Turista a tus pies

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📍Inglaterra| Londres

Lando, intentando suavizar el ambiente, rompió el incómodo silencio que había llenado el auto desde que nos fuimos. Con una sonrisa algo tímida, me preguntó: "Oye, ¿no te gustaría ir a Brasil estas vacaciones? Yo también quiero ir si tú vas..."

Mis ojos se iluminaron al instante. Brasil. Mi hogar, mi cultura, todo lo que amaba de mi país. La idea de compartir ese pedazo de mi vida con Lando me emocionaba tanto que una gran sonrisa apareció en mi rostro. "¡Sí! ¡Me encantaría!" respondí, casi saltando en el asiento. "Te voy a mostrar todo, las playas, la comida, mi gente... Pero solo con una condición," añadí mientras lo miraba de manera traviesa.

Lando levantó una ceja, curioso, y preguntó: "¿Qué condición?"

"También tienes que llevarme a conocer tu país," dije con una sonrisa. "Quiero que me muestres tu Inglaterra, quiero vivirlo como tú lo haces."

Él sonrió, aceptando mi propuesta sin dudarlo. "Hecho. Será un intercambio cultural," dijo, divertido, mientras su mano se acercaba suavemente a mi rostro. Tomó mis cachetes con ternura, su pulgar acariciando mi piel con delicadeza. "Me encanta cuando te emocionas así," susurró, y luego, inclinándose un poco más, me dio un beso dulce y cálido que hizo que todo el estrés y la tristeza del día se esfumaran por completo.

La aventura comenzó desde el momento en que Lando me llevó a conocer su Inglaterra, y fue un torbellino de emociones y risas. Primero, nos dirigimos a un pequeño café en el centro de Londres, donde él insistió en que probara el famoso "full English breakfast". Al ver la cantidad de comida en el plato, no pude evitar soltar una broma: "¿Crees que si me como todo esto, podré manejar un McLaren como tú?" Lando se rió y respondió con picardía: "Bueno, al menos así podrás intentar no desmayarte por mis encantos."

Luego, nos aventuramos a un tour por los lugares más emblemáticos de la ciudad. Desde el Big Ben hasta la Torre de Londres, Lando no paraba de hacer comentarios juguetones sobre cómo algunos de los monumentos eran más viejos que algunos de sus compañeros de equipo. En el Palacio de Buckingham, mientras las guardias se mantenían en pie como estatuas,  las miradas de los turistas se centraban en nosotros, y él, en su mejor forma, se volvió el centro de atención.

La tarde continuó con un paseo en bicicleta por el hermoso Hyde Park, donde Lando, queriendo demostrar su "fuerza de piloto", trató de darme un paseo en una de esas bicicletas de dos asientos. Obviamente, terminamos riéndonos cuando nos encontramos dando vueltas en círculos en lugar de avanzar, y él me miró con complicidad y me dijo: "Quizás la próxima vez deberíamos optar por un McLaren, aunque no prometo que no acabemos volcando."

Cuando el sol comenzó a ponerse, Lando me llevó a un pequeño pub tradicional, donde la música en vivo llenaba el aire. Después de unas cervezas y muchas risas, me miró con una sonrisa traviesa y me preguntó si sabía bailar. Yo, sin pensarlo, le respondí: "Solo si tú me prometes que no te vas a caer como en el simulador."

La noche continuó con nosotros bailando y riendo, sus manos en mi cintura mientras me guiaba con movimientos torpes pero adorables. Y, al final del día, mientras caminábamos bajo las luces parpadeantes de la ciudad, su brazo alrededor de mis hombros, no podía evitar pensar que había hecho una de las mejores elecciones de mi vida al decidir dejarlo entrar en mi mundo.

El día continuó lleno de risas y exploraciones mientras Lando me mostraba su país. Visitamos un hermoso mirador donde la vista era espectacular; el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y morados. Nos reímos de las bromas de Lando y compartimos historias, pero a medida que caía la noche, el ambiente se tornó diferente.

Sentados en el lujoso carro, con el motor apagado y las luces de la ciudad brillando a lo lejos, la tensión entre nosotros creció. Lando se acercó, sus ojos fijos en los míos, mientras su mano buscaba la mía, entrelazando nuestros dedos con delicadeza. Su voz, suave y llena de deseo, rompió el silencio: "¿Sabes? No puedo dejar de pensar en lo que hay entre nosotros, Nayara."

La forma en que pronunció mi nombre hizo que mi corazón se acelerara. Me giré hacia él, y su rostro estaba tan cerca que podía sentir su aliento cálido. La química era innegable, y mis pensamientos se llenaron de imágenes de lo que podría ser.

"No tengo miedo de lo que siento," le respondí, con una mezcla de nerviosismo y emoción. Sus ojos brillaban con intensidad, y antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, él se inclinó hacia mí, capturando mis labios en un beso suave pero lleno de promesas.

El beso comenzó siendo tierno, como si ambos estuviéramos explorando un territorio desconocido. Pero pronto la intensidad creció; nuestras manos comenzaron a moverse, tocándose, y el deseo se apoderó de nosotros. Lando me acercó a su cuerpo, y mi corazón latía con fuerza. Era como si el mundo a nuestro alrededor hubiera desaparecido, dejándonos solos en esa burbuja de pasión.

Mientras nos perdíamos en ese momento, la conexión se volvió más profunda. Lando me miró con una mezcla de ternura y deseo, y susurró, "No puedo creer que esto esté pasando. Quiero que sea real." En ese instante, supe que no había vuelta atrás. La noche prometía ser inolvidable, y ambos deseábamos descubrir hasta dónde nos llevaría esa nueva etapa de nuestra relación.

La conexión entre nosotros se intensificó, y el mundo exterior se desvaneció aún más. Lando,con su mirada profunda y llena de deseo, me tomó de la cintura, atrayéndome hacia él mientras el calor de su cuerpo me envolvía. Sentía su corazón latir al unísono con el mío, y cada segundo se llenaba de una mezcla de nerviosismo y emoción.

Los besos se volvieron más apasionados, llenos de esa chispa que ambos habíamos estado sintiendo. Cada roce de sus labios contra los míos me hacía sentir como si estuviera en una nube, un torbellino de sensaciones que me dejaba sin aliento. Sus manos se deslizaron por mi espalda, acariciando suavemente, y mi piel se erizó ante su toque. Era un juego delicado entre la ternura y la pasión, donde cada caricia hablaba de los deseos ocultos que habíamos reprimido durante tanto tiempo.

"Eres increíble, Nayara," murmuró Lando, sus ojos chispeando con complicidad. "No puedo creer que esté aquí contigo, y que me sientas de esta manera." Su voz era un susurro cálido que me hizo estremecer.

Con cada palabra, su mano se movió hacia mi rostro, acariciando mi mejilla mientras se inclinaba más cerca. "Eres más que hermosa, eres perfecta para mí," añadió, y su sinceridad me dejó sin palabras. Me sentí vulnerable, pero también increíblemente viva.

La química que compartíamos era innegable, y con cada beso, cada susurro, nuestros cuerpos se acercaban más. Lando se inclinó hacia mí, y mi corazón se aceleró. Con un movimiento suave, me besó nuevamente, esta vez con una intensidad que me hizo perder la noción del tiempo. Éramos dos almas perdidas que finalmente se encontraban, explorando la posibilidad de un amor ardiente. Con cada roce, con cada beso, nuestras almas parecían entrelazarse más.

Chocando con el destino | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora