Nuevas llamas [bkdk]

9; Katsuki.

—Mi brazo, me rompí el brazo.

—¿¡QUÉ?!

—No grites, idiota.

—Cuando salga de clase iré a visitarte, ¿En qué hospital estás?

—¿Estás loco? No voy a quedarme aquí, me voy a casa.

—¡Iré a tu casa entonces!

—... Está bien.

Katsuki colgó la llamada, y más pronto de lo recomendado, volvió a su casa.

—Maldito nerd, siempre preocupándose por mí...—Katsuki murmuró, con su tono áspero habitual. No podía evitarlo, cada vez que lo miraba, veía esa expresión llena de preocupación que lo hacía sentir algo extraño, algo que prefería no nombrar. Izuku siempre estaba metido en sus asuntos, pendiente, sin importar cuántas veces intentara alejarlo o cuántas palabras duras lanzara en su dirección. Había algo en esa insistencia, en esa luz que parecía brillar en Izuku, que lo volvía loco... y que también, en el fondo, le importaba demasiado.

Recordó la pelea que tuvieron en la oficina de All Might. Los gritos, la rabia, las palabras que volaron sin filtro. Incluso entonces, en medio del caos y el enojo, había una parte de él que no podía odiar a Izuku, no podía ignorar cuánto significaba. Esta parte, se sentía decepcionada por el simple hecho de que Izuku no viera lo que había entre ellos, Katsuki quería odiarlo por eso, pero no podía. Incluso cuando Izuku lo frustraba más que nadie, no había ni un solo segundo en el que pudiera dejar de pensar en él. Todas las cosas que hacía, rondaban alrededor de Izuku.

Katsuki buscó en los bolsillos de su pantalón las llaves de su casa, y como pudo, abrió la puerta. Su brazo roto no dolía demasiado, prácticamente estaba curado gracias a un don sanador usado en él, pero se le recetó reposo.

Se desplomó en el sillón de su sala, gruñendo por lo bajo, murmurando maldiciones. Él era un hombre que no se distraía cuando se trataba de su trabajo, pero hoy, su mente no hizo más que pensar en Izuku. Katsuki cree que su brazo roto es la consecuencia de eso.

No era una situación de extremo peligro, solo unos ladrones que se habían descontrolado, causando estragos en las calles de la ciudad. Katsuki lo tenía todo bajo control, como siempre.
Usando sus explosiones se movía ágil y rápidamente, persiguiendo a uno de los ladrones. Un hombre con un don, al parecer telekinetico, corría desesperadamente del héroe Dynamight sin aceptar que pronto sería su final. Notablemente asustado, el maleante intentaría lo que fuera para librarse del héroe que casi lo alcanzaba. La respuesta parecía clara, con ayuda de su telekinesis, lanzó un auto con una gran violencia a Dynamight. El vehículo fué esquivado, pero el rubio notó la desesperación del ladrón, debía apurarse en inmovilizarlo, se estaba tornando peligroso.
Sin detener la persecución, alzó su brazo y apuntó, lanzaría una explosión lo suficientemente certera para detener al delincuente sin dañarlo demasiado. Pero eso no ocurrió. No solo inmovilizó al ladrón, lo hizo volar por los aires.

Katsuki Bakugo, el hombre que tenía control total de su don, había perdido el control.

La explosión resonó en el aire como un trueno, una onda de choque que sacudió el terreno y arrojó a Katsuki hacia atrás. Se quedó aturdido por un momento, el eco del estallido retumbando en sus oídos mientras intentaba reponerse. Al levantar la vista, pudo ver a el ladrón que había estado persiguiendo a lo lejos, yacía en el suelo, inmóvil. Sus ropas estaban quemadas y desgarradas, el aire a su alrededor impregnado de humo y el olor de metal caliente.

Miro alrededor y su corazón se detuvo al ver el caos que había desatado. La calle estaba llena de escombros, pedazos de concreto y metal esparcidos por doquier. Se dio cuenta de que su explosión había destruido más de lo que había previsto, arrasando con todo a su paso. Pequeñas partículas brillaban en el aire, reflejando colores del arcoíris a medida que caían lentamente, como si el mundo mismo hubiera sido transformado en una tormenta de confeti. Pero eso no era una celebración; era un recordatorio del poder descontrolado que había dejado escapar.