Capítulo 7.

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Fina Valero

Estuve toda la semana ocupándome de mil cosas y llenando mi agenda de tareas, evitando pensar demasiado en Toledo. La ansiedad por volver a ver a Marta casi me abrumaba, pero nos intercambiamos mensajes todos los días, y eso transformaba la espera en algo más llevadero. Usé la excusa del vestido para ir a verla a su oficina, lo que me permitió calmar un poco las ganas de estar con ella hasta que llegara el momento de nuestro encuentro.

Verla en su ambiente laboral era fascinante. Aquella mujer dulce y cercana, se transformaba en una empresaria segura de sí misma, imponente detrás de su escritorio. Me encantaba esa faceta suya, verla hablando con seriedad, tomando decisiones importantes, emanando profesionalidad.

Finalmente, con una mezcla de expectación y mariposas en el estómago, llegó el ansiado sábado.

Mientras me arreglaba, probé miles de atuendos, sintiéndome indecisa sobre qué ponerme. De mi armario saqué camisetas, vestidos, pantalones. Estuve un rato probándome diferentes prendas y descartándolas, hasta optar por un jean Oxford y una camiseta básica blanca.

Me preparé una mochila con una chaqueta ligera, añadí otra camiseta por si acaso, mi cepillo de dientes y algunos snacks para picotear.

Luego, saqué mi móvil y le envié un mensaje a Esther, diciéndole que necesitaba que nos reuniéramos para hablar sobre algo importante.
Lo venía posponiendo y quería cerrar ese asunto de una vez por todas. Esther vio enseguida lo que le había mandado, y me estaba escribiendo cuando me llamó Marta para avisarme que ya estaba esperándome en la puerta. Sin dudarlo, guardé todo apurada y salí.

No estaba preparada para ver a Marta aparecer en una Lamborghini Huracán azul. La visión del coche lujoso me dejó momentáneamente asombrada. Marta se bajó del mismo, con un atuendo elegante sport, con un pantalón negro de poliéster de corte clásico ancho y una camiseta blanca con un chaleco de sastre beige. Su porte seguro y elegante, resaltaba aún más junto al reluciente vehículo. Mi boca se abrió ligeramente, sin poder evitarlo. Cuando subí al coche, estaba impregnado de su aroma, la experiencia se sintió surrealista.

La música sonaba suave, mientras el paisaje se extendía ante nosotras. Sonreí sabiendo que teníamos una hora de viaje por delante.

-Estás muy guapa -dijo, apartando la vista un instante de la carretera para mirarme.

Sentí que el calor se apoderaba de mis mejillas mientras le devolvía la mirada.

-Gracias, tú tampoco te quedas atrás -respondí alegremente-. Bueno, cuéntame... ¿qué vamos a hacer en Toledo?

-¿Recuerdas la finca de mi familia?

-Ay sí, es un sitio precioso. Recuerdo que mi padre me llevaba en los veranos, cuando le tocaba trabajar allí. Yo estaba asombrada porque tenían habitaciones para los empleados domésticos -reí.

-Claro, bueno, yo viví ahí hasta los cinco años, antes de mudarnos a Madrid. Después, solíamos hacer escapadas y pasar los veranos allí.

-¿y tu padre vive allí?

-No. Después de que le compré la empresa, convirtió la finca en una quinta para eventos, como forma de sustentarse. Pero mi tía Digna sigue viviendo allí, siempre se encargó de cuidar la casa.

-Digna... hace mucho no la veo. Siempre fue muy cálida y amorosa conmigo.

-Sí, ella tiene ese Don. Conmigo fue igual-dijo, sonriendo-. Cuando tengo tiempo, voy a visitarla y aprovecho para despejarme y reconectar con mi infancia...

-Allí está la primera fábrica de la perfumería, ¿verdad?

-Sí... si quieres podemos ir a recorrerla-dijo, sonriendo.

Tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora