Onceavo encuentro

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Angélica entra a la sala de clases y los ojos de Antonio vuelan para observar mejor. Ella tararea una canción, con una leve sonrisa en su boca rosa, la ropa está acomodada y no quedan signos de heridas en sus piernas. Suspira, aliviado al percatarse de que está a salvo de su propia torpeza. Entonces disfruta de la visión de Angélica con la guardia baja. Ella es la chica más adorable del mundo. 

Ni siquiera se ha dado cuenta de la enorme sonrisa que se forma en su rostro. Un compañero de salón, no obstante, se percata de que es por la llegada de Angélica. Sebastián, un idiota de primera, maquina una idea que hace días ronda por su mente. Le gusta molestar a la morena, porque sus caras graciosas y sus gestos intimidatorios, le resultan entretenidos. Varios días atrás ha encontrado una nueva broma, la de amenazar a Angélica con que va a besarla. 

Gracias a ello se ha dado cuenta que nadie ha hecho eso con ella. Por eso se pone tan nerviosa, roja y violenta cuando trata de aproximarse a ella. Adivina su carácter romántico y le parece una combinación inusualmente tentadora. Sin embargo, es demasiado idiota cómo para confesarse a sí mismo, lo que siente por esa chica rara de lentes. 

—¿Por qué estás tan contento? —le pregunta con malicia a Antonio. 

—No es por nada importante —responde el chico de los ojos azules.

—Te apuesto lo que sea que es por ella —suelta en tono de broma —¡Hey Angélica! 

Ella escucha esa molesta voz y aprieta los puños. Desde hace unos cuantos días se ha transformado en el objeto de burlas de ese sujeto. Respira hondo, porque no quiere darle el gusto de saber cuánto le afecta ese comportamiento. 

—¿Qué quieres? —espeta sin ganas aproximándose a los jóvenes.

—Apuesto lo que quieras a que no puedes besarla— dijo dirigiéndose a Antonio.

Cuando Angélica escucha eso, lanza un suspiro de alivio. Después, se muerde la boca para reprimir una risa. Es inutil.

—¡Claro que no lo hará! —dice estallando en carcajadas sonoras.

La chica se ríe sin malicia. Pero, para Antonio, fue la primera vez que se sintió herido al escuchar ese sonido. Algo, muy parecido a la molestia, comienza a repletar su mente. Los recuerdos con ella se aglutinan, pasando en rápidas imágenes. Después, la seguridad de la sentencia que Angélica ha dicho. Acaso nunca se dará cuenta, piensa,  ¿de cómo la observo? no en vano siempre estoy a su lado... pero ella es tan tonta, obstinada, infantil y ciega para algunas cosas

—¿Qué pasa si lo hago? —susurra clavando su mirada en los ojos chocolate. 

Antonio no tenía intenciones de hacerlo, pero si de darle un susto. Le parece un insulto que ella se encuentre tan poco atractiva. Entonces, para darle más realismo a sus palabras, comienza a acercarse a ella. Angélica, al notar sus pasos hacia su dirección, se pone a la defensiva sin pensarlo. Antonio siente que algo se quiebra en su interior. Los deseos reprimidos salían hacia flote, los sueños insanos, las noches en vela, los deseos que ni siquiera se ha dicho a sí mismo. 

Presa de esa vorágine de emociones la acorrala contra la pared para que no pueda escapar. Ni siquiera él entiende que quiere realizar con ese gesto, pero ella, tercamente sube la mirada. 

Angélica se siente confundida. Nunca se ha sentido incómoda cerca de Antonio. Sabe que él quiere a su amiga, lo ha visto tantas veces que es una cosa natural verlos besándose. Jamàs se ha sentido celosa, ni mucho menos, incluso bromea con ellos sobre su próxima boda. Por eso no entiende toda esta pantomima tan solo para hacer una mala broma. 

Antonio coloca el brazo a la altura de su cabeza y quedan frente a frente

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Antonio coloca el brazo a la altura de su cabeza y quedan frente a frente. Comienza a grabar su rostro en su mente, porque algo en su interior lo impulsa a aprovechar el momento. La forma del rostro, el contorno de los labios, el tono de su piel morena, el aroma a chocolate, los rizos que se forman. Incluso, se ha percatado de los temblores del cuerpo, está aterrada y casi pareciera que va a llorar.

—Vete —susurra en voz baja —quiero pasar. 

—Yo no quiero que pases —Antonio subió la ceja para resaltar sus palabras. La cercanía de la piel de Angélica lo estaba descontrolando.  

—No le harás esto a Alejandra.

Los pensamientos indecentes se detuvieron de súbito. Angélica bajó la mirada, tratando de escapar de él. Antonio bajó el brazo dándole una oportunidad de escape que ella aprovechó de inmediato.

"Tenía que recordármela" 

Angélica no volvió a hablarle en todo el día.

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⏰ Última actualización: Oct 05 ⏰

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