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-¿De dónde sacaste ese peluche? -preguntó Akutagawa con una seriedad que contrastaba con su habitual expresión, y su voz reflejaba evidente enojo.

-M-me lo regaló Dazai-san -respondió Atsushi, nervioso, sintiendo un escalofrío ante la mirada intensa de su pareja. Sus manos temblaban ligeramente, y se sintió como un niño atrapado en una travesura. La atmósfera se tornó pesada, como si cada palabra pudiera encender una chispa.

-Como sea -dijo Akutagawa, ignorando al albino mientras comenzaba a buscar algo para comer en la alacena. Su tono era cortante, y Atsushi no podía evitar sentirse herido. La indiferencia de Akutagawa lo dejaba vulnerable, como si estuviera expuesto a una tormenta sin refugio.

-No tienes que molestarte -Atsushi intentó calmarlo, aún inquieto por la reacción de su novio. No comprendía por qué Akutagawa se comportaba así con él. Había un abismo entre ellos que parecía crecer cada día; una distancia que no lograba entender ni atravesar.

Akutagawa lo ignoró por completo y se retiró a la habitación para dormir. Atsushi sintió una punzada de tristeza; cada vez le costaba más reconocer a su pareja. En los últimos meses, Akutagawa había estado distante y ya no mostraba el cariño de antes. Era como si estuvieran en dos mundos diferentes, separados por algo invisible pero palpable.

Sus ojos se posaron en el peluche que Dazai le había regalado, y una sonrisa se dibujó en su rostro. Nunca imaginó que el castaño pudiera ser tan detallista; jamás había visto a Dazai comportarse de esa manera, quizás un poco con Chuuya, pero comparando, era mucho más afectuoso con él. La ternura del peluche le trajo recuerdos cálidos; momentos compartidos con Dazai que ahora parecían tan lejanos.

Decidió dejar esos pensamientos atrás y se fue a su cuarto, colocando el peluche a su lado antes de dormirse. La suavidad del pelaje del peluche era reconfortante, pero no podía ahogar la sensación de vacío que lo acompañaba. No se dio cuenta de que Akutagawa estaba hablando con Chuuya.

<¿Qué pasó entre ustedes dos?>

<Terminamos, por eso me mudé>

<¿Él lo sabe?>

<Sí>

Akutagawa miró de reojo al albino, quien ya dormía plácidamente. El contraste entre su tranquilidad y el torbellino emocional que él sentía era abrumador. Akutagawa lo observó con una leve sospecha: ¿él ya lo sabrá? Se preguntaba si Atsushi había notado la frialdad en sus gestos o si había sentido la ausencia de sus abrazos espontáneos.

Decidió dejar esa inquietud de lado y le escribió un mensaje a Chuuya deseándole buenas noches. Colocó el celular en su mesita de noche, decidido a estar alerta ante cualquier cambio en el comportamiento del castaño. La incertidumbre lo mantenía despierto; cada susurro del viento afuera parecía amplificar sus dudas.

Mientras tanto, Atsushi se aferró al peluche como si fuera un ancla en medio de una tormenta emocional. Cerrando los ojos, trató de recordar los momentos felices entre él y Akutagawa: risas compartidas bajo las estrellas y sus manos entrelazadas mientras caminaban por la ciudad iluminada. Pero esos recuerdos parecían desvanecerse ante la realidad fría que enfrentaba ahora.

El silencio en el departamento era ensordecedor; cada pequeño ruido resonaba como un eco de las palabras no dichas entre ellos, dejando un rastro de tristeza que pesaba en el aire. Ambos estaban atrapados en sus propios pensamientos, cada uno lidiando con sus miedos e inseguridades sin saber cómo acercarse al otro.

 Ambos estaban atrapados en sus propios pensamientos, cada uno lidiando con sus miedos e inseguridades sin saber cómo acercarse al otro

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