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Una noche, tras un día agotador de planificación y vigilancia, Fleur y Hermione se retiraron a su habitación compartida. Fleur parecía inusualmente callada mientras se quitaba el abrigo mojado por la lluvia. Hermione, notándolo, se acercó lentamente por detrás y colocó una mano suave en su espalda.

—¿Qué te preocupa? —susurró Hermione, su voz suave.

Fleur suspiró y se giró para enfrentarla, su expresión seria.

—Es difícil, Hermione. No me malinterpretes, estoy completamente comprometida contigo. Pero no puedo dejar de sentir que estoy atrapada entre dos mundos: el tuyo y el de los Weasley. A pesar de que Bill lo aceptó, hay partes de mí que todavía se sienten culpables.

Hermione la miró con comprensión, aunque el miedo a perderla siempre rondaba en su mente. Había esperado que después de todo lo que habían pasado juntas, la tormenta emocional terminaría, pero la realidad era más complicada.

—No tienes que elegir entre nosotros —respondió Hermione con firmeza—. Los Weasley son tu familia, y yo lo entiendo. Pero también quiero que sepas que no tienes que cargar con esto sola. Estoy aquí para ti.

Fleur sonrió con gratitud, aunque la preocupación seguía en sus ojos. Se inclinó hacia Hermione, rozando su mejilla con un beso suave, pero antes de que la situación se calmara, la puerta se abrió de golpe.

Era Ginny.

—Tenemos que salir ahora —dijo, su tono urgente—. Los Mortífagos han sido vistos cerca del bosque de Dean. Harry, Ron y los demás ya están listos. Nos vamos en cinco minutos.

Hermione y Fleur se levantaron de inmediato, recogiendo sus varitas y abrigos sin decir una palabra más. Sabían que, a pesar de sus problemas personales, la guerra no iba a esperar

Encantamientos y SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora