Amor en el ático

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I

Charles está sentando en el descanso de la ventana con las piernas dobladas debajo de él, los pies descalzos medio cubiertos por los largos dobladillos de sus pantalones, mirando hacia la calle con una mueca melancólica en la comisura de la boca. Sabe que Erik está ahí, por supuesto; incluso si la puerta estuviera en silencio, no podría pasar por alto la forma en que el acero de las pulseras en sus muñecas impide que sus manos se muevan cada vez que Erik abre la puerta, manteniéndolo en su lugar.

Erik cierra la puerta detrás de él, el sonido de la cerradura resuena en la habitación silenciosa, aquí en la parte superior de la casa. Aprovecha la falta de atención de Charles para simplemente mirarlo, algo se aprieta en su pecho debajo del broche de su capa ante el rizo descuidado del cabello del hombre sobre su frente, un poco desarreglado y necesitado de un corte; la pálida perfección de su piel, iluminada por el sol de la tarde a través del vidrio unidireccional que hace que las motas de polvo bailen doradas entre ellos.


— ¿Tienes hambre?— pregunta Erik al final, cuando Charles no lo mira, se quita los guantes y los deja en el armario, junto al casco. La capa la cuelga también, alisando la pesada tela antes de volverse hacia la ventana.
— Todavía no he comido nada y no tengo ganas de unirme a los oficiales está noche.

— Gracias, no — dice Charles, y finalmente gira la cabeza para encontrarse con la mirada de Erik, aunque su cuerpo todavía se inclina hacia el mundo exterior, con el hombro apretado contra el cristal. — Pero deberías comer, Erik, has tenido un día largo.

Erik frunce el ceño, caminando rápidamente sobre las tablas desnudas del suelo para mirarlo. Charles se ve tan delgado estos días. — Realmente deberías comer algo, llamaré a los cocineros y cenaremos juntos.

— No tengo hambre.

Es en momentos como estos cuando a Erik le resulta más difícil decidir que camino tomar.  Porque sí, Charles es su amante y duerme a su lado y despierta a su lado, le cuenta como le fue en el día y se entera de como le fue a Charles, pero Charles también es su prisionero y Erik su carcelero y aveces el deseo de doblegar al humano a su voluntad sube tan fuerte por la garganta de Erik que todo lo que puede hacer es fruncir el ceño con desaprobación y poner una mano sobre el hombro del otro para apretarlo apenas demasiado fuerte.

— No permitiré que te consumas, Charles, le jure a Raven que te mantendría a salvo. ¿Qué diría si viera lo que te estás haciendo?

Entonces Charles hace una mueca con el rostro arrugado por el viejo dolor como si la mano de Erik hubiera cavado en una herida medio curada, deja que Erik lo lleve a la mesa y le de un vaso de agua, cuando su cena llega de la cocina, la come, lentamente, como si su estómago hubiera olvidado su propósito, como si cada bocado fuera toda una comida.

Si hubiera sido un mutante, piensa Erik, nada de esto habría sido necesario. Aunque... si Charles hubiera sido un mutante, entonces tal vez nunca hubiera sido suyo.

II

Esa tarde, Charles saca algunos de los viejos discos de gramófono del fondo del armario y espera pacientemente a que Erik levante la máquina de su escondite detrás del sofá y la coloque sobre la mesa del café, pasa sus manos sobre la pesada vitrina de vidrio con reverencia antes de levantarla para colocar un disco debajo de la aguja, colocándolo con delicado cuidado en el primer surco. Es fácil encender el pequeño interruptor de metal con su poder, sentarse y esperar durante los primeros momentos de silbido estático antes de que comience la canción con una ráfaga de trompetas y metales.

Charles viene a sentarse a su lado en el sofá, los cojines desgastados se hunden hacia el medio, de modo que sus brazos se rozan desde el hombro hasta el codo. Si Erik se sienta en silencio el tiempo suficiente, si se concentra lo suficiente en leer los informes que le llegaron con la cena, cortesía de Azazel, Charles se inclinará lentamente más y más contra el costado de Erik, hasta que todo su cuerpo este presionado contra su cuerpo, el suave movimiento de su pecho subiendo y bajando bajo el brazo de Erik, cálido y perfecto. El cabello de Charles huele como el champú que ambos usan, la parte superior de su cabeza apoyada contra la mejilla de Erik, donde es fácil dejar un beso, para escuchar el largo y lento suspiro que se produce. Cuando Erik mira a Charles, los ojos del humano se han cerrado, los dedos se mueven contra sus muslos, dirigiendo una orquesta imaginaria. Mientras un saxofón se eleva para gemir por encima del resto.

— Puedo conseguirte algunos discos nuevos, si quieres — Charles no abre los ojos.

— Sería genial. Gracias — Erik deja de fingir que lee y se limita a escuchar también el ritmo lejano de la canción y el latido más cercano de su corazón, entrelazados.

***

Espero que les vaya gustando, aquí no se dice mucho, pero los iré dividiendo en capítulos para drama ✨

De nuevo, este trabajo no es mío, pero en las notas encontrarán el enlace a la fuente original.

Nos leemos en el siguiente capítulo

Everyday love in Stockholm ~Cherik~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora