Trance.

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Al día siguiente, Monza brillaba con la adrenalina que solo un Gran Premio podía ofrecer. Caminando por el paddock, sentí la mirada de Lando clavada en mí. Él notó mis ojos hinchados, rastros del dolor que había arrastrado desde la noche anterior. Intenté mantenerme firme, enfocada en mi trabajo, narrando la carrera con toda la profesionalidad posible. Pero la tensión entre nosotros seguía presente, colgando en el aire como una sombra que ninguno de los dos podía ignorar.

El día de la carrera en Monza amaneció con un aire de tensión que se sentía en cada rincón del paddock. Caminaba entre los garajes, intentando mantenerme profesional, pero no podía evitar notar las miradas que me seguían. Sabía que mis ojos hinchados delataban la noche en vela que había pasado llorando, pero intentaba disimular. Fue entonces cuando sentí esa mirada fija en mí, y alzar la vista, vía a Lando. Desde el otro lado del garaje, me observaba con una intensidad que me dejó paralizada por un instante. Sus ojos, siempre juguetones, ahora parecían llenos de algo diferente, algo que no podía descifrar. Sabía que había notado mi rostro y mis ojos enrojecidos, pero no podía permitir que eso me afectara más de lo que ya lo hacía.

Tomé aire y me centré en mi trabajo. La carrera comenzó y trató de narrarla con la misma pasión de siempre, pero mi mente divagaba entre la pista y los eventos recientes. La velocidad de los monoplazas, el rugido de los motores... todo se sentía distante, como si estuviera en otro lugar. Cada vez que veía el auto de Lando, mi estómago se contraía. Trataba de ocultar la inquietud, pero era imposible.

De repente, el sonido de los comentaristas y el murmullo del público se apagó cuando algo terrible ocurrió en la pista. El auto de Lando había perdido el control. Todo sucedió tan rápido, el monoplaza se volteó violentamente y quedó destrozado en medio de la pista. Mi corazón se detuvo. El caos estalló a mi alrededor, los equipos corrieron y los comisarios activaron las banderas rojas para detener la carrera, pero lo único que podía pensar era en Lando. Estaba herido, inconsciente, y no había nada que pudiera hacer desde donde me encontraba.

Intentaba mantener la calma mientras reportaba lo que sucedía, pero mi voz temblaba y era evidente que mi preocupación me superaba. Uno de mis colegas, sin saber leer el ambiente, murmuró a mi lado:  ¿Tanto te importa?". Sentí una mezcla de ira y tristeza. Intenté no responder, pero las bromas seguían. Otro, con una sonrisa sarcástica, añadió: "Nayara, ¿preocupada por Norris? No me digas que ahora te importa tanto...".

Mi garganta se cerró. La broma se clavaba en mi corazón, pero no podía darles el gusto de mostrar mi vulnerabilidad. Mi cabeza seguía en la imagen del coche volteado y el cuerpo de Lando siendo sacado en camilla. Lo llevaban rápidamente al hospital, inconsciente, y yo no sabía si estaba bien o si lo volvería a ver de pie. La impotencia me devoraba. Aunque habíamos peleado, aunque lo odiaba por lo que me había hecho con Camila Díaz, verlo así me hacía olvidarlo todo. Solo quería saber que estaba bien.

No me importaban las burlas de mis colegas en ese momento, no me importaba lo que dijeran. La rabia que había sentido hacia él desaparecía con cada minuto que pasaba sin noticias.

Después de terminar mi trabajo y tratar de mantenerme profesional, no podía dejar de pensar en Lando. La preocupación me consumía. Sabía que tenía que hacer algo, así que decidí ir a al garaje de McLaren

Luego de mi trabajo, la preocupación por Lando no me dejaba en paz, así que decidió preguntarle a Zac Brown dónde estaba mi piloto favorito, esperando que no me reconociera por el incidente de la autocaravana. Con una expresión de preocupación en su rostro, Zac me indicó en qué hospital y sala estaba Lando. Esa noche, armada de valor y con el corazón en la mano, fui a verlo.No lo pensé dos veces. Apenas cayó la noche, tomé mi bolso y me dirigí allí. Al llegar, todo parecía más grande y aterrador de lo que había imaginado. Cada paso hacia la habitación me hacía sentir más nervioso, pero necesitaba verlo.

Chocando con el destino | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora