XXXVII

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Erik le da vueltas y vueltas y vueltas en su mente, en ese momento, no se atreve a tocarse porque si lo hace no podrá evitar que Charles escuché lo mucho que lo desea.

XXXVIII

Se despierta con un ruido en mitad de la noche y se levanta para ver cómo está Charles, pero tan pronto como su puerta se abre con un crujido, el ruido se detiene y no puede encontrar nada en el apartamento que pueda haberlo causado.

Se pregunta si Charles pudo haber estado llorando.

XXXIX

— Número dos — dice Emma, cuando lo ve de nuevo, levanta la vista de la lista que tiene en el escritorio con ojos fríos. De alguna manera, sus manos están completamente libres de tinta, y no hay ni una sola mancha en su suéter blanco de cachemira. — Debo estar haciendo algo bien. Si te elimino, ¿me ascenderán?

— Necesitamos encontrar a estas personas y encargarnos de esto — Magneto no mira el papel, no le da la satisfacción de dejarle ver puntos débiles.

Ella sonríe y se recuesta en su silla, tocándose la boca con las yemas de los dedos. — No hay necesidad de preocuparse, cariño. Las cosas están en marcha. Mystique y yo lo tenemos bajo control.

XXXX

Si hubiera tenido la opción, después del desastroso no-beso seguido por un espectáculo de sí mismo por la maldita lista, Erik habría evitado volver al apartamento hasta que Charles se hubiera dado por vencido y se hubiera ido a dormir, y escabullirse antes de que despertara; como es de esperar, el comienzo de Hanukkah es solo tres días después, y ya ha informado a su personal que se marchará antes del anochecer para asegurarse de poder encender las velas mientras se pone el sol.

No ha visto a Charles en tres días, entonces el humano se levanta de su asiento sobresaltado, abriendo la boca para hablar tan pronto como las puertas del ascensor se cierran detrás de él. Al verlo, lo órganos internos de Erik se tensa, un puño gigante aprieta el contenido de sus costillas entre sus dedos.

— Ahora no, llego tarde. — dice Erik y deja caer su casco y su capa en la mesa auxiliar con aún menos ceremonia de lo habitual.

— Erik...

— Cinco minutos, Charles. — y mira por la ventana para ver el solo asomándose por el horizonte, el horizonte oscureciéndose lentamente y los edificios pasando de ser torres brillantes a siluetas oscuras contra el cielo amarillento. Sabe que no tiene que ser en ese momento, que muchos judíos optan por encender las velas después de que ya está oscuro afuera, pero Erik también recuerda la excitación apresurada de su madre, su voz insitándolo a correr, “rápido, rápido, a la cocina, liebeling”, y así ya había dispuesto las velas y los fósforos al lado de la menorah esa mañana cuando la había colocado en el alféizar de la ventana sobre el fregadero en la cocina, ahora solo tiene que fijar la primera en su lugar sobre las puntas cortas y afiladas que había hecho en los soportes y encender la vela shamash con un fósforo. La cera se siente suave y brillante en su mano mientras mueve la vela para encender la primera noche, y hay un repentino recuerdo táctil de estar de pie junto a sus padres y recitar las oraciones, con las manos de su padre sobre sus hombros.

Charles guarda un bendito silencio mientras Erik tropieza con un hebreo en desuso desde hace mucho tiempo, buscando a tientas las palabras de las brachot y las hanerot halalu, con lengua torpe en sílabas que a menudo no ha tenido tiempo de pronunciar durante los muchos años transcurridos desde los campos, que no ha tenido la oportunidad de comprobar con más que su recuerdo facturado de la época anterior a cuando los nazis y Schmidt le habían quitado a su familia y sus tradiciones.

Everyday love in Stockholm ~Cherik~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora