Capítulo 2.

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Marta de la Reina

Mi día estaba siendo extremadamente agotador. Por suerte ya era viernes, porque realmente necesitaba despejarme. Pasé toda la jornada en reunión tras reunión y, a última hora, me quedé para terminar de revisar unos informes financieros. Al salir de mi despacho, me di cuenta de que ya no había nadie en la oficina, ya que terminé más tarde de lo previsto. La oficina era grande y espaciosa, situada en el vigésimo piso, con unas ventanas que ofrecían una impresionante vista de la ciudad de Madrid.

Fui al subsuelo, donde se encontraba el estacionamiento, y subí a mi auto para manejar hasta casa.
A pesar de tener un chofer privado, Isidro, nunca me gustó que me llevaran como si fuera de la realeza; prefería utilizarlo para asuntos empresariales.

Finalmente, entré en mi departamento, amplio y luminoso. Estaba decorado con un estilo moderno y elegante, donde predominaban tonos neutros y resaltaban toques sutiles de color. Las piezas de arte que adornaban las paredes estaban cuidadosamente seleccionadas por mí. Contaba con cuatro habitaciones y tres baños, pero lo que más me gustaba era la terraza, que tenía un jacuzzi rodeado de plantas y muebles de exterior.

Me apoyé en uno de los ventanales, observando la vista panorámica mientras me perdía en mis pensamientos. Estaba muy orgullosa de todo lo que había conseguido, pero la soledad también me golpeaba de vez en cuando. A pesar de tener muchos amigos, había apartado el romance de mi vida para concentrarme en mi carrera profesional. Esa decisión, aunque valió la pena en muchos aspectos, a veces me dejaba con un sentimiento de vacío. Los momentos de silencio en la casa se hacían palpables, y sabía que, en el fondo, anhelaba una conexión más profunda.

Me apresuré a bañarme y a prepararme, porque llegaba tarde al cumpleaños de Marcos, y algo que siempre había odiado era la impuntualidad.

Marcos era mi amigo y también el encargado de hacer todas mis fotos para las redes sociales; era el único en quién confiaba para eso. Siempre había sido muy importante para mí, ya que fue quién más me ayudó cuando descubrí que me gustaban las mujeres. Él había pasado por una experiencia similar a la mía cuando salió del armario, por lo que siempre pude hablar con él de mis inseguridades y sentimientos sin temor al juicio.

Cuando me enamoré por primera vez de una mujer, Ana, yo tenía veinticinco años y fue toda una revolución, especialmente porque yo estaba casada con Jaime. Lo conocí a los veintidós años a través de Luz, una de mis mejores amigas de la infancia, junto con Begoña. Luz y Jaime eran compañeros de la universidad, ya que ambos estudiaban medicina. Al poco tiempo, nos casamos porque pensé que era lo que se esperaba, o más bien, lo que mi padre esperaba de mí. A pesar de que lo quería mucho, nunca sentí nada especial que se pueda diferenciar de una amistad, claro, en aquel momento no lo sabía, pero era porque en realidad me gustaban las mujeres. Algo que ni si quiera había pasado por mi mente, ya que no quería afrontarlo ni aceptarlo. De joven, solo había salido con chicos. Me había dado algún que otro beso con amigas en fiestas, generalmente cuando estaba un poco pasada de copas, pero me decía a mí misma que era solo un juego.

Cuando le conté a mi padre que me iba a divorciar y que el motivo era porque estaba en pareja con una mujer, no se lo tomó nada bien. Nunca tuvimos una relación de cercanía; él siempre fue frío y distante, pero ese día pude ver asco en su mirada. Me dijo que sentía vergüenza y que estaba ensuciando el apellido, su imagen y él de la familia. La presión por encajar en su visión de lo que debía ser una buena hija fue abrumadora para mí. En ese momento, yo trabajaba en la empresa familiar, por lo que tuve que renunciar, abandonar mis privilegios y comenzar una nueva vida por mi cuenta, junto a Ana. Mi padre se encargó de que nadie fuera de la familia se enterara de lo que realmente había sucedido. Quería mantener las apariencias a toda costa, y no soportaba la idea de que la gente supiera que tenía una hija lesbiana. Los únicos miembros de la familia con los que mantuve el contacto fueron mi hermano menor, Andrés, y mi tía Digna.

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