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Era viernes y todos habían notado que Anton asistía a la escuela con mucha más frecuencia que antes, claro que a veces llegaba tarde o se iba a la mitad del día para fumar pero siempre volvía a la hora del almuerzo sólo para desaparecer en algún lugar del campus.

También se había convertido en una especie de rutina para mí el dejar a mis amigos al final del almuerzo para dirigirme al almacén de la piscina con el pretexto de tener que reunirme con maestros sobre algún trabajo escolar. La gente no había sumado dos y dos, y francamente, no esperaba que lo hicieran. Anton y yo nunca estuvimos en la misma burbuja de pensamiento ya que éramos dos personas muy diferentes y con reputaciones aún más diferentes pero que de alguna manera, siempre terminábamos siendo nosotros dos en el mismo almacén trasero.

Fruncí el ceño cuando Anton encendió un cigarrillo sobre mi cara, inhalando profundamente antes de exhalar el humo gris. Solté un ligero ruido de disgusto y él se rió en respuesta. Anton estaba sentado de espaldas contra la pared de ladrillo del almacén con las piernas estiradas mientras mi cabeza reposaba cómodamente sobre sus muslos y aunque no eran las cosas más suaves, sus piernas eran lo suficientemente cómodas y no quería moverme en lo absoluto, incluso si estaba dejando salir ese humo putrefacto sobre mi cara.

—Si quieres contraer cáncer de pulmón adelante, pero yo estoy bien sin él, gracias. —expresé con una mueca y Anton me miraba divertido. Mis manos temblaron cuando tuve que hacer retroceder el impulso de pasar mis dedos por su cabello castaño que colgaba sobre su frente mientras doblaba su cuello para mirarme, después de observar mi nariz arrugada por un segundo más, Anton suspiró y terminó por aplastar el cigarrillo contra el suelo de piedra.

—¿Feliz ahora? —preguntó, rodando un poco los ojos aunque su boca estaba sonriente.

—Muy feliz, esas cosas saben de la devlin. Ni entiendo por qué fumas.

—Es algo que mantiene mis manos ocupadas y te acostumbras al sabor. —explicó con su rostro encendido a la vez que se inclinaba para besarme, mis ojos se cerraron mientras disfrutaba la sensación de su boca sobre la mía, sin importar el ligero sabor del tabaco que desafortunadamente se había convertido en algo de lo que ya me estaba acostumbrando.

—Creo que realmente lo haces. —murmuré contra su boca, él sonriendo mientras se alejaba un poco triunfante. Dejando que mi mano se moviera hacia arriba, golpeé la mano de Anton cuando éste comenzó a sacar otro cigarrillo. —No, ahora esta será una zona libre de cáncer, idiota. Mantén tus manos ocupadas de otra manera.

—Me gusta la idea. —concordó, uniendo sus dedos con los míos en el aire. Observé nuestras manos entrelazadas y sentí que mi estómago se revolvía cuando su pulgar dibujó un círculo en el dorso de mi mano.

—Así está mejor. —respondí con frialdad, Anton soltó un resoplido y bajó nuestras manos sobre mi abdomen pero aún apretadas. Me encontré cerrando los ojos cuando la mano libre de Anton comenzó a juguetear con mi cabello, sus dedos rastrillaban perezosamente mientras obtenía otra forma de mantener sus dedos ocupados. Supongo que era mejor que fumar e incluso más si me hacía retorcer cada vez que sus uñas me hacían cosquillas en el cuero cabelludo.

Se sintió como una eternidad hasta que ninguno de los dos volvió a hablar, ambos disfrutando del cómodo silencio y el sentimiento de nuestras manos unidas, incluso si los toques eran inocentes. Sentir su calor sobre mi estómago y el cómo acunaba mi cabeza era reconfortante, y "reconfortante" no solía ser algo que acompañara a Anton. Algo sobre la facilidad de estar a su lado agitó algo dentro de mí pero no quería entender qué era eso y simplemente aplasté la sensación como la colilla de su cigarrillo.

Anton fue quien rompió el silencio, sus dedos acariciando mi cabello con parsimonia mientras hablaba.

—Esa chica con la que siempre estás... —habló y yo abrí los ojos cuando se detuvieron sus caricias. Tragué saliva y giré mi cuerpo hacia un lado para evitar su mirada, la mano de Anton en mi cabello se separó cuando me moví pero volvió a unirse cuando me detuve de nuevo.

entre sábanas  |  wontonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora