III

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Raven es solo la primera de muchos mutantes que vienen a buscarlo. Primero es un goteo de uno o dos por semana, luego cada dos días, y luego todos los días aparece un nuevo inadaptado en su puerta, buscando asilo. Cuánto más muestran la devastación en Florida en las noticias de la noche, transmitiéndola en vívidos colores, con heridas rojas y crudas por la radiación y médicos con pesados trajes de plástico amarillo que se mueven lentamente, como si arrastraran sus extremidades bajo el agua contra la corriente, más mutantes vienen a buscar a Erik y nunca se van del todo.

Cuánto más tiempo pasa en televisión, más murmuran los humanos para sí mismos sobre Schmidt, y menos le dan las gracias cuando pasa junto a ellos en las calles, y entonces un día un hombre corpulento escupe a los pies de Erik, mirándolo fijamente a los ojos cuando él se gira para mirarlo lentamente, las manos apretadas en puños a sus costados y el cuero de sus guantes crujiendo con la flexión de sus dedos.

—Fueron los de tu especie los que hicieron esto en primer lugar — dice el hombre, y escupe de nuevo, un grueso y blanco trozo de suciedad que golpea la acerca con una salpicadura húmeda.
—Y tú no eres mejor que él, escoria asesina.

Una parte de Erik se sorprende de que alguien haya tardado tanto en darse cuenta. La otra parte agarra la parte delantera de la chaqueta del hombre y lo arroja contra una pared, sujetándolo allí por el metal de la hebilla y los botones de su cinturón. —Fueron los de tu especie los que pudieron a mi familia en campos y nos hicieron quemar los cuerpos de nuestra propia gente una vez que terminaron de morir de hambre, golpearnos y experimentar con nosotros — dice y lo suelta, deja que el hombre se deslice por la pared hasta quedar en una pila arrugada a sus pies, mirando a Erik, a Magneto, con una mezcla de odio y miedo en su rostro sudoroso — No me hables de escoria.

Al día siguiente comienzan los disturbios.

IV

El chico ha sido golpeado hasta la muerte, probablemente con bates. Erik se agacha sobre el cuerpo y levanta el brazo roto, ¿o el ala?, de la cabeza del chico, y observa el pico córneo que tiene que ha remodelado de la nariz y la boca en algo más parecido a un pájaro, curvado como el de un loro. Sus manos tiemblan, el pliegue entre sus cejas es tan marcado y profundo que duele mientras cierra los dedos en puños a los costados. Detrás de él, Raven está vomitando tan silenciosamente como puede en el rincón más alejado, jadeando y medio ahogándose mientras intenta detenerse. Ha visto cosas peores.

— ¿Quién fue? — le pregunta a la madre del chico, que está sollozando en silencio, mirando con los ojos muy abiertos a Erik, Azazel y Spike, que miran hacia abajo a lo que queda de su hijo. Su voz es suave pero clara.

—Los muchachos del barrio. Les gusta pasar el rato en la esquina junto a la YMCA, acosando a la gente que pasa. Siempre intentaban provocar a Barney para que saliera — las lágrimas que se resbalan por la cara son tan amarillas como sus ojos, que son dorados como los de un halcón y enormes detrás de los lentes ahumados que se quitó cuando vio quién estaba de pie en lo que quedaba de su puerta. Erik asiente, se gira hacia los demás y ve la misma resolución en sus rostros.

—Mystique, quédate aquí.

—¿Qué? ¡No! — la cambiaformas se endereza abruptamente, haciendo una mueca mientras su voz sale áspera y ácida. — ¿Qué vas a hacer? ¡No puedes dejarme atrás como a una niña!

— No podemos dejar que los humanos maten a cualquier mutante que puedan atrapar y que no pueda defenderse y salirse con la suya — dice Erik, y el momento en que ella lo entiende es como si el mundo se detuviera, la forma en que su expresión furiosa cambia a una aprensión repentina. Ella traga saliva, una flexión fuerte en su garganta azul, antes de asentir, irguiéndose más alta; volviéndose más alta, se da cuenta él, todo su cuerpo se hincha sutilmente, haciéndola más imponente.

Everyday love in Stockholm ~Cherik~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora