Capítulo 12.

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Marta de la Reina

El gran día había llegado.

Mientras me miraba en el espejo, no pude evitar sentirme más nerviosa de lo que jamás había estado por una cita. La emoción y la ansiedad creaban un fascinante y desconcertante torbellino que apenas podía contener, repleto de sensaciones que, honestamente, no entendía del todo.

La mañana había comenzado con un ritmo distinto. Desde el momento en que abrí los ojos, mi mente no dejó de recrear posibilidades y escenarios, imaginando cómo transcurriría nuestro tiempo juntas.

Mi día había estado ocupado, con reuniones con el equipo legal para asegurarme de que estábamos cumpliendo con todos los procesos adecuados para el lanzamiento de los nuevos productos. Repasamos las normativas, y abordamos algunos contratiempos que podrían surgir en el camino. Aunque apreciaba la seriedad y el esfuerzo de todos, no podía evitar que mi mente divagara hacia la noche que se avecinaba.

Después, atendí varias videollamadas con proveedores, negociando precios y condiciones de entrega. Me sentí aliviada al cerrar mi laptop por fin, aunque llevaba encima el peso de la jornada. La emoción por la cita comenzaba a suplantar el estrés del trabajo.

Finalmente, volví a casa, y tenía que hacer de esa noche algo especial. Tenía muchas expectativas, y quería que todo fuera perfecto, no quería dejar escapar ni un solo detalle.

Como no soy una gran cocinera, decidí pedirle a un chef que preparara un plato ligero: un risotto con espárragos y limón, acompañado de una ensalada de rúcula con nueces.
Para acompañar la cena, compré una botella de vino blanco, un Albariño de la mejor calidad. Su frescura y toques afrutados maridarían a la perfección con el risotto, creando una experiencia gastronómica que esperaba encantara a Fina.
Sin embargo, quería darle un toque personal, así que decidí preparar el postre yo misma. Opté por hacer una crema catalana, un clásico que siempre me había encantado. Pasé la noche anterior en la cocina, siguiendo la receta cuidadosamente. Al final, me pareció que me había salido bastante bien; el azúcar caramelizado en la parte superior tenía un brillo dorado perfecto.

Encendí velas aromáticas que llenaban la casa con fragancias suaves y acogedoras, creando un ambiente relajante. También armé una playlist con música suave y romántica que aportaría un toque mágico a la noche. Además, compré flores frescas para poner en el centro de la mesa, eligiendo lirios y claveles, que darían vida y alegría. Quería que todo se sintiera cálido y acogedor, para que Fina se sintiera valorada.

Bajé la intensidad de las luces programables de la casa, dejando que la penumbra suave envolviera el espacio. La luz tenue realzaba la belleza de las velas encendidas reflejando la intimidad del momento.

Finalmente, miré todo lo que había preparado y me sentí satisfecha.

El chef había dejado la cena medio lista, junto con una entrada de queso variado y pan recién horneado, asegurándose de que todo estuviera perfecto antes de irse. Me había dejado instrucciones claras sobre cómo recalentar el risotto para que mantuviera su cremosidad y sabor.

Aproveché a darme un baño reconfortante, dejando que el agua caliente disipara un poco de la tensión acumulada. Mientras el vapor llenaba el baño, me tomé un tiempo para cuidar de mi piel, aplicando mis productos favoritos.

Elegí cuidadosamente mi outfit: un top negro de tirantes, unos pantalones beige de tiro alto con pliegues que me hacían sentir sofisticada, y un cinturón marrón que armonizaba a la perfección. Para completar el look, elegí unos zapatos negros de tacón fino que me hacían sentir elegante y segura.

Luego me apliqué un poco de maquillaje, realzando mis rasgos sin exagerar. Acomodé mi cabello, acariciándolo ligeramente antes de ponerme el perfume de siempre, un aroma que me hacía sentirme poderosa y lista para enfrentar la noche.

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