Ganas.

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Salí del motorhome de Mercedes con la mente revuelta y el corazón latiendo a mil por hora. No podía dejar de pensar en todo lo que acababa de pasar con Toto, Lewis, y ahora George. Sus bromas, las risas... y la burla descarada sobre Lando. Lo último que quería en ese momento era cruzarme con él. La presión era demasiada, y mi única opción era evitar cualquier encuentro incómodo, especialmente después de cómo todo el equipo parecía haberse enterado.

Mientras caminaba con prisa por el paddock, mis tacones resonaban contra el suelo. Sentía el sudor formándose en mis manos, y cada vez que escuchaba un murmullo o una risa, me giraba, temiendo que fuera él. Y entonces, como si el destino se burlara de mí, lo vi a lo lejos: Lando, con esa sonrisa despreocupada, caminando directamente en mi dirección.

"Genial", pensé, intentando desviar mi camino. Aceleré el paso, mirando al suelo como si eso pudiera evitar lo inevitable. Pero cuanto más intentaba huir, más cerca parecía estar él, y mi nerviosismo crecía con cada segundo. Justo cuando doblé una esquina y creí estar a salvo, mi pie torció mal y perdí el equilibrio. En un instante, me tambaleé y terminé cayendo al suelo.

Antes de que pudiera procesarlo, Lando ya estaba a mi lado. "¿Estás bien?" preguntó, arrodillándose rápidamente a mi lado con una mezcla de preocupación y diversión en su rostro.

Me levanté torpemente, mi pie palpitando de dolor, mientras el rubor subía rápidamente a mis mejillas. "Sí, sí... estoy bien. Solo... estos tacones, ya sabes", respondí con una risa nerviosa, tratando de disimular mi vergüenza. Pero cuando intenté apoyar el pie en el suelo, el dolor se intensificó, haciéndome soltar un pequeño quejido.

"No parece que estés tan bien", dijo Lando, observando mi torpeza con una sonrisa traviesa. Antes de que pudiera protestar, deslizó sus brazos bajo mis rodillas y mi espalda, levantándome como si no pesara nada. "Déjame llevarte a un lugar donde puedas sentarte. No queremos que sigas cayendo a mis pies... aunque debo admitir que no me molesta tanto."

"¡Lando, no es necesario! Puedo caminar", dije, aunque no muy convincente, ya que mi pie seguía doliendo. Mi cara estaba completamente roja, y la idea de que me estuviera cargando frente a todo el paddock me hacía sentir aún más incómoda. "Por favor, bájame, esto es demasiado."

Pero Lando solo rió suavemente mientras comenzaba a caminar. "¿Demasiado? Creo que es lo justo. Después de todo, parece que soy el causante de tantos tropiezos, en más de un sentido." Su tono, suave pero lleno de insinuaciones, hizo que me mordiera el labio, tratando de no pensar demasiado en lo que acababa de decir.

"¿Te lastimé tanto?" preguntó con una sonrisa de medio lado, sus ojos fijos en los míos. "¿O es que me estás evitando por alguna razón? Tal vez no pueda sacarte de la cabeza, ¿eh?"

"¡No es eso!" respondí rápidamente, tratando de sonar firme, pero mis palabras salieron entrecortadas, y mi voz tembló un poco. "Solo... solo fue un mal paso."

"Un mal paso, claro", dijo, su tono cada vez más juguetón. "Y yo que pensaba que te ponías nerviosa solo conmigo cerca. Qué casualidad que justo te caes cuando yo aparezco. Quizás debería mantenerme siempre cerca, para atraparte cuando te tropieces, ¿no crees?"

Sentía que el calor en mis mejillas aumentaba con cada palabra que decía, y las mariposas en mi estómago revoloteaban sin control. "Lando... en serio, gracias, pero esto es innecesario. Además, la gente está mirando."

"Deja que miren", respondió con un guiño, como si el resto del mundo no importara en ese momento. "No me molesta que sepan que estoy aquí para ti, Nayara. Incluso si eso significa cargar contigo cada vez que te caes. O... tal vez podrías empezar a caer por mí en otros sentidos."

Chocando con el destino | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora