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El sonido estridente de la alarma de su teléfono interrumpió el silencio de la mañana, recordándole que debía levantarse para ir al trabajo. Con desgano, Dazai tomó su celular y apagó la alarma. Se levantó con el ánimo por los suelos; después de lo que había ocurrido la noche anterior, no tenía ganas de enfrentarse a otro día en la oficina. La traición del peli naranja aún resonaba en su mente, como un eco doloroso que no podía silenciar. Había creído haber encontrado su razón para seguir adelante: el amor que sentía por Chuuya, un amor que ahora parecía una ilusión desvanecida. La vida a veces es cruel y le dio un golpe tan abrupto que ya no estaba seguro de querer continuar.

Sin embargo, se obligó a levantarse de la cama. El ritual matutino era casi automático: se dirigió al baño y dejó que el agua caliente de la ducha le envolviera como un abrazo reconfortante. Mientras el vapor llenaba el espacio, Dazai trató de despejar su mente, enfocándose en lo que tenía por delante. Sabía que debía ser fuerte; no podía dejar que la sombra del pasado lo arrastrara hacia la oscuridad.

Después de arreglarse y disfrutar de un desayuno ligero —una tostada con un huevo y un café negro— subió a su auto y se dirigió al trabajo. El trayecto fue casi en piloto automático, pero su mente divagaba entre recuerdos felices y momentos tristes. Al llegar a la oficina, respiró hondo antes de entrar, preparándose mentalmente para enfrentar otro día.

Al cruzar la puerta del edificio, el bullicio habitual lo recibió como un abrazo cálido. Saludó a sus compañeros con una sonrisa forzada, pero ellos le devolvieron el saludo con entusiasmo contagioso. Era fácil perderse en esa energía colectiva, aunque en su interior sentía una lucha constante.

—¡Dazai-san! —lo llamó una voz alegre desde el fondo.

Reconociendo la voz, se dio la vuelta y una sonrisa genuina iluminó su rostro al ver a Atsushi.

—Hola, Atsushi-kun —respondió Dazai, sintiendo cómo esa chispa de alegría comenzaba a reemplazar parte de su pesadez.

Atsushi Nakajima era un joven de 20 años encargado de diseñar y crear las prendas para la empresa. Su carácter alegre y amable siempre traía un rayo de luz al ambiente laboral. Dazai había conocido a Atsushi en su primer día de trabajo; el chico estaba nervioso ante la magnitud de estar en una compañía tan prestigiosa. Recordaba cómo lo había guiado por las instalaciones con paciencia, compartiendo anécdotas sobre cada rincón del lugar hasta que Atsushi comenzó a relajarse y sonreír.

—¿Cómo has estado, Dazai-san? —inició Atsushi mientras caminaban hacia el elevador.

—Mmm. Últimamente he estado agotado; ha llegado mucho trabajo, pero en general estoy bien. ¿Y tú? ¿Cómo te han ido estos días? —preguntó Dazai con una sonrisa amable que intentaba ocultar sus verdaderos sentimientos.

—Muy bien. Al igual que tú, también he tenido bastante trabajo, pero no es un gran problema; después de todo, estas son las fechas más ocupadas —respondió Atsushi con una radiante sonrisa.

Dazai sabía que durante octubre, noviembre y diciembre solía haber una carga laboral considerable porque a Mori-san le encantaba lanzar nuevas colecciones para cada temporada. No se trataba solo de prendas simples; exigía diseños extravagantes y presionaba a los encargados de marketing para hacer más publicidad. La adrenalina del trabajo pesado siempre traía consigo momentos creativos e innovadores.

—Mori-san siempre se emociona en estos meses finales del año; nos llena de trabajo porque quiere que podamos salir de vacaciones a mediados de diciembre mientras él se escapa a hacer viajes absurdos —mencionó Dazai entre pucheros, provocando una suave risa en Atsushi.

—No seas así con el jefe; puede emocionarse mucho, pero también le estresa el trabajo como a nosotros —respondió Atsushi mientras entraban al elevador.

•~INFIELES~•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora