo la miró con ojos vacíos, el peso de su culpa y su desesperación cayendo sobre ella como una losa. Las lágrimas caían silenciosamente, pero no hizo ningún esfuerzo por detenerlas.
—¿Por qué...?— murmuró Catra, su voz quebrándose por la angustia. Se arrodilló frente a Adora, tomando su mano ensangrentada con delicadeza. —No puedes hacerte esto...—. Sus palabras eran suaves, pero estaban cargadas de un dolor indescriptible. Adora se apartó, como si el contacto de Catra le causara más dolor que la propia herida.
—No lo entiendes...— susurró Adora, su voz ahogada por las lágrimas. —No quiero seguir viviendo así. No quiero sentirme así todos los días. Siento que ya no puedo más...—. Su confesión era brutal, pero era la verdad que había estado guardando durante días.
Catra sintió que su corazón se partía al escuchar esas palabras. A pesar de la tensión y el resentimiento, aún amaba a Adora con todo su ser, y verla tan rota le resultaba insoportable.
—Adora...— comenzó, pero no sabía qué decir. ¿Qué podía decir para hacer desaparecer ese dolor? Catra se sentía impotente, sabiendo que cualquier palabra que dijera probablemente no sería suficiente.
Adora se levantó abruptamente de la cama, sacudiendo la cabeza. —No quiero hablar de esto... no puedo...— murmuró, caminando hacia la puerta sin mirar atrás. Catra intentó detenerla, pero Adora ya había cruzado el umbral y desaparecido por el pasillo.
Catra se quedó allí, de pie, inmóvil, con las lágrimas llenando sus ojos. Se sentía más perdida que nunca. Adora estaba alejándose de ella, más de lo que había imaginado, y no sabía cómo alcanzarla. Y aunque quería correr tras ella, sabía que Adora necesitaba espacio, aunque cada paso que daba lejos de ella hacía que la distancia entre las dos creciera.
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Adora salió de la casa, caminando por las calles sin rumbo, sin saber a dónde ir. Su corazón latía con fuerza, y la sensación de desesperación no la abandonaba. Mientras caminaba, sacó su teléfono y, sin pensarlo demasiado, marcó el número de su hermana, Mara.
El teléfono sonó un par de veces antes de que Mara contestara. —Adora...—, dijo Mara al otro lado de la línea, su voz cálida, pero con una clara preocupación en su tono. —¿Qué sucede?—.
Adora tragó saliva, sintiendo que las lágrimas comenzaban a brotar nuevamente. —Mara... no sé qué hacer...— murmuró, su voz apenas un susurro. —No quiero vivir así, siento que me estoy hundiendo y... no puedo soportarlo más—.
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, y cuando Mara habló de nuevo, su tono era suave y preocupado. —Adora... por favor, no digas eso. No estás sola, ¿ok? No importa lo mal que te sientas ahora, esto no es algo que tengas que enfrentar sola—.
Adora se apoyó contra una pared cercana, sus piernas temblando. —Siento que... fallé. Fallé a Cyra. Fallé a Catra. Y no sé cómo seguir adelante—.
Mara suspiró suavemente, claramente afectada por las palabras de su hermana. —Adora, lo que pasó fue una tragedia, pero no fue tu culpa. No tienes que cargar con todo ese peso sola. Perder a Cyra... ha sido devastador para todas, pero no puedes castigarte por algo que no podías controlar—.
Adora cerró los ojos, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. —Es que no sé cómo seguir adelante sin ella. Me siento tan rota...—.
Mara permaneció en silencio por un momento, antes de hablar con firmeza pero con ternura. —Adora, sé que ahora parece que no hay salida. Que el dolor es demasiado grande. Pero quiero que sepas que siempre voy a estar aquí para ti. Catra también. Ambas han sufrido una pérdida enorme, y va a llevar tiempo sanar, pero no tienes que hacerlo sola—.
Las palabras de Mara calaron profundamente en Adora, aunque el dolor no desapareció, la sensación de aislamiento comenzó a disiparse un poco. Sabía que Mara tenía razón, pero la oscuridad dentro de ella era tan abrumadora que no sabía si podría salir de ese pozo.
—No sé si podré, Mara...— murmuró finalmente.
—Lo harás—, dijo Mara, con una convicción que Adora no sentía. —Pero tienes que permitirte sanar. Y eso empieza con dejar que los demás te ayuden, no te aísles, por favor—.
Adora asintió, aunque sabía que Mara no podía verla. —Gracias, Mara—, susurró, aunque las palabras aún parecían vacías. —Solo... necesitaba escucharte—.
—Llámame siempre que me necesites, ¿ok?— respondió Mara con suavidad. —No tienes que enfrentarlo sola, nunca—.
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Adora colgó el teléfono y se quedó mirando al cielo oscuro, tratando de encontrar algo de calma en las palabras de su hermana. Pero aunque sabía que Mara tenía razón, el vacío seguía allí, acechando, esperando el momento para volver a hundirla. Pero al menos, por ahora, no estaba completamente sola.
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ACCIDENTE. | Catradora | Au.
Fanfic_______________________________________ AU Catra y Adora sufren un accidente automovilístico. _______________________________________ Humanas Catradora