Jungkook se adentró en su espesor, buscando escapar de la dolorosa realidad que dejó atrás. Creía que Taehyung había muerto, que su vida se había apagado junto con su último suspiro. Sin embargo, el destino tenía otros planes..
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Jungkook salió de la casa, sintiendo la brisa fresca de la noche acariciar su rostro. Se detuvo en el patio, mirando hacia el horizonte, donde la oscuridad se fusionaba con las sombras de los árboles. Su mente estaba llena de pensamientos sobre Min-Ji; sabía que tenía que hacer todo lo posible para protegerla. La idea de que su hija pudiera ser descubierta o herida lo llenaba de una desesperación profunda.
-No puedo dejar que esto le pase a Min-Ji -murmuró para sí mismo, apretando los puños-. Debo encontrar la manera de mantenerla a salvo.
Mientras meditaba sobre esto, Taehyung se quedó dentro de la casa, sintiéndose abrumado. La decisión de Jungkook de salir lo llenó de inquietud, y la culpa lo consumía. Sabía que su error lo había llevado a un lugar oscuro, y la idea de que Jungkook estuviera en peligro lo aterrorizaba.
Sin pensarlo, Taehyung tomó una decisión. Se dirigió hacia la ventana, mirando a Jungkook en el patio. Era hora de cambiar su enfoque. No podía seguir siendo gobernador si eso significaba poner en riesgo a su familia.
-Voy a renunciar -dijo en voz baja, sintiendo que era la única manera de proteger a Min-Ji y a Jungkook.
Justo cuando se dirigía hacia la puerta para salir al patio, un golpe firme resonó en la puerta principal. Taehyung se detuvo en seco, su corazón se aceleró.
-¿Quién será a esta hora? -se preguntó, sintiendo el miedo apoderarse de él.
Al abrir la puerta, se encontró de frente con dos camiones de militares estacionados en su jardín. El jefe de los militares, un hombre robusto con una mirada seria, se acercó.
-¿Está bien, gobernador? -preguntó, su tono formal y directo.
Taehyung sintió que su estómago se retorcía.
-Sí, claro, todo está bien -respondió, intentando sonar convincente, aunque su voz temblaba ligeramente.
Por dentro, estaba aterrorizado. La posibilidad de que descubrieran a Jungkook, y aún peor, a Min-Ji, lo mantenía al borde del pánico.
-Hemos estado intentando contactar a los chicos que vinieron a verlo, pero no hemos tenido respuesta -dijo el jefe militar, su mirada fija en Taehyung-. Necesitamos asegurarnos de que todo esté en orden.
Taehyung tragó saliva, sintiendo que el miedo lo invadía. Tenía que actuar rápido.
-Nadie ha venido por aquí. No hay nada de qué preocuparse. -dijo, su voz sonando más firme de lo que se sentía.
Los militares intercambiaron miradas, y Taehyung se sintió aún más nervioso.
-Entendido, gobernador. Solo queríamos asegurarnos de que todo estuviera bajo control. -dijo el jefe, pero su tono denotaba una sospecha latente.
